En 2012, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara anunció que entregaría el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances al escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, en atención a la calidad literaria de su narrativa. Un grupo de escritores mexicanos publicó entonces una carta abierta en la que protestaba por el hecho y traía a cuenta las acusaciones de plagio que desde 2009 pesaban sobre el peruano, acusado de robar 16 artículos de escritores distintos.
Empezó un ir y venir de declaraciones: de este lado, los que defendían a Bryce, decían que el robo periodístico era cosa menor y pertenecía al ámbito judicial; del otro, los quejosos, que subrayaban que darle el premio a Bryce empañaba el prestigio de la FIL, porque un artista que tiene pendiente un juicio por plagio debe primero ser exonerado, para entonces ser considerado para un reconocimiento. Lo cierto es que el autor de Un mundo para Julius recibió el premio (y el dinero), aunque no en un evento en Guadalajara, sino en su casa de Lima, lejos de los reflectores. En ese «oscurito» tan socorrido en el país. Desde entonces su nombre se desdibujó en México, tanto que prácticamente nadie habla de él (no sé qué tanto sea leído), y la FIL tuvo que lidiar con el desprestigio causado por la controversia. Es decir, en buen español, que todos salieron raspados.
Me acuerdo del tema ahora que en el país se comenta la investigación de Carmen Aristegui sobre el presidente Peña Nieto, según la cual éste plagió cerca de una tercera parte de su tesis de licenciatura en Derecho. Aristegui presentó anoche el reportaje en el que muestra que buena parte del trabajo universitario del ejecutivo fue robado al pie de la letra de otros 10 autores, sin citarlos. De nuevo, no es cosa menor ni se trata de «errores de estilo», como asegura el vocero de la presidencia. Si genera ámpulas el hecho de que un escritor se apropie indebidamente del trabajo y las ideas de otros, en el caso de un presidente el asunto es mucho más serio. Aunque ya sabíamos que Peña Nieto es corrupto, torpe y pequeñito, no deja de preocupar que tenga en sus manos al país. Pero es más grave todavía que dada la montaña de vergüenzas, errores, contradicciones e ineficacias del ejecutivo, el asunto del plagio nos parezca una minucia.
Se dice que un país tiene los gobernantes que merece. En el caso del mío me temo que es así. En el caso del tuyo, me agradaría que no lo fuese.
No obstante, si lo del plagio se considera un asunto menos, quizá sea porque a la población no le importe plagiar, del mismo modo que en mi país se vota a corruptos y defraudadores porque a la mayoría le encantaría serlo.
Es una pena, pero es la realidad y la solución empieza por reconocerlo y abrir un claro debate al respecto que, por desgracia, parece que a pocos le interesa.
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Claro, Gonzalo, tocas un punto toral: quizá el tema del plagio no parece tan grave como lo es porque es una práctica asimilada, aprobada a priori. Igual que la corrupción el fraude que comentas. Carajo, si es que no aprendemos nada de nada.
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El plagio es plagio, aquí en China y en Rusia, es lamentable cuando te dicen que no corresponde actuar en consecuencia por uno de los plagiados. De igual forma cuando el Srio de Educación dice que no es importante que México haya ganado 5 medallas en los olímpicos, porque por historia es lo que siempre ha ganado, por eso no se pedirán cuentas. Es lo mismo, es una mentalidad de pequeñez, desenfado, de poca honradez. Ese es el gran problema, la falta de vergüenza y de valor humano. Hemos observado día a día esos «plagios», pequeños o grandes, y se minimizan en la memoria de muchos, en otro se borra y otros más negados. Ojalá podamos despertar, dejar de estar taciturnos, exigir, y no fingir que solo es algo pequeño. Como puedes presentar una tesis con tanta desvergüenza y además decir que eres profesionista, ahora primer mandatario. Me dueles México
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Relativizar todo forma parte del discurso normalizado en el país. Nada es demasiado importante, nada pesa mucho. Y sí, es de doler.
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El plagio supone engaño y voluntad de engañar. Peor en el caso de un presidente o de un candidato a presidente (como hubo aquí en el Perú en las últimas elecciones).
Te cuento, que Bryce plagió un artículo mío, aparecido en la revista peruana «Quehacer». Me enteré por un correo que me envió una persona que había investigado el caso. Con cambios muy menores (y hasta cosméticos) parece que apareció en dos revistas: una en México y otra en España. Se titulaba «¿Limeño o habitante de Lima?» y se publicó en el N° 153, correspondiente a marzo-abril del 2005 de la revista que editaba y publicaba DESCO (DEsarrollo de la Comunidad) y que hoy ha dejado de aparecer. A pesar de que el plagio, en general, me parece abominable (no sé si esa es la palabra), me siento curiosamente honrado por el hecho que una celebridad como ABE me haya tenido en cuenta. Para nada este hecho quita que yo sea un fanático de sus narraciones y novelas. Diría que es parte de «La vida exagerada de Alfredo Bryce». ¡Triste o ridículo?
Manolo.
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Vaya, entiendo que te halague que un escritor que admiras te plagie, pero es igualmente condenable su conducta. Es increíble, caray, que alguien con su talento caiga en el facilismo del robo en despoblado. No lo entiendo, de verdad.
Un abrazo hasta allá.
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Yo tampoco lo entiendo, a pesar del halago. Plagiar es un delito. Abrazo desde aquí. 🙂
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Una cuestión de cultura, me imagino. http://internacional.elpais.com/internacional/2011/03/01/actualidad/1298934006_850215.html
Conocemos una persona que se da méritos de «mezzo-soprano, cantante y músico» sin ser capaz de leer una sola nota sobre la partitura y sin que el hecho de mentir le impida a acceder a «cursos de formación para la enseñanza de disciplinas artísticas en la educación primaria». ¿Te das cuenta? Yo creo que al grande Estado Mexicano le toca interrogarse seriamente sobre muchas cosas. Enhorabuena por tu nuevo libro.
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El caso del funcionario alemán es congruente: admite su error y renuncia. Aquí, en cambio, se habla de «errores de estilo». Vaya contraste brutal, pero no es, ni de lejos, lo peor que hemos visto de EPN. Ojalá nos preguntemos qué estamos, qué hemos estado haciendo tan mal para que estas cosas sean una raya más al tigre.
Gracias por la enhorabuena, qué te digo, estoy contenta.
Un abrazo.
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Bravo!!! Muy bien dicho.
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Saludos…
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Igual.
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El asunto del plagio le parece una minucia a la mayoría de la población, sin duda. Están en lo correcto, tú y Gonzalo. A millones de mexicanos plagiar les parece lo de menos, una preocupación inútil y mamona de ratones de biblioteca, y seguramente no sólo están dispuestos a plagiar sino que lo han hecho sin ningún problema (ninguno), en la secundaria, la preparatoria y/o en la universidad.
Dicho eso, a mí no me parece lo más grave que este caso de plagio sea el de un presidente; es grave pero no es lo más grave, sí lo es la magnitud estimable del problema: estoy seguro de que si revisáramos con rigor todas las tesis, de todos los grados, una mayoría de ellas tendría al menos un plagio. Al menos. La mayor parte del tiempo la he dedicado a la academia y conozco de diversas maneras tanto universidades públicas como privadas, de provincia y de la capital, y una de las constantes estudiantiles es el plagio, que no es una práctica infrecuente entre los profesores. Por tanto, lo más grave se extiende a otros asuntos: la baja calidad de la educación universitaria (lo que suele haber es una cosa indigna de ese nombre, de hecho), el imparable declive de los títulos académicos como indicadores o predictores de capacidad y virtud, la corrupción más allá de la política, y simultáneamente la obsesión (que se acusa sola) con el cumplimiento de formalismos dentro de las «universidades», al punto de que a veces casi todo se reduce a eso, a sacar, presumir y reproducir unos papelitos. Aquí va un etcétera enorme… Y por tanto también, deberíamos preocuparnos de si hay plagios y falsificaciones de títulos y dejar de preocuparnos por si la gente tiene títulos o no (Peña lo tiene, como sea pero lo tiene, como tantos otros, políticos y no), para preocuparnos por si la gente sabe o no sabe, hace o no hace, aprende o no aprende. Siempre pongo un ejemplo que amarra todo: Octavio Paz no fue más que bachiller… y hay que ver todo lo demás que así fue.
Un abrazo.
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Tu opinión enriquece la discusión (como siempre), José. En efecto, el asunto tiene muchos ángulos y entre los más importantes está el problema nacional de ver como habitual la falta de honestidad y también el tema visto como síntoma de un mal mayor, el educativo. Coincido contigo en que el plagio es totalmente habitual entre estudiantes (lo viví como maestra tanto de preparatoria como de universidad) y lo mismo entre profesores. Aunque nunca me tocó atestiguar un plagio de tesis, sé que es cosa cotidiana y, sin embargo, lo que yace en el fondo es un iceberg enorme: el mal aprendizaje, los pésimos criterios de enseñanza educativa donde lo que prima es la calificación y no el gusto por saber, por conocer, por descubrir. Y, claro, tener un título universitario o un posgrado con papelito no significa nada en relación con capacidades, talentos, conocimiento. Sin embargo, disiento en un punto: no me parece una minucia que Peña Nieto tenga un título «como sea». Es presidente de México y no hubiera llegado a donde está si no lo tuviera. Claro, tampoco hubiera llegado sin mil corruptelas, el apoyo mediático, las tranzas, entre las cuales el título es una. En fin, el asunto es complejo y hay que verlo así. Gracias por compartir tu visión.
Abrazos.
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Gracias a ti, por provocar reflexiones.
A mí no me parece una minucia lo de Peña. Me parece grave. Sólo que menos grave que el problema, digamos, nacional, sobre el que casi nadie va a decir ni hacer nada. Como si no existiera. Como si lo de Peña fuera extraordinario… Puede parecerlo porque hoy está donde está, pero no lo es. La verdad es que él, antes de ser político y presidente, hizo como «estudiante» «universitario» lo que hacen la mayoría de los jóvenes que van a las «universidades». Ahorita mismo cientos de futuros políticos y altos funcionarios en todos el país lo están haciendo, y sus profesores y universidades no están haciendo nada para evitarlo. Si Peña plagió efectivamente la tesis, a más de cuatro profesores y una burocracia les valió madres todo al respecto, o son unos titulados absolutamente incapaces…; si no, cómo habría plagiado efectivamente la tesis? Así se puede ver todavía más claramente cuál es el problema de fondo.
Entonces, el «como sea» era otra cosa: digo que es finalmente irrelevante tener un título, pues hasta los Peña lo tienen, lo obtienen como sea (lo que es un problema) pero lo tienen. Si tantos tienen títulos y los consiguieron plagiando, la tesis o antes, sin nunca estudiar de veras, o se los regalaron, como suele ser aunque no se acepte, qué valor tiene un título? Que significa? Por eso la preocupación no debe ser si la gente tiene títulos o no -ya vimos que no significan mayor cosa, porque se pueden «ganar» de cualquier forma-, debe ser qué ha hecho, qué hace, qué puede hacer, y cómo obtuvo un título si es que lo tiene.
Paralelamente, habría que alejarse todo lo posible de gente como los que se burlan del presidente porque no lee pero no son lectores ellos mismos, de los miles de plagiarios modestos y de bajo perfil que ahora atacan a un presidente por plagiario. A Peña hay que criticarlo pero también a muchos de sus críticos. Para ellos, el problema es el plagio o sólo es Peña? Se oponen a algo malo o sólo a Peña? Fíjate en esta curiosidad relacionada (en cuanto a los desequilibrios que en todo esto aparecen): Jorge Volpi no defendería a Enrique Peña Nieto por haber plagiado, no lo disculparía, pero se la pasó dando vueltas en público para defender y disculpar a Alfredo Bryce Echenique (hasta ganarse una refutación de mi admirado y estimado Fernando Escalante que lo dejó en ridículo). Qué nos dice esto?
Saludos!
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Subrayo tu comentario: desde mi visión, el problema no es solamente Peña, sino minimizar el plagio, hacerlo menos, tolerarlo. Y hablando de Volpi, hoy compartí en FB este artículo de León Krauze que lo deja muy mal parado en el tema: http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/dresser-y-volpi-inspirados
Auch.
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De acuerdo.
Lo de Volpi con Dresser: ridículo. Segundo gran ridículo de Volpi (que con todo sigue siendo lo mejor del Crack…). Dresser, bueno, qué decir, su personaje público es ridículo desde hace muchos años. Su cara académica es otra de las caras derretidas, y muy mal maquilladas, de la gloriosa academia nacional.
Abrazo.
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No sé si Volpi sea lo mejor del Crack, lo encuentro muy irregular. Creo, en cambio, que Padilla (y no porque acabe de irse) es consistente. Y en cuanto a Dresser, me cae mal y la siento taaaan acartonada en su papel de libertaria de la nación que vaya… No me sorprende.
Abrazos.
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Seguramente tienes razón sobre el Crack. Te creo.
Saludos!
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Saludos, José.
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Con otra de las trampas del señor Peña Nieto, ahora que empieza el Ciclo Escolar a los niños se les va a enseñar, de primera instancia, cómo conjugar el verbo «Plagiar»… ¿No?
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Supongo, sobre todo en primera persona.
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El poder, tema más que estudiado desde tiempos inmemoriales y que tal vez tenga sus mayores exponentes en Maquiavelo, Nietzsche y Foucault, siempre se encuentra en el centro de la mira; pero también, y esto es moneda corriente, por desgracia, suele salir impune de estos embrollos. Ya se sabe que no es lo mismo robar si se es pobre que rico; y lo mismo sucede en casos como éste. Andan corriendo por allí algunos ejemplos europeos de políticos de alto nivel que han renunciado al hacerse público casos de plagios. No creo que suceda lo mismo en nuestra latinoamérica.
Un abrazo.
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Claramente no va a suceder, cero esperanza de que ocurra. Un par de días después de este post me sigue escandalizando que para muchos sea poca cosa, incluso se burlen de la noticia dada por Aristegui por «chiquita». No entiendo nada, de verdad.
Beso.
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Cuando en Europa le preguntaron a García Márquez por el «realismo mágico» el les dijo que si conocieran latinoamérica verían que eso era «realismo», a secas. Creo que aquí tenemos un ejemplo claro de que GGM tenía mucha más razón de la que suponía.
Beso.
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Y sin olvidar la muy manoseada pero no menos exacta frase de Breton: México es el país surrealista por excelente (y creo que aplica para toda nuestra América).
Besos.
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Sí, pero prefiero volver mi mirada a los muchos mexicanos o latinoamericanos que valen la pena y que hacen de éste un continente también con características únicas. EPN es sólo un ejemplo de lo peor de nosotros y aunque por el cargo que ocupa el asunto no es menor, tampoco es sintomático de toda una sociedad (espero no ser demasiado iluso en este aspecto). Me remito a algo que escribí no hace mucho: «“México es una disciplina para el espíritu” escribe Jo Hopper (esposa de Edward Hopper) en uno de sus diarios. “Para cualquier cosa te hacen esperar hasta volverte loco. Llevan la mantequilla pero no el pan. El café se enfría esperando la leche…”, pero después añade: “Pueden ser encantadores estos mexicanos…”
Pues eso: que son encantadores a más no poder.
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Gracias por las dos partes que me tocan, querido. Qué te digo…
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