Estoy escribiendo (y disfrutando estrepitosamente) un libro sobre artistas plásticos en México, entre los cuales se cuenta el británico Brian Nissen, desde 1963 avecindado en nuestro país.
Investigando sobre él encuentro que refiere esta pequeña anécdota sobre el escritor ruso Victor Serge, muchas veces preso por anarquista, bolchevique y, luego, opositor a Lenin. En suma, a lo largo de su vida pasó más de diez años en cautiverio el novelista y poeta muerto en México en 1947. Cuenta Nissen que, en alguna de sus estancias en la cárcel, Serge se salvó de enloquecer gracias a que llevaba en el bolsillo un papel rojo. En el mundo monocromático que le imponían a través de los cinco sentidos, ese reducto de rebeldía le mantuvo cuerdo.
Ese poder liberador del símbolo me parece de una belleza sin nombre.
Notable. Tal vez debido a la inmensidad de los dos extremos (la enormidad de lo gris en todos sus aspectos como en lo diminuto del papel rojo en comparación) la anécdota cobre un sentido más profundo. Siempre hay algún resquicio por el cual la humanidad permea a las barreras del fascismo.
Un fuerte abrazo.
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Qué cosa, ¿verdad? Me dejó emocionada la imagen de ese pequeño papel rojo que contiene el universo.
Otro. Ok, dos.
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Exacto, emoción es lo que se siente al leer la anécdota. Ésa es la palabra.
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Es de esas joyitas que la vida te depara sin que esperes. Y te cambian el día.
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Excelente. Gracias por compartir. Me gustó mucho la última frase, donde rescatas el poder del símbolo, sin duda, es inmenso.
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Increíble, no? Nos creemos seres tan complejos y evolucionados, cuando lo cierto es que vivimos a partir de eso, símbolos que nos explican.
Gracias a ti, por pasar, nurdatkir.
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Si en la cárcel se salvó de enloquecer, lo que más me estremece es la innombrable crueldad de que está hecha la humanidad contra su misma especie.
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Frente a esa crueldad que parece no tener fin, me parece precioso que la imaginación y el arte se extienden igual, sin límite.
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