Bob Marley: cuánta falta hace hoy

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2002, mi primer viaje a Jamaica: además de las frutas que me sorprenden (como el ackee y el guinep), de la belleza de su negritud, del orgullo local que todos expresan, el viaje queda marcado en mi memoria porque, en él, Marley pasa de ser una referencia musical a convertirse en un personaje riquísimo, cuasidivino a juzgar por las opiniones de los jamaiquinos a quienes pregunto por él.

La memorabilia del cantante-músico-vocero por la paz invade las playas y el mercado (camisetas, shorts, llaveros, hasta tenis con su imagen), además de permear los corazones de la gente. El taxista me dice, sonriendo con tres dientes, que cómo no lo van a amar si llevó el nombre de Jamaica al mundo, si ayudó a pacificar esta tierra, les dio orgullo de ser rastafaris, fue fiel seguidor del profeta rasta Haile Selassi. Empiezo a interesarme más y más por él. Una noche, en la calle un grupo de negros canta, toca y baila One love con ese ritmo hipnótico que ningún blanco podrá jamás emular. La letra de hermandad se me mete por los poros, me humedece los ojos. Por supuesto, no me sustraigo a la fascinación del hijo más famoso de esta geografía: regreso con discos, un libro sobre patwa (lengua criolla de Jamaica), alguna camiseta y las ganas de saber más de él.

Esto viene a cuento porque fui a ver el reciente documental sobre su vida y quedé, si cabe, más fascinada por su tipo. Incluye fotos, fragmentos de conciertos y entrevistas con él, con los músicos de The Wailers, sus hijos, su esposa y una de sus novias, familiares, las coristas, el mánager, hasta la enfermera que lo cuidó al final. Además de su trayectoria personal, la cinta permite conocer el peso que tuvo Marley en la paz en Jamaica, en la independencia de Zimbabwe, en la causa de los derechos humanos. Tanto, que la visión resulta algo sesgada: aparece como un superhombre, bueno hasta la médula, sencillo a más no poder, noble, más interesado en ayudar a los demás que en cuidar su propia vida… nada que cuestionarle. Lo único que parece ensombrecerlo un poco es la escasa atención que dio a sus hijos.

Me encantaría que siguiera entre nosotros, enarbolando verdaderas banderas por la paz como ésta de su canción War:

Until the philosophy which holds one race
Superior and another inferior
Is finally and permanently discredited and abandoned
Everywhere is war, me say war

That until there are no longer first class
And second class citizens of any nation
Until the colour of a man’s skin
Is of no more significance than the colour of his eyes
Me say war […]

And until that day, the African continent
Will not know peace, we Africans will fight
We find it necessary and we know we shall win
As we are confident in the victory
Of good over evil, good over evil, good over evil
Good over evil, good over evil, good over evil

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Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

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