
http://www.gailalberthalaban.com
Qué privilegio, meterse en la intimidad de alguien a través de lo que un cristal transparenta. «Las ventanas horadan lo compacto del cemento y, tras ellas, asoma la fragilidad de alguna que otra vida repentinamente descubierta por la fotógrafa», dice una nota de Diana Fernández Irusta para el periodico La Nación, sobre la artista de la foto Gail Albert Halaban. Colaboradora de The Guardian, The New York Times y Le Monde, Gail Albert lleva años dedicada a captar ventanas, en especial de París y Nueva York. La acabo de descubrir y me tiene loca. En su sitio web, donde comparte fotos y videos, cita a Baudelaire: «Lo que podemos ver a la luz del sol es siempre menos interesante que lo que se percibe tras el vidrio de una ventana». La cita me hace click: el arte encuadra un cacho de realidad y deja fuera todo el resto.
Suerte de ojo con luz interior (como quería Platón), cada hueco intencional en la pared subraya la tensión entre adentro y afuera. La potencia. Alrededor del siglo XV, el humanista Leon Battista Alberti dijo que la pintura debía ser una ventana abierta el mundo. Desde ahí el mundo echó mano de la curiosidad y el morbo para asomarse a la realidad a través de los cristales del arte. De forma literal, la fotógrafa de Washington penetra esos vidrios y muestra pedacitos de historias.
Me regalo estas imágenes para saborear el día.
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Lo confieso, no puedo evitarlo, me encanta atisbar tras las ventanas.
Besos.
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A mí también. Pero en México (diría, más bien, «en Hispanoamérica») es difícil, tenemos la jodida costumbre de escondernos detrás de cortinas o persianas. ¿Qué será lo que queremos ocultar?
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Nota relacionada: https://www.ft.com/content/f082580c-960e-11e6-a1dc-bdf38d484582
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=)
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Mirar, aunque sea de reojo, por una ventana al interior de una casa ajena es un placer añadido al de salir a caminar porque sí. Ver simplemente el interior de una casa ajena tiene algo difícil de definir; es como una pequeña falta y, al mismo tiempo, es algo completamente inocente.
Abrazos.
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Voyeurismo, en una de sus acepciones más inocuas.
PD Te he llamado pero no te encuentrooo.
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Baudelaire sabía del tema. No sé si sea completamente inocente, creo que aunque no hagas nada con la información, «espiar» lleva su fuerte dosis de transgresión. Es lo que lo hace tan rico, ¿no?
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Claro, de acuerdo en eso; no es completamente inocente pero uno sabe que no va a ver nada del otro mundo (en líneas generales eso es lo que ocurre en el 99% de los casos). De todos modos no puede evitarse, una rápida mirada, casi casual es algo imperioso.
Besos.
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Me ha recordado a una de mis pelis preferidas: La ventana indiscreta. A mi me encantan las ventanas por pura estética, pero si asomamos al interior es echarle un vistazo al mundo real. Son geniales las fotografías…voy a investigar a la autora. Gracias por descubrírmela. Muxus domingueros (si….voy retrasada, no sé. ;-)).
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Son preciosas las ventanas. Y si le sumas el morbito estamos hechos.
Gracias a vos. Besísimo.
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Recordé el cuento de Benedetti «Las persianas» que habla de esta realidad que escondemos tras las ventanas y que nos impide ver lo tan común que somos.
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Claro, gracias por traer ese cuento a la memoria. Ahora lo releí y sí, es bueno: el tipo avergonzado de que lo hayan visto y la vecina, que lo mismo, cada uno mirándose el ombligo (literal y metafóricamente). Gracias, Carmen. Buen día.
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