Ayer, a medio centro comercial, me vino a la mente el concepto no-lugar, del antropólogo Augé. Hace poco leí un artículo al respecto en Ñ, revista de cultura del periódico El Clarín. En efecto, los centros comerciales carecen de identidad, de historia y relaciones, igual que los supermercados: se trata de no-lugares en tanto son espacios efímeros, de tránsito, demasiado higiénicos para generar conexión emocional. Entonces se me ocurrió una «solución»: ¿y si a mitad del centro comercial me besas y así llenamos de sí-tiempo el no-lugar? Hasta podríamos volverlo un sí-lugar…
Tres cosas:
Uno) Bella «vuelta de tuerca»; más teniendo en cuenta lo difícil que debe ser el acto de embellecer un centro comercial.
Dos) En un comentario anterior hablé de «una revista que se publica aquí los sábados». Eso fue antes de haber leído de tu paso por Buenos Aires y de éste post en el que hablas de Ñ. Me sentí un poco tonto, pero ya pasó. A ella hacía referencia, obviamente.
Tres) Ray Bradbury se autoproclama inventor o creador de la idea del Centro comercial, aunque según él, la idea original era la opuesta. Tomando como base la idea del café francés o italiano, él buscaba crear un sitio donde poder reunirse a tomar algo y reunirse a charlar. Sobre todo eso: reunirse. Después, ya se sabe, la idea fija norteamericana es «consume y vete»; es así que hoy tenemos esa cosa desabrida y fría que es el Centro comercial moderno.
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Y hablando de esa cosa desabrida y fría me viene a la mente White Noise, excelente novela de Don Delillo, donde el supermercado (igualmente un no-lugar) se convierte en el sitio por excelencia de la posmodernidad, que proclama una «felicidad de anuncio publicitario». Ni hablar, el consumismo haciendo de las suyas…
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