Hoy brindo por mí (disculpen la arrogancia)

Es mi cumpleaños y levanto un vaso de bon vino porque a pesar de los pesares soy necia y no se me quitan las ganas de crear, porque tengo cerca a mi hija y su corazón inmenso alimenta el mío como nada ni nadie, por el amor que saboreo igual que si me fuera a morir mañana, por mi familia y mis amigos que son la misma cosa necesarísima para calentarme el alma. Y sí, también brindo por los fracasos y las palizas que hacen mi historia, porque «siempre voy detrás de lo que siento, cada tanto muero y aquí estoy».

Esta canción de Soledad Pastorutti se titula justo así, «Brindis», y me encantaría haberla escrito yo, pero se me adelantó. Hoy ando más cursi de lo normal (¿más?), de modo que van la letra y la rola.

Anda, brinda conmigo.

«Seguir siguiendo al corazón
y coquetear con la intuición,
seguir creciendo y esquivando las rutinas,
seguir soñando en un rincón,
seguir creyendo que hay un Dios
que me endereza de un tirón la puntería.
Siempre voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
y aquí estoy.

Tantos desiertos que crucé,
tantos atajos esquivé,
tantas batallas que pintaron mis heridas,
tantos incendios provoqué,
tantos fracasos me probé
que no me explico cómo canto todavía

y es que siempre voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
y aquí estoy.

Tantos festejos resigné,
tantos amigos extrañé,
tantos domingos muy lejos de mi familia,
tantas almohadas conocí,
tantas canciones me aprendí
que los recuerdos me parecen de otras vidas.
Siempre voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
y aquí estoy.

Tantas palizas esquivé,
tantas traiciones me compré,
tantos enojos me hicieron mostrar los dientes.

Con mil abrazos me cuidé,
con mil amores me curé,
juntando heridas sigo creyendo en la gente.
Siempre voy detrás de lo que siento,
cada tanto muero
pero no».

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

28 comentarios sobre “Hoy brindo por mí (disculpen la arrogancia)

    1. Es una gran canción, preciosa por donde se le va. Sólo disiento del final, cuando dice: «Ya nada me hace llorar […] ya nada me va a cambiar». Espero que hasta el día en que me muera, las cosas me hagan llorar. Y que también siga cambiando, aprendiendo, creciendo. Gracias, querido Rubén, va un abrazo fuerte fuerte.

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