#LunesDeMonos ¿Hay mayor don que unas buenas tetas?

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Por principio, dispensen que use este dibujo rojillo para ilustrar en sentido contrario, porque no, estoy convencida de que no hay mayor encanto que un par de toronjas talla 36Z.

Cada vez más mujeres progres, profesionistas y profesionales independientes, llevan puesta la quincena. Ropa, zapatos y accesorios, maquillaje, joyas, cremas, tratamientos y, claro, las necesarias cirugías estéticas. Me regocija, es el mejor esteitment de que realmente hemos aprendido, de que ya nos liberamos del yugo servil «agradarás a tu prójimo sobre todas las cosas», propio de nuestro sexo durante siglos. ¿Qué es aquella aspiración de la anticuada Sor Juana de «poner bellezas en mi entendimiento/ y no mi entendimiento en las bellezas»? No, señoras mías. Desde la monja jerónima hasta la ilustradora española Sara Herranz (quien perpetró esta ilustración malévola del #LunesDeMonos), esa caterva de machorras, insatisfechas y feministas que quieren ser atractivas por su conversación y sus lecturas, no por sus implantes, ha hecho daño (no mucho, es cierto). Así que, lo dicho: nosotras a seguir con el mandato de los Padres de cerrar la boca y abrir las piernas. Nada más, pero nada menos.

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

14 comentarios sobre “#LunesDeMonos ¿Hay mayor don que unas buenas tetas?

  1. Un asunto delicado. Seamos sinceros: como bien saben los chefs de todo el mundo, la comida entra por los ojos. Así que eso de obviar el aspecto físico me parece de lo peor del «posmo» o del «progre» reinante. Claro está que si nos quedamos sólo en eso nos convertimos en algo peor: émulos del neandertaldelismo (agarrate con el neologismo) más estúpido que pudiera pedirse en el siglo XXI; como tan bien lo sabía Sor Juana allá en su tiempo. ¿Y entonces, para qué lado salimos corriendo? Yo, como siempre, para el más difícil: el que dice «Quiero todo». ¿Por qué conformarme con menos? Claro está, éste camino es el más difícil porque requiere que uno se transforme en aquello que sea digno de semejante premio, no es cuestión sólo de pedir como si el mundo nos debiera algo. Si uno quiere el premio mayor debe trabajar para ganárselo; no vale, en estos casos, comprar el billete ganador de la lotería. Hay que trabajar, mucho y bien. Después, si no se llega, al menos uno se queda tranquilo sabiendo que hizo todo lo posible (y se queda, también, con los beneficios de ese trabajo; no es poca cosa haber aprendido a caminar erguido y haber aprendido a tocar el piano en el intento).
    Perdón por la extensión querida; hoy me levanté verborrágico. ɴ̶ᴏ̶ volverá a ocurrir.

    Abrazos por docenas.

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    1. Tema delicado, lo sé, querido. El post no tiene la intención de abogar porque todos (en este caso, todas) vayamos por la vida en pijama y el cabello con nudos de un mes, no. Más bien la ilustración de Sara Herranz me dio la excusa perfecta para exagerar sobre eso que me inquieta y sobre el que tengo una postura digamos que poco flexible (ok, ok, intolerante): la cuasi urgencia porque todo el mundo se haga cirugías plásticas y, claro, se cuelgue encima la última moda de todo: ropa, accesorios, cremas y demás, a riesgo de ser demodé si no lo hace. Me parece lamentable que las mujeres «liberadas» e «independientes» no logremos soltar esa nueva forma de esclavitud. Es decir, qué bien que nos vistamos, peinemos, hasta nos echemos perfumito, pero sin exagerar, sin creer que por eso ya en automático puedes poner la mente en pausa. En fin, sé que me entiendes, ¿verdad que sí?
      Un abrazote (y sí, hasta verborrágico eres bienvenido por aquí)

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      1. Por supuesto que te entiendo y estoy totalmente de acuerdo contigo (con vos). Los excesos en cirugías y demás agregados o modificaciones son torpes, lamentables y, en muchos casos, aberrantes. Lo que quise decir con mi acelerado comentario es lo siguiente: Está muy bien pedir ese «todo», es decir un cuerpo y un cerebro al tono. Pero –he aquí una importante salvedad– uno debe mejorar cada día para poder pedir eso; claro está, cuando digo «mejorar» lo hago en el sentido de superación personal (física, emocional e intelectual), de ninguna manera por medio de cirugías o excesos propios de las modas o de los cánones impuestos por la industria. En síntesis: que estamos de acuerdo, D.; sólo que éste medio a veces entorpece un poco el mensaje (echémosle la culpa al medio; nosotros que somos bellos e inteligentes no tenemos la culpa de nada).

        Abrazos .

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  2. «Voz populi, voz Dei» y sigue triunfando el teorema de Lisitrata, así como el otro refrán que nos recuerda que «mujer que sabe latín, ni se casa ni tiene buen fin». Besos pérfidos.

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    1. Ay, estudié dos años de latín pero en realidad no «sé latín», de modo que DiosQuiera quizá tenga esperanza de matrimoniarme y, como dirían en México algunos iluminados, «casarme bien».
      Besos con sabor a abyección

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  3. Si bien, no son frecuente coincidencia y cada vez mas raras en su estado natural, cuando se juntan en un cuerpo que armoniza y un cerebro funcional, que importa perder la cordura y tocar las puertas del paraíso. Natura pura, digo yo…

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