
La historia de un fundador fascinante, al que todo el mundo quisiera haber conocido, ayuda a dar soporte a las marcas. Y eso genera ventas.
Coco Chanel es un personaje-imán. No sé si lo creo por mí misma o porque el inteligente marketing de la marca me ha convencido de ello. Lo cierto es que la Maison Chanel se apoya muy fuertemente en la historia de la huérfana talentosísima, irreverente y casi predestinada al éxito. Coco le da un sustento a la marca, la dota de contenido en el mejor estilo del Content Marketing. Y una parte no menor de lo que Chanel invierte cada año en mercadotecnia lo destina a comunicar la figura de Coco (y, ahora, también la de Karl Lagerfeld, diseñador que cobra visos de leyenda).
En menos de tres minutos, este video conjuga un guión sólido, un trabajo sorprendente de ilustración y una edición impecable para lograr justo eso: contar la-historia-de-Coco-detrás-de-la-marca. Historia que, a su vez, fue inventada. Es decir, puro y llano #Storytelling.
Otras marcas de lujo hacen exactamente lo mismo: acuden a su pasado (casi siempre al siglo XIX) en busca de algo qué contar. O de plano lo inventan, qué más da. Ahí está Louis Vuitton, con la narrativa del viejo fabricante de baúles. Y Tiffany y Hermès. Al final, todo el mundo tiene muy claro que las historias dan prestigio, generan empatía, provocan deseo. Y esos elementos son clave para vender.
No sólo las marcas también los presidentes en sus campañas y el imaginario que dejan en las personas. Un vistazo rápido por América. Un presidente afro: Obama, un indígena: Evo, una ex guerrillera: Vilma y un galán de tv: Peñanieto. Etc. Vivimos de la necesidad de una historia que nos convenza. Saludos.
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Tienes toda la razón y no lo había visto. Por supuesto, la necesidad de historias permea todos los ámbitos y lo señalas bien en cuanto a Obama, Evo y Vilma. No sé si coincido en el caso de Peña Nieto, porque en realidad esa no es una historia que él y su equipo hayan construido sino al contrario: quisieron/ quieren esconder su relación con la televisión. En cambio, sí coincido en cuanto a que lo vendieron/ venden como el guapito casado con la actriz. Eso sí.
En fin, gracias por enriquecer la conversación. Al final, por todos lados las historias nos gobiernan.
Saludos
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Rica entrada, D.; veo que la línea de los guiones detrás de las publicidades te interesa mucho y que sigues analizándolas. Me gustó más éste video que el de Nike de la otra vez. El «Once upon a time» funciona como un mantra y, al mismo tiempo devela y oculta toda la intencionalidad: es una historia inventada pero la compramos como verdadera porque es un medio audiovisual el que nos la vende. Hoy la imagen tiene un poder de verdad que lo ha perdido todo otro ámbito (la palabra e, incluso, la lógica) ¿Cuántas veces hemos visto que si no hay una foto o una filmación no hay pruebas?
En mi caso me siento interesado por el problema central que planteas y me atrevo a llevarlo un paso más allá: El discurso de hoy, como bien destacas, es puro Storytelling y todo, a su vez, es discurso, entonces ¿hasta qué punto vivimos en un mundo de fantasía? ¿Cuánto estamos a dar para acceder a la verdad? ¿Cuántos de estas historias consumimos sin saber que son puro invento?
Abrazo.
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Me interesa, sí, querido. Este video me parece precioso, además del fondo, la forma es bellísimo el trabajo de ilustración y edición. Y lo que planteas es todo lo cierto que puede ser: estamos acostumbrados a comprar historias, sean ciertas o no. En general, a través de la literatura o el arte, por el mero disfrute de vivir otras vidas y para generar ingresos al artista; a través de la publicidad, para que las marcas obtengan ganancias de ello. Por supuesto, me gusta más lo primero, pero no descalifico lo segundo, siempre y cuando no implique un uso nocivo o un propósito torcido. Pero sí, coincido en que quién sabe qué vidas vivimos…
Abrazo
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Sí, olvidé decirte lo mucho que me gustó el video; la realización es impecable desde todo punto de vista: la música, la edición, el arte, todo nos brinda un video estupendo.
En cuanto al tema de las historias que «compramos» me refería, más que a las literarias (las cuales buscamos a sabiendas de lo que se trata) a las otras, las que nos venden desde una pantalla (los noticieros, por ejemplo, con su pretensión de objetividad), los periódicos, etc. La publicidad pertenece a un asunto aparte, porque todos sabemos que miente, aunque no sabemos nunca cuánto. Ni hablar, por ejemplo, de las campañas políticas y demás. ¿En qué podemos confiar, hoy? Me parece que no podemos hacerlo en los políticos ni en los medios ni, tampoco, en un resultado deportivo ¿Dónde, entonces, está la verdad?
Abrazo.
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Ya, entiendo. Y sí, difícil encontrar los límites entre tanta historia con visos de verdad. Ahora mismo, estos últimos días, con el tema del Chapo historias vienen y van de cómo fue la fuga. ¿A cuál hacer caso? No sé si peco de exceso de romanticismo, pero se me ocurre pensar que la verdad se refugia cada vez más en el arte. Al menos, la verdad que me interesa para vivir.
Abrazos
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Fantástica entrada! Como usted dice, el #storytelling logra despertar determinadas emociones en los consumidores para vender un producto o mejorar la percepción que tienen de la marca. En nuestro blog hay un post reciente que versa sobre este tema. Le dejo el enlace: http://wp.me/p3SYJq-4k
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Excelente infografía la que ofrecen. En efecto, las emociones juegan un rol central en las decisiones diarias de todos. Gracias por pasar por acá.
Saludos…
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