Por casualidad (¿hay algo que no lo sea?) me encuentro en la red estas imágenes de Didac Martínez, fotógrafo español. Y me inquietan.
Llevo meses pensando el cuerpo, el mío, la lucha contra el tiempo, las obsesiones de belleza que lo abrazan. Los deberes que lo constriñen.
Lo que implican dietas, maquillajes, tintes, decoloración, depilación, botox, cirugías: afanes sinfín para “pulirlo”.
Mi cuerpo como materia prima, el inmediato medio de expresión.
La obsolescencia de la mercancía llamada mi cuerpo, hecha de piezas intercambiables.
La más marcada por expectativas culturales y, al mismo tiempo, la más personal.
Las fotos de Martínez me regresan a esos temas. ¿En qué momento el cuerpo, el mío, el tuyo, se volvió escenario de incontables luchas? ¿Adjetivo, en vez de sustantivo? ¿Cuándo dejó de ser fiesta para convertirse en deber ser? ¿Es distinto de estas imágenes, concebidas a partir de ideales? ¿Arcilla moldeable para complacer a qué dios inquisidor?
Sábado a mediodía. Leo cosas inútiles y bellas, como ésta de Bachelard: “El pintor contemporáneo no considera ya la imagen como un simple sustituto de la realidad sensible. Proust decía de las rosas pintadas por Elstir que eran una ‘variedad nueva con la que el pintor, como horticultor, había enriquecido la familia de las Rosas'”. (Gaston Bachelard, La poética del espacio, FCE).
El artista plástico no copia los colores ni las texturas que ve. Más bien, a partir de lo que ve e imagina crea realidades nuevas, construye hechos que no existían y que, por tanto, tienen la posibilidad de enriquecer el mundo. Igualmente el escritor.
Qué privilegio, meterse en la intimidad de alguien a través de lo que un cristal transparenta. “Las ventanas horadan lo compacto del cemento y, tras ellas, asoma la fragilidad de alguna que otra vida repentinamente descubierta por la fotógrafa”, dice una nota de Diana Fernández Irusta para el periodico La Nación, sobre la artista de la foto Gail Albert Halaban. Colaboradora de The Guardian,The New York Times y Le Monde, Gail Albert lleva años dedicada a captar ventanas, en especial de París y Nueva York. La acabo de descubrir y me tiene loca. En su sitio web, donde comparte fotos y videos, cita a Baudelaire: “Lo que podemos ver a la luz del sol es siempre menos interesante que lo que se percibe tras el vidrio de una ventana”. La cita me hace click: el arte encuadra un cacho de realidad y deja fuera todo el resto.
Suerte de ojo con luz interior (como quería Platón), cada hueco intencional en la pared subraya la tensión entre adentro y afuera. La potencia. Alrededor del siglo XV, el humanista Leon Battista Alberti dijo que la pintura debía ser una ventana abierta el mundo. Desde ahí el mundo echó mano de la curiosidad y el morbo para asomarse a la realidad a través de los cristales del arte. De forma literal, la fotógrafa de Washington penetra esos vidrios y muestra pedacitos de historias.
Este texto mío, sobre la delgadísima línea entre danza y sexo, acaba de salir publicado en el fanzín de danza El lago de los chismes, el mismo que presume: “plagiamos la tipografía de publicaciones importantes, plagiamos los derechos de licitud, plagiamos el copyright y la marca registrada”. Me invitó a participar José Eugenio Sánchez, poeta que sabe como nadie hacer de las palabras algo nuevo y antisolemne, es decir, chingón.
Aquí va. Lo subtitulé “Historia en cinco alientos con ensayito intercambiable”.
Uno
Tenía 15 años. Era una intelectual que amaba la foto de Korda que amaba al Che Guevara y que tomaba clases de danza seis días de la semana en Jitanjáfora, poética y esdrújula escuela de técnica rusa. Estos tres apuntes basten para decir que, en un afán de congruencia, quería bailar revolucionariamente. Mi fervor me proyectaba como un ingrávido cuerpo despechado (nunca mejor dicho) que se movía rutilante por el escenario, comunicando un mensaje muy de izquierdas. Estaba decidida a resolver en mis extremidades vicarias, vibrantes de compromiso, la polaridad entre ideal estético y político. En mis mallas de marca Capezio compradas en Aurrerá sería la bailarina lumpen que proyectara a pie descalzo una arenga del tipo “Hasta siempre, comandante”.
Pero el imperativo guevarista no pasó de ser una broma, porque ni mi torso adolescente fue modelado tan sin rubicundeces ni la revolución Made in Cuba me hizo justicia. Para ser franca, tampoco bailaba gran cosa. Tal vez por eso, aunque me presenté en una veintena de funciones, mi nombre nunca salió en el Granmaen el periódico. Y la causa me perdió pronto: a los 19 años dejé la danza porque me jodí las rodillas porque mis afanes agitadores querían trascender el escenario. Necesitaba cambiar el mundo, al menos, el mío. Así que colgué las zapatillas y decidí cobrar venganza. Y que me vengo.
Dos
A los 10 había empezado a hacer ballet. Claro, es un decir, porque pasaban los meses de chongo-bien-peinado-zapatillas-limpias y yo seguía en la barra, primera, segunda, pliés, relevés. Luego, tontas vueltas alrededor del salón simulando ser mariposa. ¿A qué hora iba a cruzar el proscenio en brazos de un hermoso Baryshnikov de la musa? ¿A qué hora meterme en las tripas de la música?
Entonces nos pusieron una pequeña coreografía y me gustó sentir que, poquiteada pero con ganas, que mi talento avasallante podía decir algo sin palabras. Subrayar. Poner puntos suspensivos. Así se despertó la adicción por hablar a cuerpo entero, que tres años después desembocó en clases tanto con el Taller Coreográfico de la UNAM como con Vera Larrosa, bailarina y escritora infrarrealista que entre arabesques nos recitaba poemas y nos enseñaba a res-pi-rar-los. Yo, que me tomaba muy en serio lo de ser adolescente la mayor parte del tiempo, mientras borroneaba versos y ensayaba pasos encontraba hermanadas dos disciplinas que amaba: danza + poesía. Y ambas partían de la inhalación.
Tres
Tenía 17 años. Seguía haciendo piruetas y escribiendo. Faltaban más de 15 años muchísimos para que se estrenara en México en 2001 Billy Elliot, película sobre el niño-irlandés-devenido-bailarín, y todavía más para que apareciera la obra de teatro, con canciones de Elton John y Lee Hall. Pero sin duda yo habría querido cantar como el protagonistito o, mejor, escribir: “¿Qué siento al bailar? No sé explicarlo. Es olvidarme de quién soy, pero sentirme completa. Es un fuego por dentro, electricidad en cada miembro”.
Lo cierto es que tanto para Billy Elliot como para mí la experiencia se parecía bastante a un orgasmo de cuerpo completo, uno muy largo, aspirado, rumor y estallido, capaz de dar volumen al aire. Mejor que mi tórrida relación con el cepillo de pelo. Cómo no hacerse junkie de la seducción aceptada.
Cuatro
Acabo de cumplir 44 años y lo mío sigue siendo el intenseo. Aunque el contexto merecería mejor pretexto estoy en poca ropa, frente a un espejo de piso a techo, sudando a cubetadas mientras las piernas me tiemblan y el corazón, algo más. Pero no, si bien soy cliente distinguida de hoteles decadentes, hoy no me estoy entrenando en la lujosa lujuria. Más bien estoy comenzando a aprender yoga con los mismos muslos con los que hace años intentaba grand jetés. Es decir, sigo intentando deletrear a boca cerrada.
Una de las revelaciones que se volvieron eje de mi escritura y que más celebré en mis veinte, mientras cogía desaforadamente mientras me curaba la cruda de no bailar, fue entender que mi cuerpo no perdía el papel central.Que el sexo y la danza se parecen porque en ambos se dice con el gesto. Porque soy yo misma vuelta vapor y, más que nunca, carne. Porque trascienden los límites. Porque en los dos bailo al son que me toquen, pero cómo agradezco que me lo toquen bien. Porque son cuestión de cadencia. Porque le dan sentido a los sentidos y goce a las junturas. Porque implican salir de mí para mirarme en otro. Porque ambos, sin duda, se aprenden.
Cinco
Si la adolescenta que dejó el baile hubiera sabido que unos 30 años después seguiría fascinada por hablar con los músculos, seguro habría pensado: “Qué viejita tan atascada”“Qué sublime fue su vocación”.
MINIENSAYO DE IDEAS INTERCAMBIABLES
En la danza, el cuerpo es la obsesión. O, mejor, el foco de latensión (latención). Sin él, no hay yo ni tú ni (nos)otros ni magias ni h(n)adas. A partir de él construyo la relación de mí, conmigo, y la mía, contigo.
En la danza, el cuerpo se mete en las entretelas de una música interior y (re)cobra su soplo antiguo, el que no pasa por la voz. O la trasciende. Porque si algo se puede expresar con tinta (tanta) palabra, para qué lo demás.
En la danza, el cuerpo requiere una mínima técnica, porque sin ella sólo hay (tarta)mudez. Así genera una memoria de aciertos y descalabros, a partir de la cual articula frases en movimiento.
En la danza, el cuerpo establece una narrativa a partir de (contr)acciones, relajaciones e insistencias. Estiramientos y (genu)flexiones. Signos e(x)ternos del alma desparramada por los miembros.
En la danza, el cuerpo es (t)urgencia que entre tambores y temblores se busca en el (escalo)frío del otro, el que no es suyo, pero lo es. Se empeña en dar y tomar aliento porque sin ese intercambio de adentros, todo es nada.
Nota a(l) pie Si le da la gana, el lector puede sustituir las palabras “En la danza” por “En el sexo”. Si no le da la gana, no.
El creador gay, quien lleva años de vivir en Berlín, tituló su proyecto Save The Date. Dijo que a sus 26 años nunca había tenido una relación seria de pareja ni se había enamorado y que su vida sexual consistía en ir de noche a los parques para tener encuentros con desconocidos, de los que regresaba sintiéndose fatal. Entonces se le ocurrió llevar al extremo esa realidad cotidiana de muchos homosexuales, apuntó. El objetivo era comprender la relación entre libertinaje y soledad: averiguar si el sexo indiscriminado (porque no le hizo el feo a ningún color, nacionalidad ni talla) mata la necesidad de afecto en los seres humanos (porque la propuesta no involucraba animales). ¿Masoquista? ¿Original? Habría que ver.
Muchos cuestionaron si su idea era arte o sólo se trataba de darle gusto al cuerpo y además ganar atención de los medios. Él respondió que buscaba explorar la dinámica del contacto humano e incluso dijo basarse en la estética relacional. Ese término, acuñado en los años noventa por el curador francés Nicholas Bourriaud, describe la tendencia de crear arte con base en las relaciones humanas. O sea, el ruso parecía informado, aunque al expresarse lo disimulara muy bien: “El sexo no es la penetración. El sexo es un estado emocional, un sentimiento, un contacto”,afirmó en entrevista con la revista Vice. Algunos se burlaron de él y lo llamaron “un narcisista obsesionado con el sexo”.
Lo cierto es que dio inicio a su obra. Para contactar parejas usó Apps populares entre la comunidad gay, como Grindr y Scruff. Así pactó citas en supermercados, centros comerciales, aeropuertos y demás sitios llamados no-lugares por el antropólogo francés Marc Augé, es decir, espacios impersonales donde no somos individuos, sino seres anónimos. Así metía en la ecuación el presupuesto de fondo (disculpen): a través del sexo indiscriminado, él mismo se convertía en una no-persona, en un número más. En ocasiones lo dejaron plantado. Otras, el prospecto llegó a la cita pero tras cinco minutos huyó, mientras otros rechazaron sus avances. Entonces optó por el método tradicional de conocer gente: caminar por las calles de la ciudad, incluida la zona roja de Berlín, donde se desempeñó como prostituto. Entre los hombres con los que estuvo vinculado (perdón) se contó un periodista de 76 años, un instructor de yoga, una estrella del porno y algunos hombres infectados con VIH. Además se sumó un estudiante de 20 años, heterosexual, que al enterarse del proyecto de Badasyan decidió participar. “Nunca había tenido ningún tipo de relación con un hombre y quise probar”, reconoció. Fueron a cenar, a bailar y durmieron juntos. Apasionado del arte, el chico.
El artista registró en un diario cada encuentro. A nadie debe haber sorprendido (tampoco a él) que en general se trató de relaciones fugaces, rutinarias. Lo que sí resultó revelador fue que para encontrar placer necesitaba ser agresivo. “Sólo disfrutaba si empleaba violencia, así que empecé a golpear a mis parejas”, señaló mientras abría grandes los ojos para subrayar su asombro. Previsiblemente, también fue víctima de brutalidad: un tipo estuvo a punto de arrollarlo con un auto, otro lo golpeó con una botella, un neonazi lo amenazó de muerte y alguien lo roció con gas pimienta. Heroico, meterse en aprietos (ejem) por el arte. Al menos encontró cómo garantizarse adrenalina.
En la página de Facebook de Badasyan se pueden leer artículos sobre él aparecidos en medios de Colombia, Brasil, Estados Unidos, Italia, Francia e Israel, entre otros países. Además, alguien escribió una tesis universitaria de su trabajo y un bailarín de Los Ángeles, Kevin Lopez, creó una pieza de danza tomándolo como inspiración. Luego, para cerrar con broche de oro (ay, albur involuntario), voló a Berlín para pasar la noche con el ruso y apoyar directamente su experimento.
¿A qué conclusiones llegó el artista con Save The Date? Dice que la falta de cercanía emocional le hizo daño, que se sintió una máquina y que ahora de verdad le gustaría estar con un alguien.Conmovedor, el pronombre indefinido. ¿Cómo se ve a un año de haber terminado? Señala que ya no sale con gays y sólo se excita como voyeurista en los baños públicos o cuando interactúa con heterosexuales o bisexuales. “Dormir con tanta gente, ¿no es una locura?”, se autopregunta, en un dechado de ventriloquia. Lo sorprendente es que no menciona para nada las piezas de performance que supuestamente iba a crear. Es decir, hizo todo por el arte pero luego se le olvidó el arte (es un decir).
Retomo las preguntas planteadas al inicio. ¿Mischa Badasyan es un masoquista abnegado? No hay duda. Si los encuentros en el parque lo dejaban sintiéndose vacío, ¿qué esperaba al jugarse el pellejo (dispensen) teniendo sexo volátil con tododios? Sus conclusiones son totalmente previsibles. ¿Es original? En absoluto. Se ha hablado hasta el hartazgo de la soledad contemporánea, de la paradoja de tener miles de amigos en Facebook y sentirse una isla en el universo. Novedoso hubiera sido descubrir, por ejemplo, que el desenfreno es la otra cara de la moralidad beata, que en los pliegues más internos del inmoral se alberga (ejem) un santo en potencia, quien hoy tiene que regodearse en el pecado, para aspirar mañana a los altares. Que con el fin de sentirse realmente solo, como un profeta que alza su voz en el desierto, nada mejor que haber conocido (en el sentido bíblico) a cientos de libertinos. Así, el proyecto de Badasyan resignificaría la incontinencia, le daría un tinte de novedad y, quizá, la volvería de nuevo un negocio. ¿Y eso sería arte? Lo demás es lo de menos.
Estoy escribiendo (y disfrutando estrepitosamente) un libro sobre artistas plásticos en México, entre los cuales se cuenta el británico Brian Nissen, desde 1963 avecindado en nuestro país.
Investigando sobre él encuentro que refiere esta pequeña anécdota sobre el escritor ruso Victor Serge, muchas veces preso por anarquista, bolchevique y, luego, opositor a Lenin. En suma, a lo largo de su vida pasó más de diez años en cautiverio el novelista y poeta muerto en México en 1947. Cuenta Nissen que, en alguna de sus estancias en la cárcel, Serge se salvó de enloquecer gracias a que llevaba en el bolsillo un papel rojo. En el mundo monocromático que le imponían a través de los cinco sentidos, ese reducto de rebeldía le mantuvo cuerdo.
Ese poder liberador del símbolo me parece de una belleza sin nombre.
Conviene asumirlo: todo amor tiene personajes protagónicos e incidentales, voces, escenario, una trama más o menos pensada a priori.
Como en un cuento o una novela (depende el aguante) comprende un planteamiento, un nudo, un desenlace. O varios. Y no lo digo desde el desencanto ni desde la amargura: estoy profundamente enamorada y derretirse por alguien me parece una de las maneras más dignas de vivir. Quiero y me siento querida. Admiro desde las tripas al hombre que amo. O sea, todo bien, nomás no se me olvida que en el fondo es una ficción que cada quien se cuenta según el humor del que ande, como dice este cartón del espléndido Jis. Y se vale.
“Aunque estamos bien, la pregunta es: ¿no podríamos estar un poquititito mejor?”. (Traducción mía)
El cartón del francés Voutch no tiene compasión. Cuando una es atascada, voraz, entonces aunque todo vaya bien le da por preguntar(se) ese tipo de cosas y no lo ve mal. Pero cuando lo lee en un cartón entonces se ríe del sinsentido de quien siempre quiere más. Ay.
“Lo más importante es este momento en movimiento. Es necesario darle peso, relevancia, hacerlo vital. Evitar que se cuele entre las manos, inadvertido”, dicen que decía Martha Graham. En buena medida, el bailarín hace justo eso: arma una fiesta con brazos y piernas, llena de sentidos el aire, lo carga de intención. Se me antoja recordarlo en estos días, para ir a contracorriente del discurso jodido que condena la corporalidad para priorizar la espiritualidad. No, señores, no somos almas presas en un cuerpo. Somos almas que toman (o no) el privilegio de expresarse a través de un cuerpo, de hacer fiestas cotidianas con él.
Hace tiempo no subía entradas de fotografía. Ahí está este lujo de Allen Birnbach. Provecho.
Para animar el lunes de Semana Santa va este cartón puritano (y pus ni tanto) del mexicano Kemchs. Aquí tienen la verdadera razón de por qué a veces las relaciones se prolongan ad nauseam. Claro, es sólo a veces, tampoco es para que todos echen las campanas al vuelo. En otros casos los matrimonios se conservan por motivos, esos sí, realmente sucios y pecaminosos: dinero, intereses, culpa, prestigio social.
La música, un lenguaje pleno en sí mismo, va más allá de las palabras. Por eso con frecuencia no es necesario entender lo que dice la letra de una canción para ser capaz de entenderla (sin juego de palabras). El tema de la Playlist de esta semana lo propuso mi querido Carlos Carranza y es, llanamente dicho, de esas canciones que cantas a todo volumen si saber realmente qué dicen. Mi opción es Sen Bende Kaldin, del turco Olay Bitmistir. Viene en un disco que compré en Estambul en 2014 y la oí miles de veces hasta, según yo, aprendérmela. Así intentaba prolongar el viaje alucinante que hice a aquella geografía lunar.
Aquí abajo están las propuestas a través de @danioska y el Facebook/Julia Santibáñez. La mezcla está variadita: árabe, italiano, zapoteco, alguna lengua africana, latín, portugués, catalán, vasco, francés y hasta una rola en español, para que no digan. Si quieres añadir la tuya anótala en los comentarios y la subo.
Venga, buen #SábadoDeMúsica.
Daniel Zavala 7 Seconds, de Youssou N’Dour
Marcela Sánchez Greene Águas de Março, de Antonio Carlos Jobim y Elis Regina
Carlos Alberto García Aline, de Christophe
Ginnette Riquelme Avis per a navegants, de Manel
Rafael Alucín Baba O’Riley, de The Who
Dania Castañón Baba Yetu, de Christopher Tin y The Soweto Gospel Choir
Alma Delia Murillo Boee, de The Idan Raichel Project
Bellaespíritu Canção du mar, de Dulce Pontes
@cherrera313 Carmina Fortuna (O, Fortuna), de Carl Orff
Ana Victoria Taché Dolent de mena, de Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat
@BandalaGIna Du Hast, de Rammstein
@LosAmorososLeen El Cuarare, de Los Magallones
David Miklos Heaven or Las Vegas, de Cocteau Twins
José Eugenio Sánchez Jo Ta Ke, de Su Ta Gar
@LaLore04 Kalashnikov, de Goran Bregovic
Inés López de Arriaga Kiss from a Rose, de Seal
Myriam Hudson Kuzu Kuzu, de Tarkan
@danywino Lili Marleen, interpretada por Marlene Dietrich (no la encontré con Natürlich, sorry!)
Lux Lancheros Main Vari Vari, de A. R. Rahman
Carlos Carranza Menfi, de Rachid Taha, Cheb Khaled y Faudel
Julio Ordóñez Mesecina, de Goran Bregovic
Arturo Erremental My Heart, My Life, de Nusrat Fateh Ali Khan y Michael Brook
Rafael Carballo Obiero, de Ayub Ogada
Adriano de Lucio Nem Vem Que Nao Tem, de Wilson Simonal
Cristina Liceaga O Que Você Quer Saber de Verdade, de Marisa Monte
@econokafka Orientis Partibus, interpretada por Magnia Melodia
@otroluisfer Praise You, de Fatboy Slim
Julia Santibáñez Sen Bende Kaldin, de Olay Bitmistir
Eduardo Limón Should I Stay or Should I Go, de The Clash
Mariana Pineda Simarik, de Tarkan
Ernesto Flores Vega Stairway to Heaven, de Led Zeppelin
Poetas Nuevos Tajabone, de Ismaël Lô
@ursulacamba Tamly Maal, de Amr Diab
Diana Penagos Te Dikalo, de Richard Bona
Gerardo Cárdenas Tutto il Calcio Minuto per Minuto, de Claudio Baglioni
Gabriel González Vai Passar, de Chico Buarque
@hmatuk Who Put The Bomp?, de Barry Mann
@luciangc Wolf, de Exo
Carolina Enríquez Xquenda, de Susana Harp
Ligia Urroz Ya Rayah, de Rachid Taha
@quico70 Yebo!, de Art of Noise
YOUTUBE
42. Jorge Luis Borgia Amassakoul ‘N Ténéré, de Tinariwen
43. Jorge M. Mendoza Kiminotameni, de Tujiko Noriko
Me la voy a pasar poca madre. Feliz. Rayada. Nada de bipolaridades, cero intenseos. Sólo beberme las horas con él, reírme, quedarme dormida apergollada en un abrazo y un sincuento de besos y, mientras tanto, el mundo que se caiga a pedacitos.
Este cartón de la argentina Julieta Arroquy es justo mi mantra. Háganle como quieran.
Existen muchas clases de bichos entre la fauna lectora. Hoy, con fervor entomológico, me centro en los inocuos.
Los solaperos. Expertos en escanear desbocadamente cuartas de forros, hacen como que saben de qué van infinidad de libros que no leyeron. Son la envidia de Peña Nieto.
Los del mínimo necesario. Desquitando el curso de lectura rápida, de vez en cuando se esfuerzan en minúsculas, leen con el pálido fin de presumir una línea y citar orondos a Borges o Borgues o Forgues o Morgue: “Que otros se jacten…”.
Los wikipedos. Mantienen un triángulo amoroso con la enciclopedia en línea y Fante, Ibargüengoitia, Miller o Sor Juana, sin haber jamás posado sus ojos en una hoja (en sus escarceos no se cuenta ningún orgasmo).
Los pobrecitos. Como menciona Trino en este espléndido cartón, están los faroleros, lectores voraces… de (D)Og Mandino. Oh, my ídem.
Los ubicuos. Asisten a cuanta presentación se anuncia, compran los libros y logran que se los firmen. Hasta ahí. Perpetuos quinceañeros, son como cachorros hambrientos que buscan de dónde mamar.
Los del libro único. Van por la vida cargando un título sesudo (por decir algo, Faulkner o Cioran) para dar la pose, que complementan con lentes intelectuales y mirada estrábica.
Los vírgenes. Se dicen lectores y hasta son cuates de algún escritor errático que les da lustre, pero nunca han terminado un libro. Siguen esperando ser desvirgados.
Este #LunesDeHumor va dedicado a esos lectorcitos que se toman tan en serio y hacen tanto más ameno el mundo del libro.
El tema de hoy lo propuso mi querido Jorge M. Mendoza Toraya, fiel participante de las Playlists colectivas. Y justo por tratarse de versiones en vivo, no encontré casi ninguna en Spotify. Así, esta vez la Playlist no la subo a Spotify: por Fortuna, we’ll always have YouTube. En los casos en los que no me mandaron el video traté de localizar el que correspondía a la versión sugerida. Si hay algún error por favor háganmelo notar, para corregirlo.
Sin más rollo, mi propuesta es Sex Machine, de James Brown, en esta grabación de 1971. Tiene todo: la voz de Brown, música que me mete por los poros, ese rompedor solo de piano, ritmo de-no-tiene-madre, además de los brazos y el baile de Brown. La negra de piernas espléndidas que baila arriba del escenario ya es la cereza del pastel. Una fregonería redonda, pues.
Si quieres añadir tu rola sólo anótala en los comentarios. Así queda inaugurado otro #SábadoDeMúsica. Gracias a todos.
Carolina Enríquez Bent, de Matchbox 2.0
2. Mariela Gómez Roquero Bohemian Rhapsody, de Queen
3. Lux Lancheros Chega de Saudade, de Tom Jobim
4. Maggie González Comfortably Numb, de Roger Waters con Eddie Vedder
5. Alicia Alarcón Corazones, de Miguel Bosé y Ana Torroja
6. @econokafka Endgame, de Chess (a partir del 02:57)
7. César Casalone Enjoy The Silence, de Depeche Mode
8. José de Jesús Montoya Estoy enamorada, de Pedro Capó y Thalía
9. Daniel Sarmiento Heroes, de David Bowie
10. Ligia Urroz Hysteria, de Def Leppard
11. Rafael Carballo In Your Eyes, de Peter Gabriel
12. @olivelasco Jet, de Paul McCartney
13. @danywino The Köln Concert, Part 1, de Keith Jarret
14. Tomás de la Peña Love Of My Life, de Queen (en vivo Montreal, 1981)
15. Dania Castañón Mama’s Pearl/The Love You Save, de The Jackson 5
16. Rubén Ruiz Guerra Maybe I’m Amazed, de The Faces, con Rod Stewart y Ronnie Lane
17. Gabriel González Nueva ola, de Miguel Ríos
18. Carlos Alberto García Reina de la noche, de Miguel Ríos
Y bueno, sí, pasa. Sólo a veces, pero pasa. Ok, siempre.
Enamorarse es un dolor fregonsísimo, sinónimo de sentirse vulnerable. Al mismo tiempo de celebrar y de salir corriendo. Un suerte de criatura híbrida que se disfruta y se teme. Propia de masoquistas que tienen delirios de grandeza.
Ahí estoy. Y sí, por supuesto, me río de mí misma.
Sí, mi vida podría girar en torno a la expectativa de que mi novio le tomara fotos a mis zapatos y mi look de cada día, como en este cartón de la española Sara Herranz. O, si fuera esa misma blogger de moda, podría amanecer cultivando la sensación de desconcierto de ignorar cuál de los 300 pares de zapatos de mi clóset quiero usar hoy. Y que fuera mi principal preocupación. Pero no, por Fortuna mis afanes de lunes tienen que ver con el largo texto que debo terminar hoy (y espero paguen pronto), con la iniciativa de armar una gozosa lectura colectiva del Quijote, con el libro de poesía que casicasi termino y me genera pálpitos de emoción-aunque-siga-siendo-pobre y con la propuesta que presentaré a un posible cliente para ver si logro vivir mejor de mi escritura. Desde esa perspectiva, aunque presionado, mi día es todo lo emocionante que puede ser.
Que tu lunes, aunque sea de mierda, no involucre ser novio(a) de un(a) blogger adicto(a) a las fotos.
El teatro, la caja vacía que vibra de historias y matices, es una gran mentira. Los actores pretenden ser otros, estar en distinto tiempo y lugar, mientras los espectadores les creemos y reímos como si lo que pasa en escena ocurriera de a devis, nos estrujamos las vísceras, exprimimos el corazón cuando el momento lo amerita. Pero lo que dijera Rulfo sobre la literatura aplica igual al teatro: es una mentira que dice la verdad.
Lo traigo a cuento porque acaba de estrenarse en el teatro El Galeón la obra Para soñar que no estamos huyendo, con texto y dirección de Ana Francis Mor y actuaciones de Amanda Schmelz, Antonio Cerezo y la siempre amable (de amabilidad y de que merece ser amada) Marisol Gasé. Vi la obra en su anterior temporada en el Teatro Juárez y sin duda ahora me daré otra vuelta. En ella, a partir de una cama, un atril y algo de utilería se crea un mundo complejo, traspasado de violencia. Con apenas apoyos escénicos pero bien pertrechados con las armas flagrantes de la ironía y la lucidez (perdón por la redundancia), tres personajes exploran la vocación victimaria que aún permea nuestra querida culturita mexicana: con la voz y el cuerpo sacuden, hacen reír, tragar camote y vuelta a empezar. Además, a un lado del escenario Leika Mochan crea con el cuerpo atmósferas sonoras que subrayan lo que pasa en escena y lo vuelven más poderoso.
Para soñar que no estamos huyendo se presenta lunes y martes a las 8 pm, del 11 de enero al 1 de marzo, en el teatro El Galeón (atrás del Auditorio Nacional), en la Ciudad de México.
Fue miles y uno. Fugitivo de la rutina, no se parecía a nadie. Ni siquiera a él mismo. Delirante e hilarante, con ojos de distinto color y pelo como escenario de la mudanza, en su música y su cuerpo reivindicó ser raro, fueradelugar, andrógino, teatral, casi extraterrestre. Que hoy la mañana nublada se llene de sus canciones, que acompañe el gran final del inmenso actor de sí mismo, del creativo desbordado y sensual que fue.
¿Cuál es tu canción favorita de Bowie? Anótala en los comentarios para armar una Playlist con lo mejor de su música, de sus muchos personajes. Porque el inmortal está más que nunca vivo. Mi canción es No Control, del disco 1. Outside: atmósfera, música y letra son redondas.
Empiezo el año contundentemente, nada de medias tintas: si alguien me hace falta no voy a fingir que no es así. Total, para qué. Por hoy me voy a azotar, hacer un papelazo, echarle limón a la herida, perder el decoro que me quedaba. Qué más da. Si el personaje de mi novela va a regresar a mí del fin del mundo, de todas formas lo va hacer. Si no, cuando menos saboreo la ausencia. Así que mi propuesta para esta Playlist colectiva con sabor cítrico es Letter to Hermione, de David Bowie, porque es una rola espléndida y también porque el maestro acaba de cumplir 69 años y ese número siempresiempre se celebra. Qué tal eso de “I care for no one else but you, I tear my soul to cease the pain/ I think maybe you feel the same, what can we do? […] I’m not quite sure what I’m supposed to do/ So I’ll just write some love to you”.
Abajo están las canciones propuestas a través del Twitter @danioska y mi Facebook personal. Si quieres proponer una canción anótala abajo, en los comentarios. Buen y azotado #SábadoDeMúsica.
PD Hoy este blog celebra haber rebasado los 6,000 seguidores. Yo invito los mezcales.
Kitzia Nin Poniatowska Answer, de Sarah McLachlan
Ernesto Flores y Mari Paz Ocejo Así estoy yo sin ti, de Joaquín Sabina
@leonRod79 Aún, de Coda
Claudia Negrete Autumn Leaves, de Eric Clapton
Fernando Campo Bad Things, de Jace Everett
José Luis Enciso Cancioncita de amor, de Juan Luis Guerra
Rafael Carballo Cero y uno, de Café Tacuba
Mariana Pineda Cómo te extraño, de Café Tacuba
@mai_baudouin Cuando no estás, de Andrés Calamaro
@econokafka The Day Before You Came, de ABBA
Cristina Liceaga Deixo, de Ivete Sangalo
@elijah75063106 Drive, de The Cars
@kirshnaaguilar3 (Dude) I Totally Miss You, de Tenacious D
Carolina Enríquez Echo de menos, de Kiko Veneno
@bandalagina El siete de septiembre, de Mecano
Andrés Grillo El breve espacio en que no estás, de Pablo Milanés
@PolaThrace El club de los humildes, de Mecano
@laumartinm Esta ausencia, de David Bisbal
@alejandrogustav Falta poco tiempo, de Sandra Mihanovich
@alexgudino Hymne à l’amour, de Edith Piaf
@jorgebird I’m a Fool To Want You, interpretada por Billie Holiday
Julieta Cardona In A Manner Of Speaking, de Nouvelle Vague
Dulce Villaseñor Je vole, de La Famille Bélier
José de Jesús Montoya La que se fue, de José Alfredo Jiménez
“Siempre es fácil mirar atrás y ver lo que fuimos ayer, hace 10 años. Es muy difícil ver lo que somos”, dice la protagonista de Ve y pon un centinela (HarperCollins), novela de la estadounidense Harper Lee que continúa Matar a un ruiseñor.
Amanezco recordando vagamente la frase, así que voy a buscar el libro a los estantes. Asoma su lomo azul. Lo tomo y busco en las páginas finales. De pronto la frase aparece para mí, me la trago despacio, la leo un par de veces en voz alta. Me pienso hace 10 años, en 2005. Qué distinta entonces, cuántas cosas no sabía pero qué hermoso animal que jalaba una carreta. Ahora que 2015 está por cerrar me pregunto cómo lo veré en 10 años, qué será lo más destacado. Ojalá siga viendo un fuerte impulso por andar.
Así suelen ser las borracheras. Aunque muchas me consintieron con un sano olvido, la mejor que recuerdo tuvo como soundtrack reiterado Fever, de Peggy Lee, con su “Never know how much I love you/ Never know how much I care/ When you put your arms around me/ I get a fever that’s so hard to bear”. Su cachondeo y humor fueron la excusa para morirme de risa, azotarme poquito, celebrar, cortarme las venas. A veces, en actos sucesivos. A veces, simultáneos. Y es que cuando uno se amista con el alcohol lo puede todo.
Aquí abajo van las canciones propuestas a través de este blog, de mi Twitter@danioskay miFacebook personal. Hay desde La Sonora Santanera, salsa, banda, balada y mucho de los compadres cacofónicos (José Alfredo y José José), algo de rock, tango y hasta Menudo. Así de rica quedó la Playlist colectiva de hoy. Si quieres añadir la tuya sólo escríbela en los comentarios.
Feliz #SábadoDeMúsica.
Mariana Pinedam 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina
Jorge M. Mendoza Acid Queen, interpretada por Tina Turner
Ramrock Alcohol, de The Kinks
Víctor Juárez Alcohol, de Brad Paisley
Ana Victoria Taché Almohada, de José José
Elizabeth Vargas Amarga navidad, interpretada por Jenni Rivera
Daniel Zavala Amnesia, interpretada por Control Machete
Mariano Ecija Amor eterno, de Juan Gabriel
Andrés Grillo A puro dolor, de Son By Four
@Salamel Borracho, de Genitallica
@EJCastroviejo Break On Through, de The Doors (en vivo en la Isla de Wight, 1970)
Lu Botello Claridad, de Menudo
Alma Delia Murillo Common People, de Pulp
@bernardodiaz16 Con un polvo y otro polvo, de Pedro Infante y Fernando Soler
@mai_baudouin Desesperado, de José José
Rafael Carballo El final, de Rostros Ocultos
@Cuauhtemoc_1521 El hijo del pueblo, de José Alfredo Jiménez
Carlos Alberto García El sol no regresa, de La Quinta Estación
Rubén García y Pedro Jiménez En el último trago, de José Alfredo Jiménez interpretada por Buika
El tema de la Playlist colectiva de hoy lo tomo del Spotify de mi queridísima Dulce Villaseñor porque como ella (y como Mafalda), a veces quiero bajarme del mundo un rato. Entonces cierro la puerta y me pierdo en el laberinto de mi cuarto, Minotauro incluido, con alguna canción que espero sea el hilo de Ariadna que me lleve a la salida. En este caso me viene bien Unchain My Heart, de Hugh Laurie, con su justa mezcla de azote e ironía. Aquí abajo están las propuestas a través de este espacio, el Twitter @danioska y mi Facebook/JuliaSantibáñez. Si quieres añadir la tuya escríbela en los comentarios.
Buen y sanador #SábadoDeMúsica.
@CarlaEUrena Across The Universe, interpretada por Fiona Apple
Fernando Campo Are You Going With Me?, de Pat Metheny Group
@cherrera313 Baker Street, de Gerry Rafferty
Carlos Alberto García Bridge Over Troubled Water, de Simon & Garfunkel
Pilar Luna Brindis, de Soledad Pastorutti
Camarero Cable a tierra, de Fito Páez
Andrés Grillo Canción para mi muerte, de Charly García
Mael Vallejo Comfortably Numb, de Pink Floyd
José de Jesús Montoya Couldn’t We Be Friends, de Biddu Orchestra
Mariano Ecija Daniel, de Devendra Banhart
Ligia Urroz Danzón No. 2, de Arturo Márquez
Francisco Flores Dulce soledad, de Enjambre
Pedro Jiménez Dust In The Wind, de Kansas
Iván Viñas Eau D’bedroom dancing, de Le Tigre
@albertochimal Echoes, de Pink Floyd
@hmatuk Elvira Madigan, Concierto para piano No. 21, de Wolfgang Amadeus Mozart
Shira Shaman Estranha forma de vida, de Amália Rodrigues
Rafael Carballo Europa (Earth’s Cry Heaven’s Smile), de Carlos Santana
Alex Cisneros Fed Up, de Taiacore
@leonRod70 Fly, People Fly, de Scorpions
José Luis Enciso Fochleise-Kassette, de Paul Kalkbrenner
Alma Delia Murillo The Fosse, de Wim Mertens
@quico70 The Great Escape/ The Last Of You/ Fallin’ From The Moon, de Marillion
Carolina Enríquez Gravity, de Sara Bareilles
Leslie Arianna Santana High And Dry, de Radiohead
Jorge M. Mendoza High Hopes, de David Gilmore
Adrián Medina How To Disappear Completely, de Radiohead
@angelazul69 Just The Two Of Us, de Grover Washington Jr.
@erik_dany La Califfa, de Sarah Brightman
@merodeador Lago en el cielo, de Gustavo Ceratti
@EJCastroviejo If It’s In You, de Syd Barret
Paola Tinoco Locust, de Aha
Maira González Baudouin Lucha de gigantes, de Nacha Pop
Alejandro Sandoval Memory, de Barbra Streisand
David Miklos My Body Is A Cage, de Arcade Fire
Arturo Erremental Nada del mundo real, de Fito Páez
Arantza Carvallo Never Let Me Go, de Florence + The Machine
Miguel Ángel Ángeles Ong Namo, de Snatam Kaur
Alejandra Álvarez Porcelain, de Moby
Carlo Coccioli Que je sois un ange, de Nana Mouskouri
@TrollerSPORTS Read All About It, de Emil Sande
Ernesto Flores Release, de Pearl Jam
@danywino ‘Round Midnight, de Thelonious Monk
@econokafka Sarah, de Serge Reggiani
Mariela Gómez-Roquero She’s Always A Woman, de Billy Joel
@elalexos Shine On You, Crazy Diamond, de Pink Floyd
Rubén García García Sinfonía No. 3, Tercer movimiento: Menuetto, de Ludwig Van Beethoven
@unoENTREmil Sinister Purpose, de Creedence Clearwater Revival
Dulce Villaseñor Skeleton Jar, de Youth Group
Ramrock Solo, de Leo Sayer
@pendragoncillo Song To The Siren, de This Mortal Coil
Alejandro Viveros Stairway to Heaven, de Led Zeppelin
Andrea Quintero Stand By Me, de Ben E. King
Sylvanna Barona Teardrop, de Massive Attack
@adrianodelucio The First Cut Is The Deepest, de Cat Stevens
Hugo Espinoza Un mundo raro, de José Alfredo Jiménez
@LosAmorososLeen Yellow, de Coldplay
Carlos Carranza Yo no quiero volverme tan loco, de Charly García e interpretada por Fito Páez
YOUTUBE
59. Mariana Pineda Alas (para Malala), de Arturo Márquez
Y sí, soy devota de su genio a veces rompedor, a veces tierno, que pisa prejuicios y se burla de ellos. Por eso celebro con fanfarrias y globos que Alberto Montt, uno de los más grandes humoristas gráficos de hoy, estrene el volumen 3 de su libro En dosis diarias (Sexto Piso). Carajo, hace falta mucho humor así, fresquito, cotidiano, inteligente. Dejo aquí tres probadas para incitarles a comprar el libro en este #LunesDeHumor. Y también me pongo loca de gusto de saber que mañana martes estaré entrevistándolo a él y a Liniers. Ai nomás.
Esta Playlist es la gozadera total, fruto de la cruza de literatura y música, artes que se imantan. En algunos casos se trata de canciones inspiradas por textos, otros son poemas íntegros llevados a notas que potencian sonidos y silencios. Varias canciones no estuvieron en Spotify, de modo que cuelgo sus videos de YouTube. No puedo contarles cómo estoy disfrutando las posibilidades de esta hibridación alucinante. Muchas gracias a todos por enriquecerla a través del Twitter @danioska, mi Facebook/ JuliaSantibáñez y este blog. Es una de las Playlists más colaborativas hasta ahora. Si quieres participar sólo pon tu opción en los comentarios.
Mi elección es Por vos muero, con Miguel Bosé. Se trata de un doble juego literario-musical: son los tercetos finales del Soneto V de Garcilaso de la Vega, musicalizados a partir del segundo movimiento del concierto para piano Emperador, de Beethoven. Aquí abajo va el poema completo. Buen #SábadoDeMúsica. Éste en especial me ha hecho de veras, de veras, muy feliz.
“Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto,
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma misma os quiero.
Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir y por vos muero”.
@leonRod79 All For Love, con Bryan Adams, Sting y Rod Stewart (basada en la novela Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas)
Sara Amémonos, con Lucha Villa (poema homónimo de Manuel María Flores)
@paixocolata Amor mío, si muero y tú no mueres, con Miguel Poveda (poema homónimo de Pablo Neruda)
Arturo Díaz y Arturo Erremental Annabel Lee, con Radio Futura (basada en el poema homónimo de Edgar Allan Poe)
José Luis Enciso A trabajos forzados, con Antonio Vega (basado en el poema Condena, de Antonio Gala)
Carlos Alberto García y Norma Gabriela Sánchez Cantares, con Joan Manuel Serrat (basada en el poema homónimo de Antonio Machado)
Edgardo Bermejo Comienzo y final de una verde mañana, con Caetano Veloso y Pablo Milanés (basada en el poema homónimo de Nicolás Guillén)
@carloscarranzap Corazón delator, de Soda Stereo (basado en el cuento The Tell Tale Heart, de Edgar Allan Poe)
Alex Cisneros Cuando sea espacio, con Alejandro Sanz (poema homónimo de Pablo Neruda)
Eduardo Huchín Sosa Do The Evolution, con Pearl Jam (basada en La evolución de las especies, de Charles Darwin)
Mariano Ecija El camino del exceso, con Los héroes del silencio (basada en un verso de William Blake)
@dfmartinez74 e Inés López de Arriaga Elegía, con Joan Manuel Serrat (basada en el poema homónimo de Miguel Hernández)
@AdrianoDeLucio Frankenstein, con Edgar Winter (basada en la novela homónima de Mary Shelley)
Andrea Quintero Gracias a la vida, con Mercedes Sosa (poema de Violeta Parra)
Ana Victoria Taché Guantanamera, con Compay Segundo (basada en el poema Versos sencillos, de José Martí)
@jorgebird Hijo de la luz y de la sombra, con Joan Manuel Serrat (poema homónimo de Miguel Hernández)
Adán Ramírez History, con The Verve (basada en el poema London, de William Blake)
Albinson Linares How Beautiful You Are, con The Cure (basada en el poema Los ojos de los pobres, de Charles Baudelaire)
Carlo Coccioli La niña de Guatemala, con Óscar Chávez (basada en el poema homónimo de José Martí)
@antonioliho La paloma, con Joan Manuel Serrat (poema homónimo de Rafael Alberti)
@MartinezBelli La paloma, con Ana Belén (poema homónimo de Rafael Alberti)
@enrique_pons y Maru Moreno La saeta, con Joan Manuel Serrat (poema homónimo de Antonio Machado)
@susanasanjuanmx, Alberto Torres, Rafael Carballo y Mariana Pineda Las batallas, con Café Tacuba (basada en la novela Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco)
@danywino Liberté, con Christophe Bourdoiseau (basada en poema homónimo de Paul Éluard)
Eréndira Cruzvillegas Lobo-Hombre en París, de La Unión (basada en un cuento de Boris Vian)
@Josdamet Macondo, con Óscar Chávez (basada en la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez)
@econokafka Master of the House, con el elenco de Los miserables (basada en la novela Los miserables, de Víctor Hugo).
Manuel Martínez Mercy Street, con Peter Gabriel (basada en el poema 45 Mercy Street, de Anne Sexton)
@EJCastroviejo Mi esqueleto, con Albert Pla (basada en el poema Zeleste 4, de José María Fonollosa)
@cherrera313 Negra sombra, con Luz Casal y Carlos Núñez (basada en el poema homónimo de Rosalía de Castro)
Luis Hernández Medina The Neverending Story, (soundtrack de la película basada en la novela homónima de Michael Ende)
@quico70 Nevermore, con Queen (basada en el poema El cuervo, de Edgar Allan Poe)
Xabier Novella Palabras para Julia, con Juan Ibáñez (poema homónimo de José Agustín Goytisolo)
@emehachea Para la libertad, con Joan Manuel Serrat (poema homónimo de Miguel Hernández)
Emiliano Mares Urrutia Penélope, con Joan Manuel Serrat (basada en La Odisea, de Homero)
Mónica Nepote Pequeño vals vienés, con Enrique Morente (basada en la musicalización de Leonard Cohen al poema homónimo de Federico García Lorca)
Julia Santibáñez Por vos muero, con Miguel Bosé (fragmento del Soneto V, de Garcilaso de Vega, musicalizado a partir del segundo movimiento del concierto Emperador, de Beethoven)
Iván Iglesias The Raven, con Lou Reed (basada en el poema homónimo de Edgar Allan Poe)
@Esclvsa Sympathy For The Devil, con The Rolling Stones (basado en la novela El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov)
@olivelasco Tierra-Luna, con Eugenia León (basada en el poema homónimo de Mario Benedetti)
Guadalupe Alemán White Rabbit, con Jefferson Airplane (basada en la novela Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll)
YOUTUBE
42. Jorge Luis Borgia A Cloud On a Leaf, con Tin Hat (basada en un poema de e.e. cummings)
43. @CarlaEUrena y @macariomx Golden Slumbers, con The Beatles (basada en el poema Cradle Song, de Thomas Dekker)
44. Leo Agusto Killing An Arab, con Terry Edwards en homenaje a The Cure (basada en la novela El extranjero, de Albert Camus)
45. @LaBarronxs La memoria donde ardía, de Juguete Rabioso (basada en el poema Amor constante más allá de la muerte, de Francisco de Quevedo)
46. Alberto Ramírez La Susana, con Yahir Durán (basada en la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo)
47. @Beath71 Lloraba la niña, con Jaramar (basada en el romance homónimo de Luis de Góngora y Argote)
48. Federico de Jesús Sánchez Love Song, con Ofra Haza (basada en El cantar de los cantares)
49. @yasser_mv Que el amor no admite cuerdas reflexiones, con Enrique Bunbury (basada en el poema homónimo de Rubén Darío)
50. Elisabeth Vargas Te quiero, con Tania Libertad (basada en el poema homónimo de Mario Benedetti)
Dicen los rumores (y nadie puede desmentirlos, porque no hay testigos), que Adán y Eva se paseaban desnudos por el Edén y todo era sublimemente perfecto, como en película de Disney antes de que aparezca el malo. Pero como dijo José José: “Hasta la belleza cansa”. Entonces, un día inventaron el pecado y ahí se jodió la cosa: el Mismísimo los expulsó del Paraíso y cubrió sus partes innobles con hojas de parra (pampinus, en latín).
Justo de ahí deriva el significado primario de des-pampanante, que se forma con el prefijo negativo des-y el sustantivo pampinus: una persona despampanante es la que sorprende y desconcierta porque está desnuda, es decir, carece de hojas de parra para cubrirse. Entonces, la atenta señorita que ilustra esta entrada es, sí, despampanante. A ver quién me contradice.
Fuente: Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos.