Por amar los libros y contagiar el gusto de leer, el escritor Eduardo Casar recibe el mayor reconocimiento que otorga la UNAM. Faltaba más.
No puedo estar más orgullosa de que mi geografía emocional esté pintada de azul y oro. Estudié Letras en la UNAM, la que además de regalarme amigos de las entretelas, la poesía de los Contemporáneos, unas soberbias clases de literatura medieval y mi deslumbramiento ante Madame Bovary, me dio maestros de a de veras. Uno de ellos se llama Eduardo Casar González.
En un salón de la Facultad de Filosofía y Letras, por ahí de 1994 Casar me llevó de la mano a hundirme en Rayuela, de Cortázar, y volver con la piel más sensible. Luego, a asomarme a las teorías del cuento, buscar darle el golpe a “Muerte sin fin” de Gorostiza, hacer amistad con la uruguaya Idea Vilariño. Después se volvió lector de mis poemas, perpetrados en las islas, entre clases. Fue tan irresponsable que me animó a seguir escribiendo y este año pagó las consecuencias: llegó con la amistad por delante a presentar mi libro de poesía Rabia de vida/ Rabia debida. Ese mismo Eduardo Casar, poeta, narrador y doctor en Letras, acaba de ser nombrado merecedor del mayor reconocimiento que la UNAM otorga a universitarios destacados: el Premio Universidad Nacional 2015 en el campo de Creación artística y extensión de la cultura.
Para no dejar sin decir el gusto que me da, subrayo que me emociona muchísimo que mi UNAM reconozca a uno de sus académicos más comprometidos con la docencia (Eduardo sigue dando clases en la FFyL) y también uno de los más necios promotores de lectura gozosa que han pisado este país. Porque Casar contagia su vicio de leer desde el disfrute, desde las tripas, sin mamonerías ni poses, y esa postura vital sin duda va entretejida en este espaldarazo a su trayectoria.
Celebro la noticia sonando todas las campanas al alcance y aprovechando la excusa para compartir este espléndido poema suyo, del libro Habitado por dioses personales. Digo, para seguir en esta cosa bonita del disfrute en este #MiércolesDePoesía.
Instructivar acciones
Perdóname que no
pueda besarte
pero es que vivo adentro
de tu boca.
Trágame,
para que ya circule adentro
de tu sangre.
Si al tragarme
te duele la garganta,
cierra los ojos y trágame:
dentro de ti me gusta
moverme hasta morirme.
Perdóname
nuestros ojos cerrados.
Eduardo Casar, “Instructivar acciones”, Habitado por dioses personales (INBA/Calamus).
(Originalmente publicado en mi blog Deli(b)rios sitio web de la revista SoHo).
Felicidades al maestro, me recorde la pelicula al maestro con cari;o, donde hay un compromiso de actitud y saber. Pero aca se le a;ade el de poeta y que poesia breve, e intensamente erotica. /perdona, el tablero esta desconfigurado.
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Es un enorme maestro, de literatura y de poesía.
Gracias, querido, un abrazo
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¡Qué bueno! Si éste poemazo es una muestra de la fuerza de su trabajo ya tiene otro fan.
Y en ese caso dele también mi enhorabuena por el premio, el poema y tamaña alumna (¿pero no se avergüenza usted de haber estudiado?). Y queda advertida: cuando vuelva usted a Europa deberá traerme una canasta de libros (pago, no se preocupe, sobrepeso incluido y por adelantado si hace falta). Besos literarios.
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Es un poeta de primera línea, de verdad. Cuando vaya a las Europas sin duda llevaré libros, querido, no tenga la menor duda.
Besazo
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Delicioso poema. Un maestro con todas las letras. ¡Genial Aplaudo de pie.
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De eso damos fe yo y una legión de alumnos, tanto de la UNAM cómo de fuera de ella. Además todo, es un gran gran amigo y ser humano.
Saludos
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Destacable su participación en la difusión de la cultura a través de la Radio Educación y por supuesto, en La Dichosa Palabra tv.
¡Felicidades!
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Claro, ese es otro ángulo muy interesante de su quehacer, mucho más conocido por el gran público pero igualmente relevante, Alejandro. Qué bien que lo señalas, ayuda a pintar el cuadro completo del personaje.
Un abrazo
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Felicidades a Eduardo por el premio; lo tiene más que merecido. Y gracias por compartir este poema suyo, que puede provocar sudores…
Abrazo
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Si la vocación de un poema es provocar sudores y evocar sabores ya de entrada me gusta. Y éste, claro, lo logra con creces.
Abrazo para ti
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