Ayer, en la tienda de libros encontré en la pila de «Novedades» algunos ejemplares de La tregua, de Mario Benedetti. O el librero es un miope mayúsculo o resulta ser un tipo con sentido del humor o sabe algo que yo ignoro.
Para poner ahí una novela de 1960 se necesita audacia (o irresponsabilidad). No quise preguntarle, preferí nadar en mi ignorancia y tejí esta historia alrededor: el tipo leyó por vez primera la historia de amor entre Martín Santomé y Laura Avellaneda. Se deslumbró de tal forma que decidió recomendarla a todo cliente que entrara a sus dominios, por sobre muchas de reciente publicación.
Cómo no deslumbrarse ante la pluma del uruguayo, que navega con bandera de sencilla pero bucea con soltura en las emociones. Regreso al estante, saco mi ejemplar manoseado y releo uno de mis pasajes favoritos:
«[…] tengo la angustiante sensación de que la vida se me está escapando, como si mis venas se hubieran abierto y yo no pudiera detener mi sangre. Porque la vida es muchas cosas (trabajo, dinero, suerte, amistad, salud, complicaciones), pero nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo, ‘que nos aferramos a la vida’, la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer. Pienso en el placer (cualquier forma de placer) y estoy seguro de que eso es vida».
Sí, los libros grandes («los clásicos», decía Italo Calvino) son siempre nuevos.
Una vez más se confirma lo que han afirmado diversos autores: «para novedades, los clásicos». Saludos
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Sí, tal cual. Por eso aunque en un principio dije «quien puso ahí La tregua está loco», cuando lo repensé le encontré sentido.
Abrazo!
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Además del rescate delicioso del párrafo que compartiste, has trazado un identi kit del librero que me dejó prendada: audaz, con sentido del humor y la sabiduría e ingenio de su recomendación.
Abrazo.
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Je, para evitarme la decepción de que el librero hubiera puesto ahí la novela por ignorancia, preferí abandonarme a la imaginación e inventarme una historia. Ya sabes, uno puede siempre acudir a la ficción para ajustar la realidad…
Abrazote
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Es la tan mentada realidad aumentada. Beso de viernes.
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Claro! Que empiece bien el fin de semana, abrazo
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Hace unos meses me puse a leer todos los clásicos que ya había leído de jovencita…
Que sorpresa! Algunos son verdaderas revelaciones , como si ahora tuviera una antena mas para entenderlos y apreciarlos en toda su forma y substancia.
Gracias por este post!
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Es justo lo que dice Italo Calvino en Por qué leer los clásicos (cito de memoria): «un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir». Así es: cuantas veces releo Lolita, Pedro Páramo o Madame Bovary me parecen nuevos, reveladores. Me parece que a todos nos ha pasado lo que comentas con entusiasmo y es que es delicioso reencontrarse con el «amor» de infancia o juventud y ver que en vez de encontrarlo aburrido, cada vez ofrece ángulos interesantes que no sospechábamos y nos fascinan.
Beso viajero
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Un día una mujer viejita por mi barrio me dio un beso pensando que era otro y me preguntó por mi familia. No sé si era porque era casi ciega o porque ya se le había ido la cabeza por la edad; pero la verdad es que no me importó. La ví feliz hablándome y yo también me fui feliz con un beso regalado.
Para mí, «La tregua» es eso, un relato maravilloso, un beso regalado. Si hay alguien que quiere pensar que es una «novedad» que lo piense. Solamente se da el primer beso una vez.
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Linda historia la que compartes. una novela como un beso regalado que no sabemos para quién era, pero nos apropiamos y se quedó ya con nosotros.
Un abrazo
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«Aferro mis manos a tus manos, con el desesperado anhelo de no dejar resquicios por los que se cuelen tiempos no vividos, no bien vividos, quizás desperdiciados. Aferro mis manos a las tuyas, formando un todo entretejido, un entrelazado de dedos apasionados. Ni un solo grano de la arena del tiempo podrá pasar entre ellas, ni uno sólo que pueda quedar malgastado. Ya nuestras arrugas servirán de argamasa y así nuestro tiempo quedará encima de ellas, abultado, precioso, amalgama finita de hechos, razones y amores y risas y gracias…a la Vida.»
Benedetti continuó recorriendo el camino insaciable y desesperado del porqué de nuestra finitud.
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Benedetti seguirá proponiendo, susurrando, sugiriendo. No hay un mar que calle una pluma como la suya.
Abrazo
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Felicidades! Muy ecertada crítica sobre el libro de Mario Benefeti. La manera escrúpulosa con que defines los argumentos de la Literatura de Mario Benedeti me gusto. Yo Difiero mucho en su criterio de algunos conceptos con los que escribe, igual que con otros escritores. Es una humilde perspectiva personal.
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Celebro que nos encontremos en valorar esta novela, me parece muy bien lograda y sin mayor pretensión, lo que le añade mérito.
Saludos
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Saludo.
En su día, me la regaló mi Viejo, hoy con el paso de los años, compruebo la valentía y capacidad de Don Mario al tratar los aspectos de la vida cotidiana, familiar, personal y de relación entre todos los personajes, en unos años muy anteriores a los que ahora entendemos como avanzados y de libre pensar. Hoy día este libro que tiene especial valor, lo mantengo como la novela más importante para mí. Hay también su versión en cine a la que hago referencia en una entrada y en la que Laura y Martín, aun siguen emocionándome.
Gracias y un abrazo Danioska
http://arikab.wordpress.com/2013/07/31/dos-peliculas-treinta-anos/
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Qué rico que te la diera tu papá, enriquece aún más la experiencia de lectura, Leonor querida. No conozco la película, se me antoja verla aunque (como siempre) me da miedo que en pantalla los personajes no «me gusten». Es un atavismo que debo vencer cuando una novela me gusta y la llevan al cine…
Gracias, un abrazo para ti
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Recuerdo a Martín Santomé y Laura Avellaneda cuando los protagonizaron actores colombianos, Celmira Luzardo y Pepe Sánchez. Una bella serie. La primera que hacíamos en exteriores, con sus diálogos tiernos, tiempos de tiempo lento y leve, busque después las palabras que me llevaran a esos momentos y supe pescarlas en el relato.
Buenos tiempos idos.
Quizá para el librero la novedad fue un regreso de Benedetti colgado del péndulo de un reloj antiguo por una cadena de palabra y al librero le sonó tarde la campana.
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Tendré que ver a la Avellaneda y el Santomé colombianos, aunque advierto que llevo expectativas muy altas sobre ellos. Y en cuanto al librero, linda imagen la de Benedetti colgado del péndulo, deteniendo el tiempo. Es exactamente lo que hace con su pluma: que el tiempo se pare, regrese, se mueva en otra sincronía.
Abrazo
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