La inteligencia artificial nos gana otra batalla (o no)

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Un equipo de especialistas de DeepMind, la empresa británica de Inteligencia Artificial (IA) que es propiedad de Google, desarrolló durante años un programa computacional secreto, basado en redes neuronales. Éstas son complicados circuitos creados por el hombre, que imitan la operación del cerebro humano: muchas capas de neuronas virtuales procesan información, la analizan y al final toman decisiones como las personas, además de tener la capacidad de aprender de sus aciertos y errores. Aunque suene a ciencia ficción, todos los días convivimos con estos sistemas inteligentes: entran en operación en el momento en el que buscamos una foto en Google o cuando etiquetamos amigos en Facebook.

El asunto es que nadie supo del trabajo encubierto que llevaban a cabo 20 expertos ingleses en este tipo de software. Por fin, en enero de 2016 un artículo en la muy reconocida revista científica Nature dio a conocer la existencia de AlphaGo, el programa de IA desarrollado en DeepMind. Según se explicaba, los científicos emplearon redes neuronales para enseñar a una computadora el rebuscado juego de mesa Go que, a decir de los entendidos, comprende un número mayor de movimientos y posibilidades que el número de átomos que hay en el universo. El artículo de Nature señalaba que, recientemente, AlphaGo se había enfrentado a Fan Hui, el campeón europeo de Go, y lo había vencido de forma apabullante: 5 a 0. Se trataba de todo un suceso. Pero venían más sorpresas.

Antes de seguir conviene explicar de qué trata este juego estratégico. Aunque quizá no sea muy conocido en México, lo cierto es que el Go nació en China hace unos 2,500 años. En él, los contrincantes tienen fichas (llamadas “piedras”) blancas y negras, respectivamente, que van poniendo por turnos sobre las intersecciones de un tablero de 19 por 19 cuadrículas. Una vez colocadas, las piezas no se pueden mover. El objetivo es rodear por completo las fichas del contrincante, con el fin de capturarlas y así obtener ese territorio. Gana quien al final posea más porción del tablero.

De acuerdo con Demis Hassabis, cofundador de DeepMind, una partida de ajedrez tiene un promedio de 20 posibles movimientos por turno, mientras en Go se trata de unos 200 movimientos por turno, en promedio. Además, según el científico Christof Koch, quien escribió un artículo al respecto en la prestigiada revista Scientific American, el número total de átomos en el universo observable es de 1080: esto incluye todas las galaxias, estrellas, planetas, personas, perros y árboles. En contraste, un juego de ajedrez permite un estimado de 10120 movimientos, pero uno de Go maneja un número muy superior: 10360. Eso explica lo complejo que es y la virtual imposibilidad de capturar en algoritmos sus posibilidades. De ahí que para los científicos en informática represente un reto mayor el hecho de lograr que una máquina le gane a un humano en este juego. Muchos especialistas han trabajado por años en distintos proyectos con el fin de alcanzar este objetivo y cuando en enero de este año se anunció que AlphaGo había derrotado al campeón europeo de Go, nadie dudó que la cosa era de atenderse.

La historia de máquinas inteligentes que son superiores a los humanos no es nueva. En 1996 Gary Kasparov, campeón mundial de ajedrez, se enfrentó a una supercomputadora desarrollada por IBM. El pesado dispositivo, de nombre Deep Blue, era capaz de evaluar 200 millones de posiciones de piezas por segundo. El encuentro constó de seis juegos: Kasparov ganó tres, empató dos y perdió uno. Sin embargo, al año siguiente el ruso perdió frente a una versión mejorada de Deep Blue (más bien, Kasparov abandonó la partida). El jugador dijo en su momento que la computadora había hecho un movimiento tan sorprendente, tan poco propio de una máquina, que lo sacó por completo de balance y no pudo seguir con la partida. Y, por supuesto, las máquinas ya nos aventajan en varios campos, por ejemplo:

  1. pueden memorizar más dígitos pi que una persona: 13 billones, comparados con el récord humano, de apenas 70 mil;
  2. multiplican más rápido números de ocho dígitos: 858 billones, mientras el más rápido de los humanos logra en el mismo tiempo sólo 10;
  3. son más hábiles jugando ajedrez: en promedio, una computadora es capaz de vencer a un campeón humano 76% de los partidos;

En este contexto, la hazaña de AlphaGo supera por mucho todo lo conseguido anteriormente. Luego de vencer a Fan Hui, el campeón europeo de Go por 5 a 0, en marzo de este año la máquina se enfrentó en Seúl al coreano Lee Se-dol, campeón mundial en esa disciplina. ¿El resultado? 4 a 1, a favor de la computadora. Así, AlphaGo marcó un parteaguas importante en la historia de la convivencia entre humanos y máquinas: varios desarrolladores de software especializado lo reconocieron como el mayor logro en el campo de la Inteligencia Artificial hasta el momento. El resultado causó enorme revuelo en el mundo de la informática, porque recientemente expertos involucrados en el desarrollo de programas computacionales para vencer a humanos en Go habían calculado que tardarían otros 10 años en lograr que las máquinas triunfaran.

Claro, si quizá para algunos no es relevante que una computadora le ganara al jugador, sí lo es el hecho de que representa un avance exponencial en la comprensión y el uso de las redes neuronales, lo que tendrá aplicaciones inmediatas en otras esferas, como la salud, las comunicaciones, la política y (ay) la guerra. Y es que si la IBM que derrotó a Kasparov en 1997 pronto cayó en desuso, una historia distinta parece esperar a AlphaGo. Los desarrolladores de software se dicen fascinados por el principal rasgo que distingue a la “hija” de DeepMind: su capacidad para dividirse en dos, jugar contra sí misma y así mejorar su desempeño. Esa bien pudiera ser la característica que a partir de ahora señale los productos de IA, aumentando de forma exponencial su poder y flexibilidad.

Al combinar el diseño del cerebro humano con rasgos propios de la IA cabe esperar muchas novedades, mucho más allá de ver a un software ganarle a una persona. Y cabe no perder de vista que, al final, como señaló John Kelly, de IBM, no se trata de máquinas contra humanos: el triunfo de una computadora es el triunfo del ser humano. 

(Originalmente publicado en www.thinktankmedia.mx).

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

12 comentarios sobre “La inteligencia artificial nos gana otra batalla (o no)

  1. Excelente tu artículo…hay que mencionar a los matemáticos ALAN TURIN Y VON NEUMAN/Padres de la computaciòn y las redes neuronales/SIN PERDONAR AL GOB DE GRAN BRETAÑA POR LO QUE LE HICIERON A TURIN!!!\ SUPONGO QUE YA SE ESTÅ UTILIZANDO LA COMPUTACIÒN CUÁNTICA/LA PROX GENERECIÓN DE ORDENADORES…\a esperar cuál es la prinera que compone un poema/ o hace el QUIJOTE DE LA PRÓXIMA ERA…eso es TODO!!!…PARA VERLO!

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      1. Gracias, Josdamet. No creo que «sentir» sea una condición necesaria para «crear». Hay mucha tela de dónde cortar sobre ese tema, pero existen muestras de textos escritos por computadora que son más «emocionales» que algunos escritos por humanos. Es fascinante, porque el planteamiento tiene que ver con qué hace que un cuento sea un cuento, que un poema sea un poema.

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    1. Gracias por tu comentario, Luis, agradezco tu lectura. Ya hay, por supuesto, poemas «escritos» por computadora y otros en los que el mundo virtual participa de manera decidida en el resultado final. Existen de muchos tipos y son parte de una experimentación que ha ocurrido desde hace tiempo. En especial me interesa la exploración digital que ha hecho la española Belén Gache (por ejemplo esto, aunque ya tiene tiempo, pero me resulta un planteamiento propositivo con «patas»: http://belengache.net/gongorawordtoys/), la norteamericana Amaranth Borsuk (http://www.amaranthborsuk.com/) y el francés Serge Bouchardon (http://lossofgrasp.com/). En fin, todo esto es parte de un tema que me fascina.
      Saludos…

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  2. Quiero recordar que el campeón de Go llegó a ganar alguna partida, pero es un detalle irrelevante. Está claro que en este sentido somos más limitados que las máquinas.
    Respecto a la derrota de Kasparov, se ha especulado mucho. Desde que la famosa jugada fue un error de programación a que jugaba con ventaja porque tenía una base de datos en la que podía consultar lo que quisiera, pasando porque casualmente Kasparov tenía acciones de IBM que después del encuentro subieron bastante. A día de hoy tengo en mi tableta un programa gratuito que me da cien vueltas.
    El debate debe dirigirse no hacia lo que pueden llegar a hacer las máquinas, sino en cómo lo utilizaremos (o lo estamos utilizando ya).

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    1. Claro, mencionas el terreno ético, por llamarlo de algún modo, que es uno de los ángulos de este tema tan complejo. Por cuestiones de extensión de mi texto no me metí nada por ahí, me limité a reflexionar un poco sobre lo que significa que una máquina ya sea la campeona de Go y el hecho de que a corto plazo eso puede tener implicaciones en todos los órdenes, pero claro que tocas uno de los matices más importantes e inquietantes. Con tanto loco en el mundo y al mismo tiempo tanto genio, no sé qué pensar sobre nuestra capacidad humana para llevar a buen puerto la capacidad casi ilimitada de las computadoras. No me pongo apocalíptica por no caer en el lugar común, pero sí me callo y respiro hondo.
      Sobre lo que comentas de Kasparov: no sabía de sus acciones en IBM y no sé por qué no me sorprende. En cualquier caso, lo cierto es que se retiró y no ha vuelto a enfrentarse a una máquina, lo cual me pone sospechosista.

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  3. Impecable artículo, el cual, como suele suceder en estos casos, preocupa (el famoso miedo ante lo desconocido, vamos). En alguna parte leí, hace tiempo, que los robots o como sea que vayamos a llamar a las máquinas que posean un alto nivel de IA, deberían llevar en sus programas las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov. Éstas son:

    1. Ningún robot causará daño a un ser humano o permitirá, con su inacción, que un ser humano resulte dañado.
    2. Todo robot obedecerá las órdenes recibidas de los seres humanos, excepto cuando esas órdenes puedan entrar en contradicción con la primera ley.
    3. Todo robot debe proteger su propia existencia, siempre y cuando esta protección no entre en contradicción con la primera o la segunda ley.

    Se han estudiado bastante estas tres leyes y parecen ser mucho más que efectivas. El problema como siempre y tal como bien dice Gonzalo al final de su comentario, es cómo vamos a actuar las personas, no las máquinas. Supongamos que el complejo militar (mis reservas son las mismas que las tuyas, como ves) decida no usa la primera de esas leyes ¿Entonces qué? Pues nada bueno parece poder deducirse de ello, pero sería absurdo culpar a una máquina por ello.
    Como siempre, el futuro está en nuestras manos.

    Cariños.

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    1. No conocía las tres leyes de Asimov y me suenan sensatas, aunque creo que funcionan más bien como una especie de código de ética ideal, que la mayor parte ignorará con irresponsabilidad olímpica.
      Dices bien en cuanto a que las máquinas no podrán ser culpadas de aquello con lo que sus creadores, los humanos, las alimenten. El asunto es bien complicado y, para variar, angustiante. En fin, la cosa se mueve tan rápido que en cuestión de meses estaremos viendo aplicaciones concretas de redes neuronales en terrenos y de formas que seguramente no harán retomar esta discusión. Mientras, a encomendarnos a San Isaac.
      Beso.

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      1. Mira que estas cosas hasta me han hecho desear permanecer aquí por un poco más de tiempo del que tenía pensado pasar. Aclaro lo anterior que está horrible: me refiero a que a veces uno ve que todavía hay cosas que aprender, que admirar, que amar y bueno, que tal vez este tipo de avances tecnológicos, peligrosos por un lado, también pueda servir para otras cosas más positivas, tales como dejarnos un ratito más acá para que podamos seguir charlando entre nosotros, por ejemplo. En serio que lo pienso y que creo que ése sería un motivo más que suficiente.

        Besos. Plural.

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        1. Lo sería, por supuesto. Me imagino la de lecturas que nos evocarían algunas noticias y, quizá, los textos que nos empujarían a escribir. Y además nos veo, ya viejos, discutiendo sobre el tema al pie de «un vaso de bon vino», como quería el poeta. Sí, aguanta, aguantemos, vale la pena.
          Muchos.

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  4. Me atemoriza que lleguemos a descubrir que es el humano creando «otro» humano, tal como decir máquinas creando máquinas. Quizá nosotros mismos no seamos más que algún modelo muy limitado, que siente la necesidad de ser ya reemplazado por un modelo de mayores capacidades.
    Saludos de ficción !

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