Estoy leyendo Mudanza, reciente libro de ensayo de Verónica Gerber Bicecci (Almadía), que hace confluir la literatura y las artes visuales a partir de un rigor bien entendido. Me topo con esto:
«Las palabras son cuevas. Difícil usarlas sin producir malentendidos. Las palabras son los cables kilométricos, las señales vía satélite que separan a dos personas, cada una en su auricular. Escribir o hablar, monedas al aire: el peligro latente de que los significados se acomoden en formas insólitas».
La imagen de la cueva no es gratuita, me parece: ahí espera Platón para afirmar que de la realidad sólo vemos sombras. Mi oficio es, justo, enfrentarme de cotidiano al reto de trepar el muro que me separa de los otros en tiempo y distancia, perpetuar un atisbo de sombra que espero conecte con el atisbo de sombra de alguien más.
Sumar palabras que alimenten los silencios es una moneda al aire. Una insensatez.
Hace tiempo escribí precisamente sobre eso. Yo no diría que escribir sea una insensatez, sino la necesidad muchas veces imperiosa de establecer una comunicación, un nexo con el que está fuera (o también dentro) de nosotros.
Claro está que puede acaecer que nuestras necesidades y por ende nuestra existencia no sean más que insensatez.
Bienaventurados sean los insensatos.
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Bienaventurados. Aleluya. Oremos, hermanos.
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Cierto es que esa conexión es un misterio imprevisible, pero -salvo en contextos en los que se necesite esa rigurosidad, llamémosle política, ensayo, etc- considero ese poder de la comunicación como una virtud. Yo escribo un poema con un sentido, lo suelto al aire, y puede tener tantos significados como ojos puedan leerlo, y eso me gusta, hace de la poesía, igual que del arte, algo vivo, aunque parezca lo contrario . Así que suma palabras que alimentarán bien, de un modo u otro, los maravillosos silencios. Besos de descanso ya….que gusto!!!!
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Bueno, pero todos sabemos que los sensatos nunca llegan a nada, así que eso habla en favor de quienes hacen de la palabra un vínculo, aunque sea equívoco o aunque sea en parte equívoco, porque también las palabras tienen esa condición inherente que las hace ser más sutiles a medida que uno las va usando; de ese modo se van puliendo diferencias y se logran acercamientos.
Hablar, hablar, hablar; decir, decir, decir…
Y digo: abrazos.
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Como que se adelgazan con el uso, ¿verdad? Por eso hay que pulirlas, buscarles nuevos ángulos, digamos que sus mejores perfiles no explotados. Y entoncs uno se hace las ilusiones de que va a decir algo original, ja. Pero sí, el intento vale la pena.
Y contesto: más.
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