Lo confieso: me fascinan las texturas, las amo. Colecciono fotos de las urdimbres que me saltan en una reja, en la piedra de un muro o entre las frutas del supermercado. Me resultan poemitas visuales y no deja de emocionarme que en lo más cotidiano se esconda ese instante de belleza, a la espera de ser visto.
No sé cuándo empezaron a gustarme (creo que en este blog aparece frecuentemente «no sé/no sabía»; este es un espacio de autoexploración cuyos tanteos ustedes, pacientes lectores, sabrán disculpar). Lo cierto es que me alegra el día tropezar con una textura que me toma por sorpresa. Esta es de mis favoritas, fotografiada en cualquier calle. El lugar es lo de menos, lo que importa es la música que lleva por dentro.

vaya, no sé si lo hiciste conscientemente pero relacioné enseguida lo de encontrar nuevas texturas con lo de la auto exploración y encontrar en uno cosas nuevas… o sea, yo veo una estrecha relación entre ambas cosas…
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Pues no, no fue consciente pero sin duda es una lectura sensible que me gusta y me hace todo el sentido del mundo.
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