Entramos al oleaje, irresponsables. La barcaza de durmientes marchitos recibió el equipaje: los poemas, el viejo mapa, la garrafa de agua. Pronto la playa se perdió a lo lejos. Yo me vestía sólo con tus ojos. Mi pelo te halagaba el futuro. Nada más debía ser necesario para encarar tormentas y dragones, nos dijimos:Sigue leyendo «UN NAUFRAGIO VIVIDO EN CARNE PROPIA»