El pueblo de los siddopa (literalmente, «Los Que Recordamos») vive escribiendo lo que sucede a su alrededor, con el fin de que las lecciones de la historia puedan ser realmente aprendidas. Registran «cada palabra pronunciada, cada emoción, cada movimiento de sus cuerpos, cada color de la mañana y cada aroma de la noche». Lo cuenta el escritor mexicano Alberto Chimal en el muy rico Gente del mundo (Ediciones Era), respuesta lúdica a las Ciudades invisibles de Italo Calvino y en la línea de las minificciones de Borges. A través de textos breves, el autor de Toluca hace un catálogo de civilizaciones imaginarias desaparecidas (¿o por venir?), cada una de las cuales se caracteriza por gestos cargados de fuerza simbólica.
Según cuenta el propio autor, una primera versión del libro se publicó en 1996 y ahora presenta ésta, definitiva y embellecida, que también incluye la breve descripción de ilustraciones «perdidas», que el lector debe imaginar. Además del pueblo escribano con el que abre esta entrada, en el libro se mencionan muchos otros: los que buscan hablar la lengua que entiende cada órgano del cuerpo, para sanarlo; los que llenan las ciudades con sus muertos; los que se sientan en un lugar y no vuelven jamás a levantarse, abandonándose a la vida; los que viven siempre en estado de trance.
En este país, donde todo el mundo se siente menos, muchos escritores sólo atinan a plagiar (perdón, admirar pasivamente) a las grandes plumas. Chimal las lee, las procesa y crea una nueva propuesta a partir de sus planteamientos, una que dialoga sin complejos con aquellas. Mientras sigo leyendo sobre los siddopa, me encanta que se tome el riesgo y no se empequeñezca: «Su escritura, increíblemente rica y compleja, tiene signos para todas las cosas imaginables y muchas de las inimaginables […] Los siddopa sólo tienen prohibido consignar el acto mismo de escribir. Se cree que buscan evitar la tentación del infinito».
Reblogueó esto en Cultureando en Barinas.
Me gustaMe gusta