El fin del mundo no está cerca. Es decir, no está cerca, ya está aquí. Lo sabe la mosca que un cruel tiene por mascota para arrancarle las alas, para quitarle las patas. También lo sabe el niño que juega en la frontera de Israel con un paraguas amarillo, pretendiendo que es un arma. Y el amante que alguien arma y desarma, y teme que un día lo reemplacen por un modelo de última generación. Sobre todo, lo sabe el amante que visita hoteles de paso, tristes hoteles de paso, y desde ahí señala: «Las llamas del infierno son una imposibilidad. Existen a manera de metáfora. Quienes las concibieron usaron ese eufemismo con el propósito de designar las camas de los hoteles de paso cuando un hombre solitario, sin sueño posible, piensa en:
a) la ausencia de la mujer perdida
b) la ausencia de la mujer ansiada
c) la presencia de una mujer que no es la aludida ni en a) n i en b)».
Y sí, qué Hollywood ni que nada: estar a solas en un hotel de paso bien encarna el auténtico, el más apocalíptico fin del mundo, sin estallidos ni efectos en cámara lenta pero sí desgarramientos, mucha sangre, música trepidante y, acaso, algún ángel caído entre los escombros.
El amor antes y después del final del mundo, libro reciente del escritor mexicano José Luis Enciso, es un rosario de cuentos eficaces, agudos, que exploran los diferentes registros del deseo desde la imaginación (¿hay mejor resorte contra la desesperanza?). El autor sabe usar la pluma para poner acentos de sorpresa, para subrayar la ironía que toda devastación conlleva, para crear ritmo en relatos que no dan tregua. Como los sobrevivientes, él y ella, que se besan con voracidad, que lamen «las costras de mugre y lodo del otro», que no logran escapar de los fantasmas. O como el amante que está solo en un hotel y para quien, de todas las soledades, «la blanca es la peor. Los glaciares saben de eso. Las sábanas de los hoteles de paso, también».
¿Es importante imaginar qué pasa antes y después del fin del mundo? Sí, según este libro, sí. Y mucho.
palabras a flor de piel 
«Registros del deseo desde la imaginación, del temor del amante remplazado por el modelito de última generación buscando en las gélidas sábanas de un hotel de paso motivos para creer que las llamas del infierno son una imposibilidad» sin lugar a dudas has despertado mi curiosidad por leer el libro. Buen motivo para imaginar qué pasará despues del fin del mundo, claro todos representamos esos pequeños mundos, abrazos 😃
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Creo que lo disfrutarás, querida, ya me cuentas. Besos y abrazos.
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Bueno, casi me has convencido que tendré que leer este rosario de cuentos enciseños, si fuera únicamente por el placer de conocer este ritmo que no da tregua. Pero, eso dicho, estoy pensando que las rutas por la cual cada uno anda al fin del mundo pueden ser muy diferentes.
El fin del mundo de la oruga será diferente del de la mariposa … y el de un analfabeto contento será indudablemente diferente del de un dramaturgo suicidiariamente deprimido por las malas reseñas de su nueva obra en la noche que se estrena. Pero nuestro José Luis E ha seleccionado astutamente su tema, que tiene esta universalidad a la que se refiere la rola “El mundo se va a acabar” de los maestros del Son Jarocho, Mono Blanco:
El mundo se va a acabar, El mundo se va a acabar, Si un día me has de querer, te debes de apresurar
Y bueno si ya está acabando el mundo de veras, me debo apresurar a leer los cuentos del maestro Encisco, antes de que llegue el apocalipsis, el mismísimo que pronosticó Robert Oppenheimer, tras su primer test atómico, parafraseando la Bhagavad-Gita: “Ahora me he convertido en la Muerte, destructora de mundos.” Si José Luis estaba con nosotros ahora mismo, su respuesta seguramente se limitará a tres palabras… Nucleares, Jacobo…¡Nucleares!
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Como Mono Blanco bien sugiere, conviene apresurarse a los cuentos de José Luis, porque de veras que estamos en el 3, 2…
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