«En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta. He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche», escribió Pablo Neruda en Confieso que he vivido.
Lo cita Ricardo Miranda en una conmovedora crónica en la revista SoHo de este mes. En ella habla de Rodrigo Parra, chileno de Isla Negra, hogar de Neruda por años. En «Historia de un capitán y su barco en tierra», el autor narra cómo este expublicista convirtió su casa en un navío, lo llamó La Nave Imaginaria y consiguió que la Armada chilena le diera certificado de navegabilidad y permiso de zarpe… aunque esté en tierra. Es decir, este niño de 43 años se niega a dejar de lado los juegos de piratas y construye un buque para habitar su aventura. Su envidiable Nave Imaginaria es algo así como un poema de madera, que a Neruda le hubiera hecho sentido.
Hoy mi casa me parece menos juguetona que nunca.
Actualización 23 de julio de 2014: El propio Rodrigo Parra, protagonista de esta historia, pasó por este espacio y dejó un comentario que puedes ver abajo y que agradezco en el alma. Da click aquí para ir al sitio web de la Nave Imaginaria. Salve, capitán.
Muy bueno, Danioska.
Habrá sólo que precisar que muchos escribimos por falta de juguetes y de navíos.
Un abrazo.
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¿No será más bien porque los poseemos en la memoria o en la imaginación y nos negamos a dejarlos ir?
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También, también. 😉
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Vamos añadiendo opciones que en alguna medida explican las «rarezas» de quienes escribimos, supongo que es un afán autojustificatorio.
Un abrazo, Enrique
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Sí, lo es, Danioska. Algunos tenemos una inexplicable especie de cargo de conciencia. Como si nuestro oficio fuera algo malo o totalmente inútil. Subconscientemente esto nos anima a buscar «pretextos» para seguir haciendo lo que hacemos.
Sin embargo estoy cierto de que la realidad indica otra cosa. No hacemos ningún mal. ¡Al contrario!, somos muy generosos, al menos en principio. Lo raro en nosotros tal vez sea eso: nuestro afán de compartir (y de escuchar y de compartir otra vez lo escuchado).
¡Saludos!
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Me haces recordar una novela extraordinaria, Enrique: El sabor de un hombre, de Slavenka Drakulic (no he vuelto a encontrar nada más de esa autora, pero juro que es pavorosamente buena). Ahí, el personaje femenino dice algo como que le da vergüenza decir que escribe poesía, como si fuera un pecado o una enfermedad contagiosa (perdón, cito de memoria). Así somos a veces. En fin, a compartir y disfrutar al hacerlo, no hay más remedio.
Saludos
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Me anoté la novela. Tengo ganas de leer algo distinto. ¡Mil gracias por el tip! Sigamos, pues, compartiendo.
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Es verdaderamente notable pero difícil de conseguir, yo la encontré de casualidad. Ojalá tengas suerte.
Un abrazo
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El barco de un niño, donde vive un adulto. abrazos
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Así es de algún modo. En el fondo me genera una envidia tremenda esa capacidad de mantener vivo al niño…
Abrazo
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La Aventura de navegar en un poema, es como el mar. Al compás de las olas llevaremos nuestra nave hasta los confines. Gracias por compartir la buena nueva. Se puede construir el sueño. Se puede vivir en él. Un abrazo desde Chile.
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Qué maravilla tenerte por aquí, Rodrigo, protagonista de esta genial aventura de piratas. Muchas gracias por pasar y opinar. Me parece hermosa tu Nave Imaginaria, la osadía que me pone una gran sonrisa en la cara.
Va un abrazo mexicano agradecido
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Envidiable espíritu. Su comentario, después, ya nos exime de toda palabra.
Cariños, D. (usté también tiene algo de Capitana…)
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No sabes (ok, tú sí puedes saberlo) la emoción que me dio leer el comentario de Rodrigo. Es increíble cómo este mundo digital hace estallar las fronteras.
Un abrazo marinero
PD Gracias por tus últimas palabras. No son ciertas, claro, pero las agradezco mucho.
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Te entiendo a la perfección D.; hay veces que un simple comentario nos lleva el alma como todo un volumen de un maestro antiguo.
Lo demás, dejémoslo allí. Uno dice lo que siente y eso también,ambos, lo sabemos.
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Me encantan estos rebotes, que el capitán haya visto tu post, que comente, que se cierre el círculo. Y yo quiero aprovechar para contarles que, a pesar del reconocimiento y la matrícula, la Nave sigue siendo atacada por un grupo de vecinos, entonces se abrió una petición para juntar firmas y llevarlas al Consejo Patrimonial de Chile para que se declare patrimonio a la nave y no la puedan demoler. Les dejo el link a la página por si quieren firmar: http://goo.gl/Yk71qQ
Y muchas gracias por compartir la historia, danioska.
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Gracias, Ricardo, por escribir y por el enlace. Lo firmo ya. Qué feliz coincidencia, tener entre los lectores de esta entrada tanto al protagonista de la historia (Rodrigo) como al autor de la misma (tú). Es mi día de suerte.
Saludos y gracias a ti por una historia notable
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tal vez nos hemos embarcado en un juego donde no importa si lo haces bien o lo hgaces mal, sino hacerlo, y quizá un día lo perfeccionas o no, pero lo que en verdad es importante es que se juego, el de escribir, nos mantiene siempre siendo niños y no hay nada en este mundo que valga tanto la pena o quizá si, pero el amor es algo más complejo y efímero dicen….
abrazos linda
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¿Quién dijo que el amor no es un juego? Uno que compromete cada milímetro de vida y donde se arriesga la piel, es cierto. El problema es que por lo mismo lo tomamos demasiado en serio. Pero coincido contigo en que en el camino dejamos tirada la actitud lúdica, en la que Rodrigo Parra vive a diario. Qué envidia.
Abrazo fuerte, amigo querido
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Saludos desde la Isla Negra. Aun seguimos en batalla. Esta vez. La Contraloria General de la republica (pronunciad con voz oscura y grave) vecinos insisten en la destrucción. Aqui les va un cañonazo de optimismo.
http://algarroboaldia.blogspot.com/2014/10/contra-viento-y-marea-la-nave-imaginaria.html
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Ya escribí algo allá. Sólo añado: gracias por la actualización, espero de corazón que pronto nos cuentes cómo la estupidez perdió la batalla.
Abrazo
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