Estos versos de la poeta salvadoreña Dina Posada saben mejor si exhalan aroma de tarde y abrazos frescos. Cuánto gusto esconden por igual el dolor y el placer. Provecho.
«Toma
el sendero
que separa mis senos
resbala
tu antojo
por
el
contorno
de
mis
caderas
ágil
recio
hasta que el gusto
te mire con dolor
y te sonría el dolor
lamiéndose de gusto […]».
Reblogueó esto en La habitación prohibida.
Me gustaMe gusta
Gracias, un saludo!
Me gustaMe gusta
Hoy he terminado de leer «La venus de las pieles» y con esta entrada me la has recordado de repente…
Me gustaMe gusta
Sí, creo que el post tiene resabios de don Leopold. La Venus es fantástica, fue lo primero que leí en esa línea y vaya, me dejó temblando.
Saludos
Me gustaMe gusta
Como todos los poemas, éste hay que leerlo en voz alta para atragantarse (y nunca este verbo tuvo un sentido tan positivo) con sus versos, que van a trompicones como los amantes novatos que se aman desde la pasión de la torpeza.
Precioso…
Me gustaMe gusta
Así es, como lo dices, una delicia…
Me gustaMe gusta
Rezuman sensualidad y gusta leerlos.
Saludos.
Me gustaMe gusta
Gracias por pasar, bienvenida.
Saludos
Me gustaMe gusta
Estupendo poema. Hay mucho por descubrir, pero esta idea no me agobia ni me aterroriza. Me fascina… Y tú chica… llevas un subidón… 😀 mazel tov!
Me gustaMe gusta
La idea fascina y la experiencia resulta iluminadora… =)
Me gustaMe gusta
Una poesía humana, demasiado humana.
Me gustaMe gusta
Sí, tan humana como las contradicciones que nos gobiernan.
Saludos,
Me gustaMe gusta