«La palabra es una entidad soluble. Una sustancia que sufre varios estados. Sólida cuando se escribe en una hoja de papel […] La conversación, en cambio, es líquida: el diálogo es un manantial que se alimenta de sonido, fluye en tiempo y espacio, de ida y vuelta, desde quien habla hasta el que escucha. La palabra es gaseosa cuando murmura […] El rumor y el chisme son gaseosos, volátiles». -Verónica Gerber, Mudanza (Almadía)
Estoy leyendo este lujo de libro, que disecciona los espacios intermedios entre escritura y artes visuales, indaga en formas de escribir más allá de la página: en el cuerpo, en el espacio.
Cómo me da gusto encontrar libros así, que me reten a pensar más allá de lo habitual.
Escribir en el cuerpo… ya hemos hablado de eso. Escribirlo por dentro y por fuera.
La palabra, sí, el núcleo de todo lo que somos.
Yours.
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El núcleo, sin duda, pero qué incompleta resulta a veces, qué inexacta. Ni hablar.
Abrazo apretadito.
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La palabra es la que nos hace humanos, la que permitió la comunicación, ese salto tan enorme entre especies.
Encontrar la exacta, cocinarla, trabajarla para sí y para los otros, eso ya es palabra mayor. Un juego, una lucha y un triunfo…o un fracaso, como la vida misma.
Se agradece siempre ese impulso nuevo al pensamiento. Gracias por traerlo aquí. Besos ya casi veraniegos.
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Sí, somos por la palabra, ella nos hace porque «no podemos entender lo que no tenemos palabras para nombrar», dice Rosa Montero.
Va abrazo muy fuerte desde un México a cerca de 30º de temperatura.
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