Qué tal esta joyita etimológica: náusea, que significa «ganas de volver el estómago» viene del griego nausia, que a su vez viene de naus, «nave, barco».
En griego, barco se dice naús, y de ahí viene naúsia, palabra que nombra el mareo que causa el vaivén de las naves. De esa misma raíz vienen naufragar, náutico, nave, navegar y navío.
Krystyna M. Libura, Gabriel López Garza, Sorpresas en palabras (Ediciones Tecolote)


es una pasada, me gusto. saludos
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Me da gusto, saludos!
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Muy interesante. Una sensación corporal asociada al nombre de un medio de transporte tan particular. Gracias por compartir.
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Esas «curiosidades» de la lengua me encantan!
Gracias por pasar por aquí, saludos…
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Tiene su lógica que el término venga de donde viene, es un sitio recurrente para sentir naúseas.
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Verdad? Y sin embargo, hasta que leí la etimología conecté ambas cosas.
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Doy fe que en mi caso tiene todo el sentido….
Bonita foto.
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Curiosamente en mi caso no: los dioses son benévolos en eso conmigo y es realmente raro que sienta náusea, incluso a bordo de un barco. Pero que la etimología es lógica y hermosa, a no dudarlo. Abrazo
Enviado desde mi iPhone
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me gusta mucho que hables tanto del idioma español… a mí me parece un idioma bellísimo con el que se se puede expresar casi todo sentimiento… o al revés, todos los sentimientos encontraron un cómo en nuestro idioma…
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El español es una de mis pasiones, me fascina y lo encuentro hermoso, profundo, sonoro. Si las palabras en nuestro idioma tal vez no pueden expresar «todo, todo» (creo que ninguna lengua lo logra), al menos «casi todo», y eso es bastante…
Gracias por pasar por aquí, saludos
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¡Viva la etimología! Si el hablar, leer, escribir; en suma: si el uso de las palabras fuese un acto sexual, la etimología sería el juego previo (o el juego posterior, si las cosas están bien hechas); si fuese un cena, la etimología sería el vino perfecto para esos platos; si fuese un paisaje, sería la fuente de luz que da a cada cosa su substancia y color adecuado; algo así como un retrato de Rembrandt.
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Sí, cuántos matices añade la etimología a una palabra, a la lengua toda. Carga el habla de significados, de riqueza, de resonancias, de colores. Además, como dice Álex Grijelmo en La seducción de las palabras, la historia de una voz y su relación con otras de su misma familia léxica y de sonoridad similar la conectan con muchas otras que generan ecos en el hablante y en el oyente. Es como si tuvieran vida propia (de hecho, doy fe de que la tienen…).
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El hecho de que tengan vida propia es vital no sólo para su supervivencia, sino para la nuestra. Un idioma anquilosado, pétreo, implicaría una cultura de iguales características y, por ende, una sociedad agotada.
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Y nada más lejos de un idioma anquilosado que el español: está vivo, vibrante, rosado de las mejillas…
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