Estoy leyendo esta joyita, Escritura no-creativa: La gestión del lenguaje en la era digital, de Kenneth Goldsmith, publicado por SurPlus Ediciones.
Es alucinante su visión sobre esta era cuajada de lenguajes, es decir, idónea para la experimentación de quienes jugamos a escribir textos propios y desentrañar ajenos (textos entendido en la acepción más amplia del término). Ahí va una idea que se explica brevemente pero tiene un montón de capas de sentido: «Todo ese lenguaje invisible atraviesa el aire que respiramos [y] es apabullante: televisión, radio terrestre, radio de onda corta, radio satelital, banda ciudadana, mensajes de texto, datos móviles, televisión satelital y señales de celular, por mencionar sólo algunos. El aire está saturado de lenguaje disfrazado de silencio«.
Olé.
Es un tema apasionante, pero para no aburrirte sólo apuntaré unas breves reflexiones.
Como bien dices, hay muchos lenguajes y no todos son orales. no es que el lenguaje se disfrace de silencio (aunque es una bonita figura), es que el silencio es una forma de expresión, una forma de lenguaje si lo prefieres.
El lenguaje no sólo transmite, también preserva, mantiene y proyecta la cultura. Cultura y lenguaje están imbricados de forma única.
Alguien dijo que nosotros somos, esencialmente, pasado. Y ese pasado se conserva (y altera, nada es perfecto) en forma de lenguaje.
Así que somos, en esencia, lo que nos transmite el lenguaje.
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Me gusta tu propuesta de concebir el silencio como un lenguaje en sí mismo. En cuanto a si somos esencialmente pasado no sé, no coincido, o tal vez sí pero en la medida en la que siempre estamos re escribiendo el pasado, tan susceptible él a enmiendas. Quizá, en el fondo, ambos dijimos lo mismo…
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Entiendo que nuestro hoy está construido a base de nuestros «ayeres». Es cierto que reescribimos el pasado, el propio y el ajeno, constantemente. Pienso que es una suerte de deporte de riesgo, pues juzgamos con unos ojos lo que otros, o nosotros mismos, no pudieron ver de la misma manera.
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Esa reescritura constante del pasado me encanta y me intriga. Si siempre lo enmendamos, lo parchamos, ¿qué queda al final? Si la memoria es acomodaticia, quién sabe quiénes somos en realidad, ¿no es cierto?
No podemos hablar del futuro porque, evidentemente, es un sinsentido abordar lo que no conocemos. Tampoco del presente. Al no tener distancia crítica, lo vemos parcialmente. Entonces sólo nos queda el pasado, mismo que retocamos cada día al recordar lo que queremos, con los matices que nos apetecen. Siendo así, ¿cómo podemos de verdad comunicarnos unos con otros si hablamos siempre sombras? Quizá ahí entra la necesidad absoluta del sexo y del arte (sí, asumo la herejía): nos ofrecen la sensación efímera de que no estamos solos. Uy, perdón, me puse espesa.
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No te pones espesa, te pones densa, que es más interesante. Propones tema para muchas veladas.
Creo que toda esa reelaboración que hacemos de nuestra existencia se debe a la necesidad de encontrarle un sentido a ese sinsentido que es la existencia.
Sexo (más bien procreación) y arte están ahí para acercarnos a la inmortalidad, para dejar algo de nosotros que perdure.
Nos comunicamos gracias al lenguaje. Llegar a entender al otro quizás sea imposible, únicamente podemos acercarnos más o menos según nuestras habilidades. para ello todo suma: arte, sexo, ciencia… y silencio, por supuesto.
Perdón por el desorden y la incoherencia, pero demasiadas ideas bullen a un tiempo.
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De acuerdo con todo, salvo con ese sexo=procreación. Justo lo veo al revés: lo que más nos acerca a la inmortalidad es el sexo per se, sin otro fin. Por lo demás, suscribo todo.
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Yo hablo de inmortalidad en el sentido de dejar algo material aquí. El sexo o su recuerdo (o cualquier recuerdo) no deja nada más allá de las personas con quien lo compartimos y ellas también terminarán por desaparecer..
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Sí, desaparece, pero el orgasmo (igual que el momento de creación) es el momento donde realmente trascendemos.
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Suponía que te referías a eso. Por desgracia, sólo nos lo creemos. Simplemente es química en nuestro cerebro. Pero, si no creemos, poco somos.
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Intuí que intuías pero quise subrayarlo, solo para evitar confusiones.
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Se agradece la aclaración. Aunque las confusiones a veces son buenas.
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Touché. Punto para ti.
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«No hay nada por fuera del texto» Dijo Derrida alguna vez y creo que dio en el blanco como pocos. Ahora, con respecto a la cita debo decir que no me cuaja del todo. No creo que haya lenguaje allí donde nos señala Goldsmith; sólo hay ondas de radio, de microondas o de lo que sea, pero no lenguaje (¿En un bosque solitario los árboles hacen ruido al caer?). Si no hay decodificador, no hay lenguaje. La imagen que destacas en negrita es bonita, es poética, es atractiva; pero no creo que sea cierta.
Estas palabras que acabo de dejarte ¿dirán algo cuando cierres la página luego de responderme delicadamente como siempre lo haces? (Como verás, ya me voy curando en salud).
Abrazísimos.
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Figúrate que no sólo destaqué en negritas la frase porque sea bonita, sino porque coincido con ella. El lenguaje está ahí, haya o no decodificador. En otras palabras, hay poesía aunque no haya lector? Sin duda.
Y para que veas que soy buena persona, no me enredo en discusiones en las que seguro perderías. Mejor te mando un beso delicado y me retiro a dormir.
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Pues a mi la imagen me gusta, me refiero a que detras del silencio también se están diciendo muchas cosas, desde un no me interesas, no puedo responder ahora o ni siquiera ví tu mensaje; y me estoy refiriendo al contexto digital de la comunicación, ese lenguaje liquido en que esperamos respuestas o likes para atenuar la soledad de la era digital;en los rostros de otros podemos ver aun sin ver su movil, o monitor el reflejo de lo que están recibiendo por mensajes, en efecto nos habla el silencio; fuera de ese contexto en un libro o un buen verso El silencio nos establece un espacio para la reflexión, poblando nuestros pensamientos, como la catarsis despues de haber estimulado nuestra mente con una imagen que intenta transmitirnos algo. Es un silencio productivo. Muy interesante.
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Es un silencio muy cargado de ecos, que podemos o no oír pero ahí están. Eso me resulta fascinante, imaginarme la cantidad de cosas que en este mismo segundo cruzan enfrente de mí en forma de ondas invisibles cuajadas de mensajes que no escucho/leo/entiendo.
En fin, salud.
Abrazos.
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Me apunto este libro. No lo conozco. Gracias
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Es realmente bueno, me ha disparado un montón de inquietudes sobre el arte no-creativo. Ojalá te guste también.
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