Lo había pensado: las bodas clasemedieras son el clímax del exhibicionismo, del ansia por mostrar sin pudor las entretelas, de manera más grandilocuente (incluso) que en Facebook. En algunos casos son también materialización de lo kitsch: desde las poses tiesas solicitadas por fotógrafos que «saben cómo» captar a los amantes, hasta los intolerables recuerditos que son, sin falta, inútiles.
Por ello no resulta descabellado pensar que puedan ser parientas cercanas del porno comercial, dominio de la exhibición y, sin duda, de lo kitsch. Y entonces leendo Vanity Fair me encuentro este gran concepto de A. A. Gill: «A wedding is like pornography in that it promises far more than it’s ever going to deliver; unlike pornography, we witness this scene with our grandparents and our kids». Sí, también en eso se parecen: bodas y porno ofrecen más de lo que pueden cumplir. Y en cuanto a las diferencias, la principal para mí es que el porno resulta más divertido que las hiperglucémicas fiestas.
Hasta la palabra «boda» suena vulgar. Me suena a palabra tonta, sin matices, sin misterio. ¿Será así por lo que he leído en tu entrada y por lo que pienso de las bodas como acto social o será realmente una palabra tonta?
Besos.
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Ya que lo dices coincido, aunque no lo había pensado. Sí, boda es palabra boba, solo hay que ver que apenas cambia una letra entre ambas. Y eso por no hablar de todas sus demás linduras…
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