
Hoy toca reconocer lo que hemos avanzado en equidad de género y lo mucho que aún falta. Así, a riesgo de caer en palabrerías, va una mínima toma de postura:
No soy la dulce damita ni esa perra del mal
Ni la virgen purísima ni la más putísima
Ni la madre venerable ni mamita querida
Ni la mujer de tu vida sino, más bien, de la mía.
Como mujer, hija y mamá de una mujer, como amiga de mujeres que admiro digo que no nos reconocemos en estereotipos, porque somos al mismo tiempo femeninas y rudas, turbulentas, encabritadas y dóciles, naturalezas felizmente híbridas.
Por eso propongo que aprovechemos este día no para palmear el hombro ni dar felicitaciones huecas, sino para alzar la voz por las que no hablan, por las que ni siquiera creen merecerlo, por las que murieron sin saber que era posible.
Esto se pone cada vez más irascible.
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Lo está. Espero no contribuir a la tensión.
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