Por alguna razón recuerdo esta etimología, que es una de mis favoritas por el humor que transpira.
El verbo latino original para denotar el hecho de «ocuparse en cualquier actividad física o mental» era «laborare», pero resulta que en Roma existía un instrumento de tortura llamado «tripalium», hecho con tres palos a los que el preso era amarrado para recibir azotes (tengo entendido que el instrumento era similar al de la imagen que ilustra esta entrada). Al ir a trabajar la gente bromeaba, igual que ahora, que iba a sufrir un tormento: «voy al tripalium», es decir, a «tripaliare». Así, poco a poco, la acepción se instaló en la lengua y desplazó al formal «laborare». Esta etimología la consigna Antonio Alatorre en su genial libro Los 1001 años de la lengua española, publicado por el Fondo de Cultura Económica.
Ya decía yo…