Cuando Borges fue cursi

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Y no poco. Mucho muy. Y también García Márquez. Y Lispector. Quien esté libre de melcocha que tire la primera piedra. Es que por más afanes invertidos en pulir la prosa, en lustrar el verso, a los grandes se les colaron líneas infames. Borges, por ejemplo, escribió esta vergüencita: “Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos puede brindarte toda la felicidad”, mientras Cortázar firmó este pequeño engendro: “Tu pecho me parece el paraíso”.

1.

“Todavía no lo leo. Pero es mi favorito”. Así piensan miles que aunque jamás posaron los ojos en un cuento de Jorge Luis Borges, lo consideran su autor “preferidisísimo”. Que no entendieron la Rayuela de Julio Cortázar y mejor dicen que es malísima. Desean ser admirados por las hondas circunvoluciones de su cerebro, ah, pero la vida es tan cuestarriba que mejor se compran Cómo hablar de los libros que no se han leído: pagan 150 pesos y se ahorran miles.

Para ellos, la amorosa Madre Natura engendró un SerDePro. A través de las redes sociales, él les acerca las plumas celebradas por medio de poemas y “pensamientos”. Son textos baldíos que parecen escritos por cualquiera, pero cuyo nombre al calce añade prestigio al Facebook. Y las masas se derriten.

Hace años, la mano del prócer de la imputación decidió que el poema “Instantes” fuera de Borges, por qué no:

“Si pudiera vivir nuevamente mi vida
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico […]”.

Seguramente lo posteó en un blog y de ahí en adelante todo fue reproducirlo. Hoy, al teclear en Google “Jorge Luis Borges Instantes”, la búsqueda arroja 253 mil resultados.

Me imagino al gladiador de la creatividad como un tipo de peluquín elegante, traje verde botella, orgullosamente miope, rasgo que da cuenta de las horas gastadas en buscar líneas atribuibles. Su innegable talento pasó incluso el filtro de la revista Plural, fundada por Octavio Paz. Según apunta Iván Almeida en el sitio del Borges Center de la Universidad de Pittsburgh, “Instantes” fue atribuido al escritor argentino en la edición de mayo de 1989 de Plural, junto con un comentario de Mauricio Ciechanower, quien subrayaba: “Pieza preñada de un poder de síntesis magistral, ‘Instantes’ refleja los pensamientos más íntimos del gestor de Elogio de la sombra a propósito del trayecto de vida que le tocara en suerte recorrer […]”. Ay.

Luego, el prócer de las letras secundarias confundió a funcionarios de la Secretaría de Cultura de Córdoba, en Argentina. En 2008, en un evento en homenaje a Leopoldo Lugones y a Borges, alguien leyó “Instantes”: el corazón se les desbordaba a todos recordando al querido ciego, al centro de su laberinto. Pero en la ceremonia estaba presente María Kodama, viuda de Borges, quien aclaró destemplada que los versos de marras no los había escrito su marido.

Y Elena, nuestra Elenita Poniatowska, también le rindió honores al héroe anónimo. En 2012, la editorial Random House tuvo que retirar de circulación el tiro completo del libro Borges y México, porque en él aparecía un texto de la periodista, en el que aseguraba haberle recitado al argentino el conspicuo “Instantes”. Luego refería la reacción del escritor ante “su” texto: “–¿Qué puede importarme ser desdichado o ser feliz? Eso pasó hace ya tanto tiempo… Estos poemas son demasiado inmediatos, autobiográficos, son remordimientos”. De nuevo María Kodama, como viuda en celo, exigió que el libro no se vendiera. Y Elena pidió disculpas.

La misma mente sagaz dispuso que García Márquez escribió el ¿poema? “La marioneta”:

“Si por un instante Dios se olvidara
de que soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida,
posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo […]”.

El Nobel de Literatura dijo al respecto en el 2000 que lo mataba la vergüenza de que alguien creyera que él había escrito algo tan cursi.

Otro caso. La Fundación Pablo Neruda ha contratado personal para aclarar en redes que el poema “Muere lentamente” no es del escritor chileno.

“Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo”,

empieza. Resulta tan conmovedor que en 2008 el político italiano Clemente Mastella leyó en el Senado de su país el poema entero “de Neruda”. La prensa aclaró luego que la verdadera autora es la brasileña Martha Medeiros. Al buscar el tema en Google hoy aparecen 80,800 resultados.

Luego, el paladín del trasvase quiso que Clarice Lispector “escribiera”: “Sueña con aquello que tú quieres. Sé lo que quieras ser, porque tú posees apenas una vida y en ella sólo se tiene una chance (sic) de hacer aquello que se quiere”. Y que José Saramago signara: “Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos”.

Como se ve, la mano incógnita es experta en crear Frankensteins literarios, en hilvanar la cabeza de un genio como Borges o Lispector y el cuerpo de un enano de circo. O un tronco promedio con una encantadora cabecita de alfiler. Mejor dicho, es algo así como el gurú de aquel juego de mesa “¿Quién es el asesino?”. Allá había que adivinar quién mató al millonario y apostar por una respuesta del tipo: el mayordomo con el cuchillo en la sala. Algo así, pero en poesía: Borges con “Instantes” en el libro de Elenita.

A los enemigos del paladín sensiblero hay que hacerles notar que no lo mueve el afán de lucro. Su interés es sólo estético, poético: nada gana al unir la frase vacía con la firma incandescente. Más bien brinda una pequeña lección de democracia creativa: si Gabo fue tan irrefrenablemente ñoño, si Cortázar escribió algo tan malo, qué tienen ellos que no tenga yo. Así dignifica el trabajo de los poetas que perpetran rimas atroces, de los narradores fallidos: hace que el mundo los venere porque los rubrica un grande.

Borges, quien (sí) escribió “Ser cursi inmortalmente es una manera de sobrevivir como las demás», quizá le aplaudiría.

(Originalmente publicado en www.thinktankmedia.mx el 6 de septiembre de 2016 con el título Frankensteins literarios: la triste costumbre de atribuir citas erróneas).

 

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

22 comentarios sobre “Cuando Borges fue cursi

      1. A mí me cae peor! Es uno de los personajes públicos que más me desagradan. Su teatrito (pinche teatrito) de la tonta adorable me da ganas de vomitar. Tonta para algunas cosas, no para lo que más le conviene, y adorable tal vez para sus nietos, pero nada más. Obviamente, estoy convencido de que está sobrevalorada. Lo está. Y en parte es culpa de una parte de los medios: han querido convertirla en la abuela democrática de México. Tonterías grillas.

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          1. Sí.
            Dicho eso, estoy a favor de la cursilería en la vida privada e íntima. No cursilería impostada y manipuladora, ni copiada a presión ni tonta de veras. Una sincera, necesaria, y justificada por la relación misma. Ahí, ese «tu pecho me parece el paraíso» de Cortázar no me sería problema (de hecho, me gustaría poder decirlo).
            Un abrazo.

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  1. Por ahí circulan unos versos atribuidos a Benedetti que empiezan con un No te rindas… Es muy del gusto de coaches y similares. No he encontrado a día de hoy una fuente fiable de su autoría.
    Reconozco que a mí la red me ha confundido alguna vez, es muy cómodo moverse por aquí sin necesidad de recorrer estanterías como hacíamos antaño. Además, este medio es muy goloso para los que pretenden dárselas de entendidos sin haber hecho el menor esfuerzo para lograrlo y que, desgraciadamente, abundan.
    Un poco al margen, recuerdo que una vez se hizo un concurso en el que se pedía a los lectores (u oyentes, no recuerdo bien) que escogiesen la mejor novela de la temporada, resultó ganadora El péndulo de Foucault. Lo curioso es que por entonces aún no se había publicado en castellano.

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    1. No me suenan los versos que mencionas, pero no dudo haberlos oído alguna vez. Espléndida, la anécdota sobre Foucault. Me la tengo que anotar para presumirla de vez en cuando. Y sí, a mí también la Red me ha hecho dudar o francamente resbalar, sólo que no olvido cierta malicia de desconfianza.
      Gracias como siempre, querido Gonzalo.

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  2. Qué lindo es leerte cuando escribes largo y tendido; imagino tus dedos moviéndose por el teclado y tu cabello enmarcando tu rostro concentrado.
    ¡Oiga! Vale, vale, vamos al tema.
    Creo que con el paso del tiempo internet va a convertirse en el gran basural del conocimiento. Ya en el mismo principio de la red Umberto Eco (a quien he visto pasar aquí casi de puntillas, pero al que seguramente alguna frase se le ha achacado, no dudo de ello) dijo que el conocimiento, ahora, radica en saber distinguir la verdadera información entre el maremagnum de datos inservibles o falsos que disponemos. Tu texto es un excelente ejemplo de ello. Ahora cualquier «erudito» quiere enmendarte la plana (hace un par de días me tocó uno que quiso darme una clase sobre Mozart con datos falsos (todos, créeme). Poco a poco vamos a tener que volver a las bibliotecas clásicas y a reunirnos en cafés a charlar entre nosotros (sí, dije «nosotros» con plena conciencia. Nosotros. Punto); hay círculos que de puro viciosos resultan encantadores.

    Abrazos.

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    1. Gracias por tus ojos, as always. Y sí, dices bien: Eco está entre líneas, pero el texto ya estaba en el límite máximo de palabras, de modo que ya no lo mencioné de forma explícita. El asunto es, tal cual, como lo señalas: se trata de discriminar… la información (ya veía a los políticamente correctos saltándome a la yugular). De saber qué y dónde leer qué, cómo procesar la información. Y, por supuesto, de celebrar lo vicioso, lo muy vicioso de nuestro círculo. ¿Hay algo más que valga la pena?
      Te abrazo fuerte.

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  3. Julia, tengo que empezar por un jajaja. ¡Qué buen texto y qué divertido!, no sé qué calificativo prefieres aunque sospecho que el segundo. No soy experto en literatura ni mucho menos, tan solo soy un lector medianito que al menos tres veces desde su “honrada medianía” de lector intuyó que la negra “mano del prócer de la imputación” se escondía entre las toneladas de azúcar refinada de los textos de: Víctor Hugo Te deseo, García Márquez La Marioneta y finalmente el insufrible Instantes de Borges, al que ahora agradezco por haberme conducido a tu blog, hay que recordar aquello de no hay mal que por bien no venga. De Elenita no digo nada, respeto su coherencia, merece el Príncipe de Asturias, cursi lo que escribe y cursi toda ella tanto como la 4T.

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