
Está lloviendo (es por fuera: hay buen tiempo aquí dentro). Leo por primera vez cuentos de Mario Levrero, escritor uruguayo que me traje en la maleta desde Montevideo. Es algo así como un delirio difícil de poner en verbos, así que tengo que acudir a adjetivos pálidos para tratar de comunicar lo que quiero: Levrero es adrenalínico, surrealista, esquivo.
Va un bocado: «[…] Podría inventar una historia, con suma facilidad. Algo de un calamar, su encuentro con Julia. Voy a saltar: no voy a saltar. Luis, el hombre que vendió su casa para pagar deudas de juego. Julia, la mujer que vendió su juego para pagar deudas de casa. Yo, el hombre que vendió a Luis y vendió a Julia. Casi lo olvido: debo matar a alguien […]».
Es el cuento «Ejercicios de natación en primera persona del singular», en la antología Espacios libres, publicada por Irrupciones Grupo Editor. Tiene (y no) una historia, pero sobre todo es un edificio de instantes caóticos que funcionan bien juntos. Me recuerda el Diario de un loco, de Gogol: por las grietas del discurso se cuela una luz fosforescente.
Estoy complementando con las Conversaciones con Mario Levrero, que amablemente me regaló en Uruguay su autor, Pablo Silva Olazábal (Lolita Editores). Entre varias riquezas encuentro esto: «¿Es razonable la vida? ¿Por qué un autor debe explicar un texto, si no tenemos respuestas para las preguntas más sencillas? […] No hay ningún cuadro, ninguna manifestación artística que sea para ser entendida. El arte es para que lo integres a tu vida como una experiencia más» y a propósito del final de su novela El alma de Gardel (que no conozco), Levrero le dice al editor del texto, ya firmado el contrato: «No hay nada que hacer. El final es como es. Yo tampoco lo entiendo, pero es así y te aseguro que no hay otro posible».
Qué cosa, este tipo. No me la acabo.
Buena eleccion amiga. Besos y rosas
Me gustaLe gusta a 1 persona
Un abrazo fuerte, querido Rubén.
Me gustaMe gusta
Conocí a Levrero en los 90´s, gracias a que era un número casi constante en la notable revista El Péndulo y en otras ediciones de editorial La Urraca (curioso asunto el de la hermandad cultural rioplantense). Con él tengo una relación extraña; algunas cosas me parecen notables y otras, ese «caos» del que hablas, me cansa un poco, me satura. Pero reconozco que si uno está «in the mood» esas lecturas pueden ser fascinantes.
Abrazote de dos orillas.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Como digo, apenas me estoy acercando a él y me tiene deslumbrada, pero quizá al decantarse el avasalle lo podré ver con algo de objetividad (en mi caso no existe la objetividad total, la doy por descontada).
Abrazo de algo así como toda la América.
PD La hermandad rioplantense debe haber sido, de veras, curiosa.
Me gustaLe gusta a 1 persona