Sigo sin poder pasarme el trago que se llama Malcolm Lowry, que es su novela Under The Volcano. La figura del Cónsul, borracho durante tres cuartas partes del libro, me desarma. No conozco otra obra artística que de este modo me ponga en los zapatos del abatimiento, de la agonía y la soledad, pero también del consuelo y la compañía que significa una botella de alcohol, todo al mismo tiempo.
Que revele cómo una copa tras otra tienen la capacidad dar textura a los demonios que nos rodean y nos ocupan, «lo que están en posesión».
Que muestre cómo una cantina es el verdadero paraíso de la desesperanza, donde el alcohólico finge esperar ayuda, cualquier tipo de ayuda, pero en realidad no la quiere.
De cómo ahí le hablan, implacables, las voces internas, estranguladas de poesía: «Why am I here, says the silence, what have I done, echoes the emptiness, why have I ruined myself in this wilful manner, chuckles the money in the till, why have I been brought so low, wheedles the thoroughfare […]». (Capítulo 12) (¿Por qué estoy aquí? dice el silencio, ¿qué he hecho? repite el eco de la vacuidad, ¿por qué me he arruinado de esta manera deliberada? dice, riendo entre dientes, el dinero en la gaveta, ¿cómo he podido caer tan bajo? murmura la avenida […]». Traducción de Raúl Ortiz y Ortiz para Editorial Era).
Aunque bebo poco y, para mí, decir borrachera es sinónimo de fiesta, de amigos y de pasarla bien cada varios meses, el alcohol ha golpeado a mi familia y a seres entrañables. No puedo, por eso, poner distancia de este bosque de símbolos. Me toca demasiado cerca, carajo.
hay mucha poesía en esas imágenes vacías de la humanidad, ninguna para vanagloriarse, sin embargo, todas hacen capas y capas de una textura implacable e impenetrable para quienes desde lejos o cerca vemos el «abatimiento».
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La pluma de Lowry logra, como nada que yo haya leído hasta ahora, moverse en el tenso filo entre tragedia, farsa y poesía. Por eso cala tan hondo.
Un abrazo…
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Sin tener cultura etílica y menos conocimiento del señor mencionado, definitivamente, cala.
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Buena lectura. Por favor no me ha dicho si recibió mi libro al correo que me dijo. Saludos.
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Hola, Mario, lo recibí pero no puedo abrirlo, es decir, sólo me deja ver la portada!
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Miro de nuevo si hubo un error. Gracias.
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A ti!
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Ya estás en mi palabra, ja,ja,ja,ja…
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pues yo en estos días probé por primera vez un trago de jack daniel’s y wao!!!… que rico!!!… disculpa si el comentario no viene mucho al caso… o al post…
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Viene al caso en tanto el alcohol es disfrutable, hasta que en un momento deja de serlo.
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Bajo el volcán es una de esas novelas tan ricas y complejas que cada uno la siente en una parte diferente del cuerpo. Lo que tú destacas, Julia, no es un punto menor, claro está; tanto en la novela como en la vida de quienes hemos sufrido esta enfermedad o condición en alguien cercano.
Abrazo.
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Me interesa saber qué viste en tu lectura. Es tremenda, sin duda, y da para infinidad de lecturas, pero m
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Acabo de terminar por tercera vez Cien años de soledad, libro que uno debe leer una vez por década, al menos. De Bajo el volcán, ahora, a la distancia, recuerdo la soledad. Hay un escena que me eriza la piel (aquella en que el hermano del Cónsul llega en auto y la ve a ella regando las flores en la terraza). Veré si la encuentro y, más que nada, si encuentro un volumen económico para volver a leerlo (espero que ahora se entienda la referencia a Cien años de soledad).
Abrazo.
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