El viaje entre dos aleteos

Foto: Tatyana Druz
Foto: Tatyana Druz

(da click en el enlace para oír el fragmento)

Quien más me quiere me regala el muy reciente disco de Calle 13, Multiviral, que arranca con Eduardo Galeano leyendo un texto suyo. Todo el álbum es un coctel de inteligencia, ritmo pegajoso, buenas letras, corazón, pero en especial me emociona esto de la pluma del uruguayo, que define la humanidad a partir de ese gesto tan instintivo, que nos puede poner al borde del abismo pero también nos rescata del hoyo: el abrazo. Aquí está el mejor Galeano:

«Oriol Vall, que se ocupa de los recién nacidos en un hospital de Barcelona, dice que el primer gesto humano es el abrazo. Después de salir al mundo, al principio de sus días, los bebés manotean, como buscando a alguien.
Otros médicos, que se ocupan de los ya vividos, dicen que los viejos, al fin de sus días, mueren queriendo alzar los brazos.
Y así es la cosa, por muchas vueltas que le demos al asunto, y por muchas palabras que le pongamos, así es la cosa. A eso, así de simple, se reduce todo: entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje». -Eduardo Galeano, «El viaje», Bocas del tiempo (Siglo XXI)

Ojalá que, de manera consciente, haga transcurrir cada día abrazando a mi gente, queriéndola con el cuerpo. Nada valdría más la pena.

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

22 comentarios sobre “El viaje entre dos aleteos

    1. De acuerdo contigo, es una Fortuna enorme contar con una voz que denuncia la dolorosa realidad latinoamericana desde la inteligencia y las entrañas. Celebro este Calle 13.
      Saludos y gracias por pasar

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  1. Tambien una amiga me ragaló esas canciones, me dedicó sobre todo, el tema «Ojos color Sol» que canta Calle 13 con Silvio Rodríguez.

    La luna sale a caminar siguiendo tus pupilas.
    La luna brilla original después que tú la miras.
    Ya nadie sabe ser feliz a costa del despojo,
    gracias a ti y a tus ojos.

    Hoy el sol se escondió y no quiso salir
    Te vio despertar y le dio miedo morir
    Abriste los ojos y el sol guardó su pincel
    Porque tú pintas el paisaje mejor que él
    (…)

    Sobre el texto de Galiano hay otros igualmente grandiosos en uno de sus libros «Bocas del Tiempo», ahí van dos pequeñitos:

    El padre

    Vera faltó a la escuela. Se quedó todo el día encerrada en casa. Al anochecer, escribió una carta a su padre. El padre de Vera estaba muy enfermo, en el hospital. Ella escribió:
    –Te digo que te quieras, que te cuides, que te protejas, que te mimes, que te sientas, que te ames, que te disfrutes. Te digo que te quiero, te cuido, te protejo, te mimo, te siento, te amo, te disfruto.
    Héctor Carnevale duró unos días más. Después, con la carta de su hija bajo la almohada, se fue en el sueño.

    Mapa del tiempo

    Hace unos cuatro mil quinientos millones de años, año más, año menos, una estrella enana escupió un planeta, que actualmente responde al nombre de Tierra.
    Hace unos cuatro mil doscientos millones de años, la primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se duplicó para tener a quién convidar el trago.
    Hace unos cuatro millones y pico de años, la mujer y el hombre, casi monos todavía, se alzaron sobre sus patas y se abrazaron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban en eso.
    Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el primer fuego, que los ayudó a pelear contra el miedo y el frío.
    Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras, y creyeron que podían entenderse.
    Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras.

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    1. El segundo texto no tiene nombre: en efecto, me deja temblando. Muchas gracias por compartirlo, viene como anillo al dedo. Y la letra de «Ojos color sol» es bellísima, destila un romanticismo que ya se ve poco por considerarlo cursi, pero que resulta delicioso. ¡Y encima te la dedicaron! Qué rico que la compartas aquí.
      Sigamos buscando palabras…
      Gracias. Un abrazo

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  2. La ventaja de los libros de Galeano es que uno los lee completos y luego entra y sale de ellos en cualquier momento y por cualquier lugar. Eso sí, uno no sabe cómo va a salir, sin con una sonrisa, con una lágrima o con un nudo en la garganta; la única seguridad que uno tiene es que nunca va a salir igual a como entró.
    Por ejemplo, el texto «el padre», del comentario de RSM. Es una suerte que use los dedos para escribir esto, porque si tuviese que usar la voz, debería irme y volver en media hora.
    Un fuerte abrazo D.

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    1. Eso que logra Galeano en pequeñas historias sin pretensiones es, en realidad, eléctrico: cimbra desde las raíces. Lo dices muy bonito: uno nunca sale igual después de leerlo.
      Abrazo fuerte, de otra que con frecuencia se queda sin voz.

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  3. Por qué no compartir otros textos de Galeano igual de grandiosos?

    «Primeras letras

    De los topos, aprendimos a hacer túneles.
    De los castores, aprendimos a hacer diques. De los pájaros, aprendimos a hacer casas.
    De las arañas, aprendimos a tejer.
    Del tronco que rodaba cuesta abajo, aprendimos la rueda.
    Del tronco que flotaba a la deriva, aprendimos la nave.
    Del viento, aprendimos la vela.
    ¿Quién nos habrá enseñado las malas mañas?
    ¿De quién aprendimos a atormentar al prójimo y a humillar al mundo?»

    «Indicios

    No se sabe si ocurrió hace siglos, o hace un rato, o nunca.
    A la hora de ir a trabajar, un leñador descubrió que le faltaba el hacha. Observó a su vecino y comprobó que tenía el aspecto típico de un ladrón de hachas: la mirada, los gestos, la manera de hablar…
    Unos días después, el leñador encontró su hacha, que estaba caída por ahí.
    Y cuando volvió a observar a su vecino, comprobó que no se parecía para nada a un ladrón de hachas, ni en la mirada, ni en los gestos, ni en la manera de hablar.»
    ¿cuantas veces juzgamos a los demás por el filtro de nuestros propios prejuicios?

    «Índice de inmortalidad infantil

    Cuando Manuel tenía un año y medio, quiso saber por qué no podía agarrar el aqua con la
    mano. Y a los cinco años, quiso saber por qué se muere la gente:
    –Y morir, ¿qué es?
    –¿Mi abuela se murió porque era viejita? ¿Y por qué se murió un nene más chico que yo,
    que lo ví ayer en la tele? ––¿Los enfermos se mueren? ¿Y por qué se mueren los que no están enfermos?
    –¿Los muertos se mueren por un rato o se mueren del todo?
    Al menos, Manuel tenía respuesta para la pregunta que más lo mortificaba:
    –Mi hermano Felipe no se va a morir nunca, porque él siempre quiere jugar.»

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    1. Sea, es más que un privilegio que este blog sea un espacio de lectura de Galeano, gracias por tomarte el tiempo de transcribirlo. Por supuesto, el primer texto me deja sin respuesta, mientras en el segundo me veo de cuerpo completo en diferentes momentos de la vida, amargándome la vida y amargándosela a los demás (ups), pero es la ternura del tercero la que me desarma. Me recuerda aquello que escribió Jaime Sabines sobre su hijo y el conejito que tenía de mascota: «—No se mueve, papá, está muy feo. —¿Lo tiramos a la basura? —Sí, tíralo, está feo’. Y no creo que nadie diga nada mejor acerca de la muerte. Ni de la vida».
      Abrazo fuerte (y agradecido)

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    1. Vi el video sobre Los Nadies (un texto estremecedor), qué maravilla. Estaré explorando más el sitio.
      Si me cobraras por cada gran cosa que aprendo por aquí, creéme que figurarías en la lista de Forbes…
      Abrazo

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      1. Sí, muy graciosa… Me das esas ideas porque sabes que la balanza después se inclinaría en tu beneficio. Por el momento mantengamos esta sana, higiénica y coherente conducta de socialismo cultural.
        Abrazo gratis; porque sí nomás.

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        1. No hay forma de decirte una verdad, amigo querido! Pero está bien, no discutiré. En mi postura más zen firmo el acuerdo de seguir con el socialismo cultural, cómo no.
          Abrazo ídem

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