CAMARÓN EN TONO LIGHT

“Soy gitano y vengo a tu casamiento / a partirme la camisa, / la camisita que tengo”. Lo repite como si la letra entera no fuera una barbaridad: me rasgo la única camisa que tengo y con ella van mis carnes porque te he querío tanto.

Un azar feliz permite que puedan verse en Netflix tanto el documental sobre el cantaor José Monge (1950-1992), Camarón, flamenco y revolución, como la docuserie Camarón: de la isla al mito. Ambos rozan lo grande, lo neto del niño de Cádiz que cantaba como un reventar de vidrios en el corazón y era, para colmo, güerito. El apelativo que le dio fama nació de que su tío lo llamaba así, camarón, por lo blanco.

Lo que antes era música de la gitanería, raza despreciada por tantos, con su garganta adquirió orgullo, atrajo a miles y hasta Quincy Jones quiso producirlo. Se dice fácil. Al inicio grabó varios discos de flamenco estricto con Paco de Lucía, pero con La leyenda del tiempo (1979) llevó el cante más allá de sus límites: lo contagió de blues, jazz, rock; le puso versos del poeta máximo, Federico García Lorca. A los puristas les chocó y nadie sabe por qué, si el flamenco es de suyo un híbrido de elementos indios, árabes, europeos, africanos.

Tanto el documental como la serie ofrecen el lujo de verlo cantar y subrayan la estética vocal de Camarón, cómo romperse de talento en cada tema lo convirtió en mesías para su gente, cosa sagrá: las madres llevaban a sus hijos para que los tocara. Pero a ratos casi cae mal esa figura despegada del suelo, demasiado perfecta. Ahí encuentro diferencias entre ambas producciones. En seis capítulos la serie de José Escudier trata con guantes al personaje y lo desinfecta (para estar a la moda), mientras el propositivo documental de Alexis Morante, narrado por el actor calé Juan Diego, aborda tanto el gusto por el alcohol y el cigarro, como los frecuentes arponazos del artista, no como los de Ahab en pos de Moby Dick, sino de heroína: habla de sus adicciones y del intento por limpiarse, recluyéndose. Va un hecho objetivo que ningún políticamente correcto puede desmentir: a la heroína se le conoce como potro o caballo. Bueno, puesel último disco que grabó explicita “Llevo dentro de mi sangre / un potro de rabia y miel, / se desboca como un loco, / no puedo hacerme con él”. El disco se llama, oh, azares, Potro de rabia y miel.

Muerto a los 41 años, Camarón fue hijo de su etnia, su arte y su tiempo, todos propensos al exceso. Los artistas encendidos como él no lo son por consumir, sino a pesar de la adicción. ¿Para qué purificar al cantaor, esa voz que casi no se aguanta de tan honda? ¿Lo siguiente es celebrar el bienportadismo de Janis?

(Columna publicada originalmente en el diario La Razón. Imagen: Sete, Camarón. La leyenda del genio).

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

8 comentarios sobre “CAMARÓN EN TONO LIGHT

  1. El canto flamenco expresa mucho en su esencia más íntima. Otro ejemplo de cantaor es El Cigala. También el baile es hermoso, hace años vi actuar a Sara Baras en el Teatro de la Ciudad y fue todo un espectáculo (por cierto le recomendé a Cristina Liceaga (@laliceaga), ir a verla al Palacio de Bellas Artes… Dejo una liga de una probadita para disfrutar de un excelente taconeo… 🙂 https://www.youtube.com/watch?v=jN4Qw2nAL9Y&t=214s

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  2. Se me pasaba decirte, que acá varios mexinacos del «inmundillo cultural», dicen que Louis Armstrong por ejemplo, tocaba swing e no jazz, pero con eso me doy cuenta, que ni un puto libro de historia del jazz, han llegado a ojear, o sea que aunque dicen que leen muncho, eso no es verdad, porque yo en los que he leído, dicen que el jazz en New Orleans hubo nacido, donde Louis Armstrong la lux prima pudo mirar. Esos «cultos» consideran, que sólo viene a ser jazz, lo que nació después del bebop, con esas escalas «cultas» de asonancias al por mayor, pero a mi me parece que sólo el jazz de Nueva Orleáns, con escalas modales e tonales, es al único que se le puede llamar jazz.

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      1. Pos a mí me llaman «indio», e yo me aguanto oh Julita. Lo bueno es que Camarón, non le metió escalas «cultas» al flamenco por eso acostumbro oirle yo, en cambio al Paco de Lucía, que esas escalas de «jazz» al flamenco le metería, poco o nada lo aguanto escuchar, sólo cuando al Camarón solía acompañar. Chao Hermosa Damita, digole con el mi humilde trovar..

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        1. Y «El camarón de la isla», tampoco le suele meter, escalas modales de blues, al flamenco eso alcanzo a comprender, como os dije es muy tradicional, en sus escalas pa’l cante puedo notar, agora sí oh Bella Julita me despido de vuestra merced.

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