¿Hay tal cosa como arte no-creativo?

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En el último siglo, la cultura ha sufrido una transformación de fondo y cada vez es más común, aceptado y propiciado el collage, el sampleo, la yuxtaposición, la bastardía creativa. O sea, el MashUp.

Los hermanos Posin, con un museo en Brandemburgo dedicado a sus trabajos y una muy abultada cuenta de banco, han alcanzado renombre internacional a partir de algo que hace un par de siglos hubiera causado escándalo: reproducen pinturas. Es decir, no intentan hacer pasar sus trabajos por originales, sino literalmente pregonan que el plagio bien hecho es una obra de arte. Su catálogo incluye desde la Gioconda de Leonardo Da Vinci hasta El nacimiento de Venus de Botticelli y, en efecto, exactamente re-producen esas piezas: buscan lienzos envejecidos, imitan los pigmentos que usó el pintor original y estudian la psicología del creador para luego impregnar la obra de su alma. Y van un paso más allá: incluso crean obras que no existieron, pero que seguramente tal o cual artista hubiera podido pintar exactamente de ese modo.

Los Posin son, sin darle más vueltas, fruto de un paradigma artístico nuevo, que empezó a gestarse a principios del siglo XX: el de la apropiación, el remake, la remezcla. Si más o menos desde el siglo XVIII la originalidad fue un valor fundamental de todo creador, en la primera mitad del siglo XX los artistas comenzaron a incorporar a su trabajo objetos, imágenes y discursos tomados de otros, dotándolos de nuevos significados. Muy pronto la tendencia creció y se difundió, revalorando fuentes incluso opuestas al arte por ser consideradas prosaicas, como la publicidad o los medios de comunicación. Ya entrado el siglo XXI, los artistas del hipermediatizado mundo 2.0 producen cada vez más piezas de arte a partir de lo ya-existente: se le llama collage, sampleo, integración, reciclaje, copia, yuxtaposición, bastardía creativa, apropiación, readymade, plagio, imitación. O sea, en todos los casos, arte-no creativo. O sí, creativo, pero no según la definición ortodoxa sino fiel a aquello que dijo Picasso: “Los buenos artistas copian. Los grandes artistas roban”. O sea, MashUp.

Este fenómeno, que lleva muchos años en escena, recrea a partir de piezas de otros, reelaboradas para construir algo nuevo. Como dice el crítico Jonathan Lethem en su ensayo Contra la originalidad publicado en español por Tumbona Ediciones: “[…] es evidente que la apropiación, la imitación, la cita, la alusión y la colaboración sublimada forman una especie de sine qua non del acto creativo y atraviesan todas las formas y géneros en el ámbito de la producción cultural”. Es decir, lejos de buscar ser original, esta corriente dominante del arte asume que no se crea desde la nada y a cambio prefiere poner sobre la mesa sus fuentes, entender la originalidad como la revigorización de influencias a partir de nuevas combinatorias.

En este contexto, la Vancouver Art Gallery, una de las más importantes de Norteamérica, abrió al público el pasado 20 de febrero una enorme exposición que titula MashUp. El nacimiento de la cultura moderna. La componen 371 obras de más de 150 artistas entre pintores, fotógrafos, escultores, cineastas, videoastas, músicos, arquitectos, performers, collageros y diseñadores. Dividida en cuatro pisos, cada uno dedicado a una de las etapas del MashUp, es la más ambiciosa muestra que el recinto haya realizado hasta ahora. Propone este breve repaso de la forma dominante de producción cultural del siglo XXI:

PRINCIPIOS DEL SIGLO XX: LA ERA DEL COLLAGE Y EL READYMADE

Con el crecimiento de las técnicas de reproducción mecánica (como la litografía offset y la fotografía), las primeras décadas del siglo XX atestiguaron un cambio radical en la circulación de imágenes. El fotomontaje de fantasía fue una manifestación inicial de esta tendencia, que en poco tiempo transformaría el arte. Pablo Picasso exploró rudimentarios collages, en los que incluyó textos no creados por él, es decir, apropiados, como un pedazo de periódico. También el dadaísmo y el movimiento surrealista, los readymades de Marcel Duchamp y la exploración sonora de Luigi Russolo se inscribieron en la línea de rechazar las formas convencionales. Así se incorporaron a la obra de arte objetos, imágenes, palabras y sonidos tomados de distintas fuentes, recontextualizándolos.

POST-GUERRA: LA ERA DE LA REFERENCIA

Terminada la guerra, la ubicuidad de la radio y la televisión, así como la producción en masa y la mercadotecnia produjeron una segunda ola de cultura MashUp. Inspirada por el collage y el readymade de la primera mitad del siglo, fue protagonizada por músicos, artistas plásticos, diseñadores, cineastas y escritores. En la música, John Cage extendió el principio del readymade y exploró el remix, mientras Andy Warhol no sólo incorporó en su obra el discurso de la cultura pop y la publicidad, sino también replicó en ella los procesos industriales de producción. Así, sus piezas eran al mismo tiempo producto de la sociedad post-industrial y una crítica a la misma.

FINES DEL SIGLO XX: LA ERA DEL SAMPLEO Y LA APROPIACIÓN

La década de 1980 vio surgir una generación de artistas que crecieron frente a la televisión, comiendo Fast Food y consumiendo masivamente, en una economía cada vez más global. Los años ochenta ambién atestiguaron el nacimiento de las cámaras portátiles de video y la fotografía instantánea, además del arte urbano de creadores como Jean-Michel Basquiat y artistas conceptuales, como Sherrie Levine. Y el fin de siglo conoció la explosión de los teléfonos celulares y las computadoras, junto con sus respectivos softwares de modificación de imágenes, sonidos, diseño. Esta tercera ola de cultura MashUp usó la parodia para cuestionar las estructuras de poder dominantes. Así, el siglo cerró con la realidad de que el escenario cultural había cambiado, que el sampleo se convertiría en la nueva fuerza creativa que dominaría los años por venir.

PRINCIPIOS DEL SIGLO XXI: EL REMIX EN LA ERA DIGITAL

El desarrollo de las tecnologías digitales y su asimilación masiva ha provocado un crecimiento exponencial de la generación, difusión y consumo de cultura visual. Hoy cualquiera tiene acceso en su celular a un bagaje casi infinito de imágenes, sonidos y documentos colgados en la Red, además de una todavía mayor posibilidad de copiar y mezclar. Términos como postproducción e integración son parte del vocabulario cotidiano de hoy, en el que las plataformas digitales constituyen una nueva arena de experimentación creativa. Artistas como Hito Steyerl y DJ Spooky estiran la liga de la re-creación, en una exploración que todavía no tiene fin.

Como señala el crítico Kenneth Goldsmith, autor de Escritura no-creativa: la gestión del lenguaje en la era digital: hoy, “el contexto es el nuevo contenido”.

Sin duda queda todavía mucho por explorar en el terreno del arte no-original, del proceso no-creativo, sino más bien basado en la copia y la recontexualización. Habrá que estar atentos para ver hacia dónde se mueve el MashUp.

(Originalmente publicado en el sitio de Think Tank New Media)

 

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

4 comentarios sobre “¿Hay tal cosa como arte no-creativo?

  1. ¿Hay realmente algo que pueda ser denominado «originalidad»? Yo, en lo personal, no lo creo. Cuando un pintor coloca su caballete frente a un paisaje y pinta ¿qué hace? Copia. Cuanto mucho, y sólo hasta cierto punto, puede introducir una variante en la técnica, pero no mucho más que eso. La originalidad absoluta no existe ni creo que pueda existir. Uno es un cúmulo de experiencias, de historia personal y, sobre todo, de limitaciones sensoriales, así que todo esto de ser absolutamente «original» me parece una cuestión más propia del Siglo XX (el asunto viene más por el lado económico: los derechos de autor, etc.) que por un verdadero interés en el tema filosófico de la estética y la originalidad.

    Abrazo poco original, pero abrazo, que es lo que vale.

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    1. No, ciertamente coincido en que no hay tal cosa como «originalidad», pero por un largo tiempo se le buscó como ideal. Lo paradójico (y es una de las cosas que señala Lethem) es que hoy día entre los más celosos defensores del copyright son los estudios Disney que hicieron carretadas de dinero a partir de cuentos tomados de otros. Así de absurdo.
      Va otro abrazo no original.

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      1. Capitalismo al extremo ¿no? Si «yo» tengo que pagar, me desligo de todo concepto ético y legal, si el «otro» debe pagarme a mí, esos conceptos se tornan sagrados e irrevocables. Releí el ensayo de Lethem (gracias) hace una semana y recuerdo la ironía con la que señala «Es sólo una pequeña exageración decir que cada vez que Mickey Mouse está por pertenecer al dominio público, la cobertura de derechos de autor se extiende». Y así estamos, corriendo de absurdo en absurdo (recordemos aquel intento llamado Ley SOPA, por ejemplo).

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        1. De absurdo en másabsurdo, así es, pero cuando leí a Lethem por primera vez me di cuenta de que nunca lo había pensado, es decir, si no fuera porque Lethem lo subraya quizá no me hubiera dado cuenta de ese sinsentido. En fin, suerte que de pronto uno escoge bien sus lecturas…

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