No me gusta el nublado, ni afuera ni adentro

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Soy un poco reptil, el clima exterior me determina mucho por dentro. Con este tiempo gris fácilmente se me hielan las manos; el corazón, otro poco.

Acepto ideas (no importa cuán extravagantes) para que un poco de sol caiga dentro de mis fronteras. Lo necesito.

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

10 comentarios sobre “No me gusta el nublado, ni afuera ni adentro

  1. Suelo tener los mismos sentimientos. Los días grises me opacan el corazón.
    A veces un café bien cargado, un chocolate negro y leer un fragmento de «Rayuela» aquel que dice: «Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu’en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.» me ilumina y me pinta una sonrisa. Ojalá te sirva.

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    1. Qué grandes líneas, Silvia, muchas gracias. Esta imagen es poderosísima: «[…] abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara».
      No soy de café, pero me encanta el té. Me voy a preparar uno de frutas (mi favorito), invitado por ti.
      Buen día…

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  2. ¿Y si fuese justo al revés? ¿Y si el clima interior fuera el que condiciona el exterior? Yo recuerdo cuando veía hermosos los días fríos y lloviosos. Cuando no importaba mojarse y abría el abrigo mientras caminaba para que la sensación confirmara que estaba vivo.
    Tal vez sea cuestión de voluntad, así que ánimo y que brille el sol que llevas dentro.

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  3. Un poco de lluvia y frio de vez en cuando va bien. En la dualidad podemos apreciar y valorar las cosas. También opino como Gonzalo, nosotros somos quienes en definitiva sentimos lo exterior y lo codificamos como agradable o desagradable.
    A mi siempre me han encantado los días lluviosos, pero eso no quiere decir que quiera siempre lluvia. Y lo mismo con el sol.
    Ánimos, J. Cliff; i can see clearly now the rain is gone…

    Abrazo lluvioso y soleado.

    ( Por estas tierras donde vivo hay una canción que reza así: «Plou i fa sol, les bruixes es pantinen.» «Llueve y hace sol, las brujas se peinan»)

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    1. Sí, supongo que tienes razón, igual que Gonzalo, nomás que me gusta hacerme a la idea de que es externa la cosa. Espero que, en efecto, se vayan la lluvia y la grisura. Eso sí, pueden dejar a las brujas peinándose.
      Abrazos…

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  4. No tengo ideas al respecto porque amo el gris del cielo (será porque vengo de una ciudad donde esto es más que habitual). Para mí, el gris exterior es por demás apto para el recogimiento, para la lentitud, para la paz interior. De allí que no pueda dar consejo alguno salvo un tonto «disfrútalo» que no sirve para nada ya que el hecho de que yo pueda disfrutarlo no quiere decir que el resto pueda hacerlo.

    Suyo.

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