
Acabo de presentar el libro Biografía del silencio, del escritor y sacerdote español Pablo D’Ors, quien estuvo de visita en México (es nieto de aquel crítico de arte Eugenio D’Ors que citaba Alfonso Reyes). El pequeño ensayo testimonial publicado por Siruela trata sobre meditación, a la que el autor llama «pasión contemplativa», aunque suene a oxímoron.
La meditación y el yoga me interesan de tiempo atrás, así que accedí a presentar el libro un poco por interés y otro poco por polemizar, con base en mi cimentado prejuicio ante los curas. Bueno, pues el libro me gustó mucho, una suerte de síntesis entre Oriente y Occidente, entre las tradiciones contemplativas de los místicos y la meditación zen. Digamos que trata de espiritualidad, no de religión. Y D’Ors me gustó también. Doctorado en literatura, lo veo antes como un intelectual que un sacerdote. Es un tipo franco, sin telarañas, a quien no le hace ruido dialogar con un no creyente y a quien no le agobia que alguien crea en otro Dios. ¿Qué pasaría si hubiera más como él?
Una de las preguntas que le hice tuvo con ver con la frase de Denis de Rougemont, en El amor y occidente: «Todo erotómano es un místico que se ignora» y que enlazo con la imagen que ilustra esta entrada, de Santa Teresa en un rapto místico ¿o en un orgasmo erótico? Es que se parecen tanto. La verdad es que quería provocar a D’Ors pero la provocada fui yo, porque ni se acaloró ni se nervioseó. Respondió que sí, que el ser humano es tanto misticismo como erotismo, que no es lógico privilegiar uno sobre otro. Subrayó que en todos nosotros hay instintos e ideales y tratar de eliminar uno de ellos es absurdo, porque ambos están atravesados por la misma pasión de unidad: el erotismo canta al sueño de los cuerpos de estar unidos, mientras el misticismo celebra el deseo de las almas de estar unidas. Chapó.

Leyéndote se me ha ocurrido una nueva batallita: Como decíamos el otro día (lo decías tú, pero yo lo suscribo pues es uno de mis «clásicos»), en realidad no somos tan distintos pero nos gusta parecerlo. La idea es que usamos la cultura que tenemos para forjar esas diferencias y es esto lo que hace que interpretemos el mundo de forma diferente, aunque dicho mundo es el mismo para todos. Tal vez por eso la tendencia a ubicar a los demás dentro o fuera de nuestro grupo o a ver el mundo en blanco y negro sin medias tintas.
Esta hipótesis es de largo alcance, pero no me voy a poner a escribir un ensayo aquí sobre el tema. Además, seguro que ya se le ocurrió a alguien antes.
Por cierto, si d’Ors no fuese una persona abierta difícilmente se le habría ocurrido publicar el ensayo más allá de la Biblioteca de Autores Cristianos.
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Me gusta la reflexión que planteas, sobre todo porque justo he estado pensando sobre eso a raíz de eventos muy frustra tes ocurridos en la escena cultural mexicana en estos días. Total, el asunto es que sí, coincido contigo en que nos autoinscribimos en un cierto «grupo» y a partir de ello juzgamos a los demás. Lo interesante es ver qué tanto en verdad «pertenecemos» a esa grupo, ja. No sé si estoy diciendo algo que tenga sentido, perdona.
En cuanto a D’Ors, el tipo no sólo ha publicado con Siruela y otras editoriales seculares, sino también es novelista y en una conferencia reciente habló largo y tendido sobre erotismo. Caray, qué gusto conocerte gente así.
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La teoría de grupos tiene ya una larga tradición en psicología. Lo que dices es muy cierto, una cosa es lo que creemos y otra lo que, digamos, el consenso sostiene.
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Yo creo que pensar que en la B. A. C. no hay autores con «mentalidad abierta» es una simplificación y un viejo prejuicio… 🙂
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Seguro que los hay, aunque quizá no todos la tengan. Me refería a que los círculos en los que se mueve la editorial son, a mi entender, menos abiertos a la crítica. Aunque también puede que me equivoque en eso.
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Quizá tengas razón. Los egos aquí suelen ser tan inflados que el Zeppelin es un juego de niños.
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En la sociedad la mentalidad abierna no abunda ni es fácil y la temática de la BAC es la doctrina cristiana (católica), pero sus autores, como parte de la sociedad, pueden tenerla o no… 🙂
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Evidentemente. Por cierto, tengo un libro de la BAC titulado La Iglesia en la historia de la ciencia que es muy interesante.
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Ah, suena como un libro que puede abrir muchas pistas de discusión, pero dada mi animadversión contra la iglesia creo que arrancaría la carrera ya muy sesgada.
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De acuerdo contigo, buen punto.
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Varios y disímiles asuntos: 1) La pregunta que planteaste me parece magnífica; la frase de Denis de Rougemont es estupenda pero aún no la suscribo totalmente (me gustaría masticarla un buen rato, aunque hay que reconocerle que, de buenas a primeras, suena más que bien. El asunto es que cuando leo «misticismo» (y parafraseando a Goebbels), enseguida desenfundo mi pistola). 2) La respuesta de D´Ors es igualmente válida y, al mismo tiempo, también requiere –en mi caso, claro– un poco más de tiempo. Soy bastante reacio a esas ideas de «unidad» a toda costa; idea que a veces es válida y otras veces no. 3) Tengo dos entradas con respecto a Bernini, las cuales nunca terminé pero que siempre están ahí, en la puerta. Una es sobre su escultura El rapto de Proserpina; la cual tiene dos aspectos que me interesan mucho, el tema del rapto en sí y, por otra parte, el aspecto técnico (si tienes un par de minutos fíjate en la mano que aferra la pierna. Parece increíble que eso esté tallado en piedra… La segunda entrada trata, precisamente, sobre la imagen que has compartido, ya que es una de las que usa George Bataille en su ensayo El erotismo. El análisis que hace allí me parece estupendo y siempre pensé en compartirlo.
4) Chas gracias por la entrada, D.; un lujo, como es habitual.
Abrazísimo.
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Gracias, querido, por las varias vetas del comentario. 1 y 2) El concepto de la cercanía de erotismo y misticismo me gusta mucho, lo comparto totalmente. En el centro de ambos «ismos» está un afán de totalidad, una sed que no se sacia, el reto de poner en palabras lo inefable. Cuando estaba en la licenciatura tomé una materia que se llamaba algo así como «Monjas novohispanas: místicas y eróticas» (creo que lo deformo a mi conveniencia, pero era el tema central que se abordó). El asunto da para muchísimo, por supuesto, pero me parece de una riqueza desafiante. 3) Sí, conozco el rapto de Proserpina y, en efecto, es increíble el detalle de la mano en el muslo. Ese Bernini debe haber sido un dios transmutado en escultor, ¿no? 4) Gracias a vos, para variar.
Besísimo.
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