«He extirpado el miedo de Caronte»

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Los amigos de Un Té con Draupadi me invitaron a publicar en su celebrado blog, lo que sin retórica es un verdadero honor. Escribí este texto que me resultó doblemente recreativo: busqué re-crear el pensamiento de Lucrecio, uno de mis autores favoritos, poeta y sabio del siglo I a.C. y, por otro lado, disfruté haciéndolo. Voilá.

(Sobre Tito Lucrecio Caro, filósofo y poeta de lo que hoy conocemos como Italia, sabemos poco: que nació en el año 94 a.C., que fue un patricio, que escribió el largo poema filosófico De rerum natura —llegado hasta nosotros y en el que cuestiona el temor a los dioses y a la muerte— y que se suicidó a los 44 años. Este breve texto narrativo da forma de relato a numerosos pasajes de su obra, asombrosamente contemporánea a más de 2000 años de distancia. En ningún punto añado al sentido de sus versos ni lo modifico. Los aciertos, si los hay, son suyos; los defectos, míos).

«No me nací, no me puse nombre ni me tracé un rostro. No me elegí familia ni sexo. No fui preguntado si la anarquía me era afín ni si la pompa militar me llenaba los ojos. Apenas algo he decidido, hace poco: retirarme de Roma, de las intrigas de Catilina y del fasto de los míos, patricios y nobles en pugna, locos de poder, exóticos marchitos. Sin embargo aquí, en estos montes retirados del Pierio, la paz me resulta esquiva. Me fastidia esta noche sola. Anuncia que en poco vendrá otra vez la Aurora, mientras trato en vano de entender el esfuerzo inútil de la lluvia y de las estrellas que gastan su camino en el cielo.

Aunque no me es dado saber cómo se gobierna el sistema de los astros, estoy cierto de que no obedece a la acción de los dioses ni responde a señal suya. En sus sedes tranquilas, ellos no se ocupan del mundo. Ni los vientos los sacuden ni los salpica la lluvia, apartados como están de los tumultos de la vida humana. Mientras tanto, veo multitudes clamar al numen de las deidades, temblar de miedo en los templos excelsos. Postrados en tierra, abrumados y esperando el castigo, no osan elevar los ojos. Locos, ignoran que ni el enojo ni la cólera mueven a los dioses y que, en cambio, el temor al castigo envenena los goces de la vida. Donde anida el error, el miedo alza fácilmente la cabeza.

Esta mañana encontré absurda a la hormiga que en su débil cuerpo cree acarrear el mundo en granos de arena. Igualmente necios son los míseros que se esmeran en rituales para Júpiter, cargando ofrendas y acudiendo en hordas a los sacrificios en días de fiesta. El dios es indiferente a unos y otros, pero el varón resulta más lamentable porque ¿acaso la hormiga rinde culto? ¿Por qué sí el siervo? Por temor a la vida y a la muerte, angustia de los tormentos que los dioses inflingen en una y otra: si el hombre abandonara la superstición y su amargo brebaje podría penetrar el misterio profundo de las cosas.

Por mi parte he abrazado el conocimiento y, asido de él, he extirpado de raíz el miedo de Caronte.* Hoy no temo a los dioses, que me ignoran, ni a la muerte, aunque me aguarda: quiero elegirla, determinar cuándo se posará en mi cabeza. Sé que nada seré entonces, no me echaré de menos a mí mismo ni guardaré memoria de este cuerpo, pero me irrita pensar que me sorprenda, condescendiente o irónica. Deseo más bien retirarme de la vida como se aparta de la mesa el convidado, sin llantos ni quejidos.

En mi desesperanza incide, sí, el oculto aguijón que llevo en mi cuerpo desde que amé, desde que estreché mi cuerpo con otro, deseado. Por un breve tiempo uní mi saliva con la suya, respiré apretando sus labios con mis dientes, me adherí a su cuerpo en las junturas de Venus hasta que mis miembros se derritieron. Me inundó el frenesí, estuve inmerso en el delirio. No más. Ahora sólo llevo una secreta herida que me punza.

Tal vez esta noche, con espíritu sereno, busque el descanso libre de inquietudes. Mientras, en el Pierio llueve».

*Caronte: en la mitología griega, barquero que conducía a las almas al Hades.

 

 

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

9 comentarios sobre “«He extirpado el miedo de Caronte»

      1. Y como yo. Que no soy hijo de mosso d’esquadra pa’ que se me ponga así, de lado. Que ya sé que es culpa mía. Que me voy a dormir. Que esto es la locura. Que gracias de nuevo Danioska. Laila tov.

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        1. Que gracias desmesuradas a usté y que si no fuera porque usté me invitó a escribir en Draupadi ese texto no existiría porque yo nunca hubiera encontrado el tiempo de hacerlo y además usté fue paciente con la entrega cuando un meteorito insospechado se me vino encima y además de brillante usté es un tipo que admiro por sensible y las gracias me toca darlas a mí.

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  1. Pues imitando tu falta de retórica, debo dejar constancia de que lo que he dicho siempre hoy lo refrendo de manera definitiva: eres la autora del mejor blog que me ha tocado en serte leer. (No voy a decir de la blogósfera porque me gusta la precisión matemática y, por supuesto, no he podido leerlos a todos ni me interesa hacerlo. Mejor poco y bueno).
    Cada día, más agradecido por estos momentos de felicidad (Y no, que no exagero).
    Cariños.

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