urgencia de contar/
esta ausencia que ensordece/
ansia de explicar/
el hueco del ruido de tu cuerpo/
hacerlo en una palabra/
poderosa/
no una retahíla sucesiva/
de voces/
de lamentos/
pero no la encuentro/
en los idiomas que conozco/
debo buscar en otros/
en ecos de lenguas antiguas/
en las no creadas/
una sola palabra que nombre/
esta querencia por tu acento/
que entienda este silencio de tu pecho/
que orden el caos sin tu voz de triple fondo//
-Julia Santibáñez
¿A qué se deberá el hecho de que uno debe explicar, poniendo en palabras, esas ausencias? Casualmente me encuentro pasando por un momento así y no pocas veces me hallo escribiendo algo –notas, cartas, poemas, diarios– al respecto.
Sé que ser autoreferencial es poco elegante, pero no puedo menos que remitirme a las pruebas (al menos a una): http://borgeano2.wordpress.com/2012/09/18/improv-54-tu-fantasma/
Cariños.
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Bello poema y sí, las ausencias suelen ser disparador de textos. Supongo que esta necesidad de contarlas se debe a que de algún modo somos «gente de palabras» (espero que también «gente de palabra», que en México, mi país, quiere decir «que honra su palabra»). Me viene a la mente una cita de Rosa Montero: «No puedes entender lo que no tienes palabras para nombrar». Quiero entender la ausencia del ser amado y trato de nombrarla. ¿Suena lógico?
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Aquí, en Argentina, la expresión «gente de palabra» se aplica en la misma acepción aunque, lamentablemente, cada día su uso en ese sentido sea menos frecuente.
Totalmente de acuerdo con la frase de Rosa Montero, sintética, precisa.
Entender la ausencia del ser amado, más que lógico, me suena a inevitable. Ahora, la pregunta sería: ¿Hay lógica en la inevitabilidad? Y así podríamos seguir y seguir (Al amor por las palabras sumo algunos otros amores personales: en este caso la filosofía y algún pequeño costado lúdico).
Cariños.
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No sé si haya lógica como tal en querer entender la ausencia, pero al menos sí la intención de encontrar un sentido en el dolor. ¿Serán resabios de una educación judeocristiana que asegura que hay un fin ulterior para el sufrimiento?
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Es muy probable. La (des)educación judeocristiana es una omnipresente carga en nuestra cultura. Por desgracia, es imposible desligarse de ella, salvo en casos muy puntuales y más de manera individual que masiva o social aunque, poco a poco, también se va ganando terreno en este aspecto.
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Sin duda, aunque hunde sus raíces muy hondo y se resiste a perder espacios. En fin, a seguir desmenuzando las ausencias…
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Hola. Fantástico poema. Gracias por tu ofrenda. Un abrazo.
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Muchas gracias por pasar por aquí y tomarte el tiempo de escribir. Ese poema surgió a raíz de la distancia que me separa de mi pareja, quien vive en otro país. Abrazo para ti.
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