Sigue el recuento de los (ricos) daños del año. Es decir, de las lecturas que voy a seguir llevando conmigo.
Por hoy, felicidad. Felicidades.
8. Max Aub, Crímenes ejemplares, Libros del Zorro Rojo, 2015
Estas narraciones mínimas del hispano-mexicano exponen las razones de quienes cometieron un asesinato. Son, de veras, el no-va-más del humor negro.
“De mí no se ríe nadie. Por lo menos ese ya no”.
Otro crimen ejemplar de Aub, éste, sobre alguien a quien le huele la boca.
9. Julián Herbert, “Soñar el sol”, en Norte, antología compilada por Eduardo Antonio Parra, Editorial Era, 2015
Este libro resulta determinante para entender lo que pasa hoy en las calles de la colonia narrativa mexicana. Por qué está tan prendido el asfalto de sus avenidas y callejones, cómo se explica el temblor que le corre bajo tierra. Sobre todo en el norte. En este cuento del escritor nacido en Acapulco, un tipo sale del bar con dos mujeres. Y con bastante alcohol. Y con pastillas. Entre todos la arman.
“[…] De pronto se esfuma el dolor de cabeza. Arrugas pálidas. Otro trago de ron. Recorro a Mary con la visa y eso le gusta, a Mary le gusta. Mary está poniéndose contenta. Los ojos muy grandes y muy negros.
—Todavía estoy chavo, aunque no lo creas.
Vacío el resto del vaso. El efecto de la cápsula y el ron es inmediato: un deseo muy claro de contemplación. Acelerado. Sin sensaciones. […] Beso su cuello y beso el rumor que se agita bajo su cuello, beso los brazos y la nuca esbelta, densa, me acerco y meto las manos bajo su bata, sus pechos apenas tibios, los poros abiertos que huelen a jabón y agua cloratada”. p. 232, 233
10. José Ángel Leyva, “Versos perros”, en Coágulos del sueño, Parentalia Ediciones, 2013
Aquí hay palabras bien puestas y van acompañadas de otras, también certeras. El poeta de Durango ha hecho versos a partir de sus desvelos. Si todos los insomnios fueran así de luminosos.
“Muy temprano Quizás a media noche
-Quién tiene un reloj de sueños en el pulso-
Oigo al perro roer la cruz del alba
Gime el can mientras arranca bocados de madera
En mi almohada la cabeza y la baba son de plomo
Gruñe el animal y yo maldigo
la prisión en que dormimos juntos […]” p. 10
11. Yasunari Kawabata, Lo bello y lo triste, traducción de Nélida M. de Machain, Austral, 2004
Un reencuentro de amantes luego de muchos años de distancia puede ser todo lo inocuo que se quiera. Pero también puede poner a temblar los cimientos. El autor japonés es un fregón si se trata de diseccionar la fragilidad.
“[…] Por los malecones […] pasaba mucha gente joven. Sólo unas pocas eran parejas con niños. Casi todas parecían enamorados. Muchachas y muchachos tomados de la mano o sentados muy juntos al borde del agua. A medida que oscurecía su número aumentaba.
—En invierno hace mucho frío aquí —asintió Otoko.
—Dudo que perdure hasta el invierno.
—¿A qué te refieres?
—A su amor. Para entonces algunos ya no tendrán ganas de ver al otro”. p. 120
Aquí, otro fragmento de la novela de Kawabata.
12. Luis Bugarini, «Atisbo», en Hora líquida, Editorial Abismos, 2015
Cada día es un caleidoscopio renovado. O así parece en estos versos del escritor mexicano que observa lo mismo una cuchara, que un tren, una bocina y un insecto. En todos los casos juega con las posibilidades y privilegia la intimidad que provoca asomarse a una escena nunca antes vista.
«El pan
se corta
en el plato;
moronas
dibujan,
galaxias,
luces,
estrellas:
acento festivo
de una mañana
cualquiera». p. 16
13. Lenny Bruce, Cómo ser grosero e influir en los demás, traducción de Laura Salas, Malpaso, 2016
Este año se publicó en español la autobiografía de uno de los primeros humoristas-filósofos (los comediantes de-a-de-veras asumen el binomio como parte del oficio). Se trata de la versión en español de lo que el neoyorkino publicó en Playboy en los años 60. Me caigo muy mal por no haber leído antes nada de Bruce. Es necesarísimo.
“[…] ’Pon freno a la gonorrea en este país, qué cerca que está ya el fin’. Qué emoción producir el primero Gonomaratón de la tele. En vez de aprovecharse de niños que salen con sus muletas, podríamos tener a glamurosas estrellas: ‘Amigos, hemos reunido seiscientos ochenta mil dólares esta noche, un dinero que se empleará en investigación y tratamiento, se acabó la humillación de los hombres que tenían que plantarla en el alféizar y pillársela con la ventana’. Una gran campaña publicitaria — ‘¡Recuerden, un poco de prevención, los centímetros más importantes!’ — y quizá también una bella actriz dramática que ofrezca su testimonio”. p. 104
14. Sôgi, Shôhaku, Sôchô, Poema a tres voces de Minase. Renga, traducción de Ariel Stilerman, Sexto Piso, 2016
En tres líneas, cada haikú del libro compone una estampa poderosa. Qué manera de crear mundos, y conste que se trata de poemas escritos hace seis siglos. Éste es de Sôgi.
“Mi deseo de verte
como el rocío una y otra vez
muere y vuelve a nacer”. p. 101
Lo que me dijo el poema en una mañana de abril motivó esta entrada en el blog.
El de «Poema a tres voces» me lo quiero leer. 🙂 Ya veré si algunas de tus lecturas también me provocan algo.
Un abrazo.
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Ojalá me platiques qué te pasó con lo que leas, si coincides o no.
Gracias por pasearte por aquí. Abrazos.
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Estoy intentando reducir, también, mi pila de libros. Pero en cuanto lea este te comentaré algo. 😉
Abrazos.
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Aunque la pila de libros a veces genera una cierta angustia, es al mismo tiempo una forma material de la felicidad. Que no desaparezca, pues.
Abrazos
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Me he quedado pillada con varios de ellos…..tengo una lista tan larga de libros por leer y tan poco tiempo que necesitaré dos vidas para hacerlo. 😉 Gracias por compartir y besos de cava para este día de noche de celebración.
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Me pasa igual, la pila de libros por leer crece y crece, más todo lo nuevo que va saliendo. Supongo que es lo que se denomina «angustia existencial».
Abrazos enfiestados.
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¡MUY FELIZ NAVIDAD! 🙂 🙂
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Igualmente para ti, Manolo. Un abrazo apretado.
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