Los mesianismos, los totalitarismos, los yo-tengo-la-única-respuesta son igualmente dañinos, de izquierda o derecha, religiosos o laicos. Este retrato del Señor Anaranjado es de 1937:
«[…] el arte de movilizar el odio, el resentimiento y la diposición a la violencia. La receta para ello es sencilla: invocar todo el mal del mundo, todos los miedos y peligros a los que está expuesta la sociedad y dirigirlos hacia un punto específico».
Al convertir a mexicanos y musulmanes en encarnación de todo mal, Trump calca el proceder de Stalin. Me topé con este fragmento mientras buscaba una referencia en el libro Terror y utopía: Moscú en 1937, de Karl Schlögel (Acantilado).
Entre otras cosas, para eso sirve la historia: para iluminar el presente.
El fin de semana tuve una cena y un almuerzo con gente más que interesante. El tema central fue, claro está, la situación Donald-Resto del mundo (con México-Islam como punta de lanza de todo ese «resto»). La historia, tal como bien nos lo recuerdas, es la base fundamental a la que hay que recurrir en estos casos.
Gracias por traer el tema a tu página, ya que a veces uno siente que rema demasiado solo contra toda la corriente.
Abrazo apretado, apretado, apretado.
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Lo curioso aquí fue que no acudí al texto buscando referencias para entender el presente, fue literalmente la mano del azar.
Otro(s).
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