
En los años 20 del siglo pasado, el escritor Macedonio Fernández decía que la Municipalidad de Buenos Aires debía pagar todos los días a un señor horrible, un esperpento, para que todos los días se paseara por la calle Florida y los demás, al verlo, dijeran: “Bueno, al fin y al cabo no estoy tan mal”, cuenta Martín Caparrós en El hambre.
Así yo. Hoy que apenas tengo tiempo de respirar por tanto trabajo, pienso en cuando me acababa la vida en una oficina, entre juntas estúpidas y presupuestos inacabables que me taladraban las neuronas, y repito: de veras, no estoy tan mal.
Me subió hasta el ánimo esa imagen y la idea no es necesario copiarla acá, todos estamos menos mal que el del post.
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Verdá? Uno debería ponerla en el espejo del baño, para verla cada mañana y empezar el día con ese animo.
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Tendemos a magnificar nuestros males, tal vez porque lo que sentimos más vivamente es lo nuestro. Pero todo es relativo y, por desgracia, también puede empeorar… aunque esperemos que no sea así.
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Como soy una optimista sin remedio suelo creer que más cosas tienden a mejor, ja. Ahí estoy ahora, de nuevo.
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Eso que te llevas. Yo no soy tan afortunado, soy pesimista convencido. 🙂
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Por Fortuna existimos ambos tipos de bichos. De otro modo, este mundo sería mucho más caótico.
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El mundo es caótico, somos nosotros los que nos empeñamos en buscarle un orden.
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¿Y si tuviera un orden propio, suyo, que no somos capaces de entender? ¿Y si se la pasa burlándose de nosotros justo por nuestra ceguera?
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Bueno, esa debe ser la manera optimista de ver el mundo.
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O la de humor negro.
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Considerar que el mundo tiene humor, aunque sea negro como el tizón, ya es optimismo.
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Volvemos al punto de inicio: nada me ha curado (aún) de mi optimismo.
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Es que la vida es eso. Genes y experiencia. Y si la experiencia no cambia lo que eres inicialmente es que la vida te sonríe. Así que es mejor que sigas siendo optimista.
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Nada mal, por cierto. Nada mal. Sigue así, hasta e fin de los tiempos.
Abrazo.
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Claro, porque la que se desvela y trae ojeras y toda suerte de agonías soy yo, verdad? Buaaaaaa!!
Ok, procuraré recuperar la compostura: gracias, querido, pero en realidad quisiera un poco menos de trabajo y algo más de tiempo para la poesía, si no es mucho pedir.
Abrazo que intenta ser sereno pero no muy le sale
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¡Deja de quejarte, qué después estás insoportable con las correcciones y tus inseguridades! Ay, señor… a ustedes no se les puede dar nada… nunca se conforman, che.
Te abrazo hasta que te calmes.
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