Qué rara soy

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De que soy un bicho raro, ni quién lo dude (yo menos que nadie, claro). Lo sé desde que a los ocho años me gustaba calcar para mi papá las fotos de las constelaciones que venían en la Enciclopedia de Life o desde que a los diez me gustaba recitar en las comidas familiares: «Muy cerca de mi ocaso/ yo te bendigo, vida/ porque nunca me diste/ ni esperanza fallida ni trabajos injustos/ ni pena inmerecida», poema de Amado Nervo. Habráse visto. Con esto quiero decir que no necesito pruebas adicionales que documenten mi rareza, pero ayer la vida me aportó una más. Buscando entre papeles algo que me piden en la oficina encuentro este poema escrito en mis veintes y publicado en una revista universitaria. Lo raro no es eso, sino la temática del texto: temor/fobia a la vejez. No creo que sea común que alguien lejos de los 30 se agobie al imaginarse con «anatomía temblorosa» y «dientes en nones». No tengo opción, debo tomar prestada una expresión de mi hija: «qué rara soy».

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

14 comentarios sobre “Qué rara soy

  1. dientes en nones…me encanta. querida todos los que leemos y pretendemos (como es mi caso escribir) somos bichos raros, eso es lo que supongo, aunque tú tienes algo más… y son esos ojos hermosos, así que eres más que ese bicho raro que nos describes

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  2. Éste post puede enlazarse con el anterior: «¿Llegará ese día/ en que por los surcos de mi piel/ resbalen concejos en vez de placeres?» Ése es el punto de no retorno del que hablaba (y posiblemente Carlos se refería a algo similar). Pero debo repetirme: una cosa es decirlo ahora, otra muy diferente cuando dicho momento llegue. ¿Quién sabe qué placeres podremos disfrutar en ese entonces?
    Creo que la distancia temporal que separa a la autora del poema de la Danioska de hoy habrá creado una nueva mirada, una mirada que incluye madurez y reflexión, así que quizá ahora, sin cambiar en absoluto la base del poema, me atrevería a decir que sería menos terminante.
    Cariños.

    Nota: perdón si el comentario es algo confuso, le he escrito en tres partes, por razones laborales. No hay caso, hay gente que no entiende de prioridades y pretende que uno trabaje, trabaje y trabaje.

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    1. Sin duda, hoy sería menos terminante, más matizada en mi voz, pero lo que me llamó más la atención fue que a esos años estuviera yo pensando en estos temas. Por eso digo que soy «rara»… Propones un ejercicio que quisiera hacer: hacer una versión «20 años después»…

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      1. Es que a veces uno olvida lo que pensaba en tiempos pasados, pero eso no significa que uno no pensara profundamente o que lo hiciera –con las herramientas con las que disponía entonces– sobre temas importantes. El ejercicio no estaría nada mal, pero deberías, tal vez, dejar pasar un poco de tiempo, ya que corres el riesgo de realizar una «nueva versión» del poema, no una versión actual –es decir una «mirada actual»– sobre el mismo punto. no sé, tú te conoces y sabes si puedes hacerlo. Quizá yo esté hablando desde una incapacidad personal.
        De todos modos, me gustaría ver el resultado.

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  3. Yo también escribía cosas sobre la vejez cuando era joven, supongo que porque a esa edad es un misterio, algo que es difícil comprender pero que sabemos que algún día experimentaremos . Creo que a veces los temas sobre los que se escribe de joven son un tanto raros.

    Un saludo

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    1. Gracias por suavizar la rareza de ese textito! Saber que otros hacían cosas similares es terapéutico. Creo que la vejez me interesaba por oposición, es decir, por lo lejos que la sentía, por afirmar el placer sexual hacía poco descubierto y que se constituía en forma central de entenderme en el mundo, porque entonces me sentía juzgada por algunos viejos y era una forma de reaccionar como «venganza». Interesante cómo uno va matizando algunas opiniones.
      Saludos…

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    1. Qué buena idea! Un mismo verso que puede convertirse en un libro entero, dependiendo de «qué autor» (qué voz poética) lo reescriba cada día: desencantado, optimista, divertido, irónico, triste, infantil, prolijo, en tono académico, desquiciado… Me recuerda cuando tomaba clases de actuación, que un mismo texto sin mayor interés pero que dependiera del contexto («mañana llegará el encargo del señor») había que decirlo de 10 o 20 maneras diferentes, justo dependiendo de quién era el personaje en escena: un chofer, una princesa, un futbolista retirado, un cobrador de impuestos, un enfermo terminal, etc.
      PD Si lo tienes a mano y te apetece, me encantaría conocer el verso y algunas de sus versiones.

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