«Comes tanto porque no disfrutas la comida»: Shriver

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Entre los motivos por los que alguien escribe está la catarsis. Lionel Shriver, autora de la desgarradora We Need to Talk About Kevin, lo sabe muy bien (da click aquí para leer mi reseña de esa novela). En 2013 publicó su nuevo libro, Big Brother (Harper Perennial y, en español, publicado por Anagrama): se trata de un grito catártico de culpa. Me lo regaló mi querida amiga Arantza y recién lo terminé. En él vuelve a abordar las familias disfuncionales, pero esta vez el tema de fondo es tanto la obsesión social por el peso como la condena hacia la obesidad mórbida pero, más todavía, la insatisfacción profunda de muchos, que no se sacia comiendo. Y digo que el libro es producto de la culpa porque está basado en la propia historia de la autora: su hermano murió en 2009, por complicaciones derivadas de la obesidad. Así, en la novela Shriver imagina qué hubiera pasado si ella lo hubiera ayudado a reducir sus dimensiones.

La historia aborda la vida de Pandora y Fletcher, un matrimonio estadounidense convencional que recibe de visita a Edison, hermano de Pandora. Él es un jazzista fracasado y gordo descomunal que pone sobre la mesa (además de donas, mantequilla y una torre de hotcakes como desayuno) el tema del rechazo visceral hacia los obesos, nuevos criminales contemporáneos. Edison lo apunta:»Dices ‘gordo’ no como una descripción sino como un veredicto, como si fuera una abominación, la fuente de todo el mal y la corrupción del universo. Como mucho, pero no he matado a nadie. No soy pedófilo. Ni siquiera te robé la cartera» (traducción mía, p. 129). Si bien la novela se cae estrepitosamente al final, me deja una idea interesante entre las manos: como sociedad hemos dejado de lado el interés por el sexo como tabú porque ya resulta demasiado accesible, pero a cambio hemos vuelto la vista hacia la comida. El asunto es que estar satisfechos no nos satisface, lo que realmente queremos es el deseo. Estamos hechos para tener hambre, para buscar la satisfacción: «Comes sin medida no porque disfrutes tanto la comida que no puedes parar, sino porque no la disfrutas. Y ya que comes para saciar un apetito que no puedes satisfacer, la cantidad de comida que ingieres es potencialmente infinita» (traducción mía, p. 200). Vaya, revelador y crudo concepto sociológico que una vez más lleva a pensar que no comemos con la boca sino con las expectativas sociales, con las frustraciones, con los miedos, con las historias personales.

En cualquier caso, no puedo criticar la novela sin caer en un spoiler, así que me limito a desear que Big Brother haya cumplido con la catarsis que Shriver buscaba, pero como lectora me quedó a deber.

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

8 comentarios sobre “«Comes tanto porque no disfrutas la comida»: Shriver

  1. Mastico (para usar un verbo acorde al tema) tu penúltima oración. Ella encierra una clave que me permite entender, aunque de manera póstuma, a una tía que padeció tal enfermedad. Creo que comió y ‘tragó’ sus frustraciones. Pero ese imán que fue el vacío nunca se colmó.
    Y me pregunto, como seres insatisfechos ¿cómo transformamos nuestra carencia en motivación? (A la cuestión sociológica le sumo la filosófica, verás.)
    Un abrazo gigante.

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    1. Uy, querida, la pregunta que planteas es justo el quid del asunto. No tengo, por desgracia, una respuesta, pero aventuro una hipótesis: supongo que aprendiendo a estar en paz con uno mismo y haciendo lo que uno ama. Al menos así me gustaría saciar mi «hambre».
      Abrazo que espera alimentar el alma

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  2. El tema del deseo (y del deseo del deseo) ya lo hemos tratado antes, la mayor parte de las veces cuando tocamos los temas del budismo y similares. Me parece estupenda la lectura que haces aquí y estoy de acuerdo con ella. En cuanto a la estigmatización que destacas de ciertos actos o de ciertas condiciones humanas, me lleva a la pregunta ¿qué deseo se esconde tras esa necesidad de buscar siempre un «objetivo» estigmatizador, si se me permite el verbo?
    Con respecto a la pregunta que plantea Verónica (al margen: qué bueno es que alguien te deje una pregunta así en tu blog ¿no?), creo que la respuesta es sencilla de formular pero muy complicada para llevar a la práctica: hay que transmutar todos los valores. La idea es de Nietzsche, así que no soy original al plantearla; pero creo firmemente que es el único modo de transformar la realidad. La he puesto en práctica en mi propia vida y los resultados han sido maravillosos. Me animo a plantear esto como una forma de acción válida porque he visto –demasiado asiduamente,por desgracia– que la gente se mueve con ideas preconcebidas y erróneas y las toma como verdades reveladas y absolutas y eso les produce una profunda angustia y empobrece sus vidas de una manera lamentable. Cuando he tenido la oportunidad de transmitirles mis puntos de vista, han visto que esta idea (la de «transmutar los valores») produce cambios siempre positivos. Así que tal vez no esté tan equivocado (sé que no lo estoy, pero no me permitiré esa inmodestia aquí).
    Abrazo enorme.

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    1. Sí, el «deseo de desear» nos ha movido a intercambiar opiniones más de una vez, Borgeano querido. La pregunta de Verónica es estupenda, por supuesto, y la tuya no se queda atrás. No sé por qué tenemos la necesidad de estigmatizar algo o a alguien, pero vaya que es fuerte el impulso y que cedemos a él con una naturalidad pasmosa. Voy a caer en un lugar común pero, ¿será herencia de la formación judeo-cristiana? Bueno, a ver si no voy a caer yo en lo mismo que critico: siempre que hay que echarle la culpa alguien encuentro mi chivo expiatorio favorito en la religión, jaja. En lo que no tengo duda es en aplaudir tu comentario sobre la transmutación de los valores, en su cuestionamiento y consecuente renovación. Me encanta y sí, creo que es vía de transformación de adentro hacia afuera.
      Abrazos

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      1. Hace poco una amiga me dijo eso mismo «¡Qué fijación con la religión tenés!» (dijo «tenés» porque es argentina). Pues yo también le hecho la culpa a la religión; creo que ella es la principal causante de todos estos desmadres. Bien lo dijo Foucault y luego nuestro querido Michel Onfray. Así que no estamos fuera de rumbo cuando criticamos a la religión por estos asuntos.
        Vaya, me dejas rumiando temas para otra entrada.
        Abrazos irreligiosos.

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