«¿Por qué nos dedicamos a escribir después de todo? Se nos da por ahí, ¿a causa de qué? Bien, porque antes hemos leído. […] La primera lectura, la noción, subrayó, de primera lectura es inolvidable porque es irrepetible y es única, pero su cualidad epifánica no depende del contenido del libro sino de la emoción que ha quedado fijada en el recuerdo […] no me refiero a la importancia de los libros, me refiero simplemente a la impresión vívida que está ahí, ahora, descolgada sin remitente, sin fecha, en la memoria. El valor de la lectura no depende del libro en sí mismo, sino de las emociones asociadas al acto de leer», dice el narrador de Los diarios de Emilio Renzi, el libro más reciente de Ricardo Piglia (Anagrama).
La luz inunda la enorme ventana de mi cuarto (¿es verano?). Estoy metida en la cama, acabo de despertar. A gusto, sin ninguna prisa (¿fin de semana?), estiro la mano al buró y tomo el Robinson Crusoe ilustrado que anoche dejé ahí. Robinson y Viernes están conociéndose, no comparten más idioma que las señas. Poco a poco, Robinson le enseña las palabras y Viernes empieza a hablar. Mientras una punzada de hambre me hace ir a la cocina por una manzana (¿cerca de mediodía?), voy imaginándome cómo le enseñaría a mi Viernes las palabras hambre, caminar, mesa. De nuevo en cama, con los rayos del sol en las manos, muerdo la manzana y me hundo de nuevo en la lectura.
Esa estampa de mis ocho o diez años es uno de los instantes más perfectamente felices que recuerdo de mi vida. ¿Cuál es tu recuerdo favorito asociado a la lectura?
Genial. La primera experiencia de leer es esplendorosa
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¿Qué recuerdo tienes de ella?
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Leyendo «El nombre del viento» de Patrick Rothfuss, ya entrada la noche (a eso de las 4) escuchando Daft Punk a todo volumen (en auriculares, por supuesto).
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Gracias por la precisión, me imaginé siendo tu vecina y de pronto me entraron unas incontenibles ganas de matarte.
Por el libro que mencionas, esa experiencia necesariamente es reciente, Matt. ¿Algún recuerdo de una primera lectura, es decir, de tu infancia o primera adolescencia?
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Es que tengo 17 años jajaja. Pero mi primera lectura fue de un librito que me regalaron en mi decimo cumpleaños (creo). Era de Alfaguara Junior, «El último espía» de Pablo de Santis. Todavía lo tengo en mi biblioteca.
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Eres demasiado viejo para participar en el blog, pero haré una excepción contigo, Matt. Yo también tengo en mi biblioteca mis primeros libros, los que me contagiaron el vicio de leer.
Gracias por pasar, saludo.
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Gracias, danioska! Jaja
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Un abrazo.
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¡Cuánta ternura encierra ese recuerdo infantil! Puedo verme a mis cinco años, en las vacaciones escolares de invierno, leyendo día a día mi primer libro «largo», Una niña anticuada de Louisa May Alcott. (Confieso que temía olvidarme de leer y por eso la obsesión). De allí en más no pude (ni quise) dejar de leer.
Besos de un ratón de biblioteca a otro.
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Qué preciosa, te imaginé con esa preocupación. Besos de quien debes haber conocido en otra vida, en una biblioteca.
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Mi más viejo recuerdo de lector es con un Tom Sawyer que me regaló mi mamá. Fue mi primer libro, al inicio de la primaria. Recuerdo mucho ese libro, el objeto…
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Uy, Tom Sawyer fue gran compañero de infancia. Yo tenía una edición grande, ilustrada, a color. Amaba a Tom y también a Jim, el niño negro.
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La mía era una edición ilustrada, pero chiquita, con tapas de color rojo que no se me olvida. Es un buen recuerdo. Me gustaría seguir teniendo ese libro.
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Es de esas nostalgias que emocionan.
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Sí.
Va un nostálgico abrazo.
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=)
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Estudiando en CCH-Sur leíamos por compromiso hasta que llegó una profesora y nos recomendó leer «Un Mundo Feliz» y «Fahrenheit 451″…La recuerdo mucho y a los personajes principales los guardo entrañablemente en la memoria (El Salvaje y Montag). Lo mejor es que aún conservo esos libros… Ü
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Qué suerte, leer esas dos joyas como chavito debe haber sido un agasajo total.
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Mi primer recuerdo es de antes de aprender a leer. Estaba tan ansiosa por saber, que intentaba acordarme de memoria un cuentito corto que siempre me leían. Y después se los «leía» a los demás, con las ilustraciones como ayuda memoria. Los adultos obviamente me seguían el juego y yo contenta… pero nada más lindo, un poquito más grande, de descubrir la lectura silenciosa, solitaria y libre de soberbia.
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Lindo recuerdo, Juje. Resulta entrañable esa niña que se moría de ganas de leer y anunciaba una lectora intensa. Gracias por compartir.
Un abrazo.
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