
El poeta tiene la pluma aguda, igual que la mirada, pero eso sólo cuando quiere (lo segundo), porque de cotidiano acaricia con los ojos (ver abajo de este post). Lo primero lo lleva entretejido, porque se amistó con libros hace mucho y con ellos pasa mejor las horas.
Arma su abecedario personal con las letras impopulares que forman intuitivo, dulce, brillante, vulnerable. Y justo eso lo hace más fuerte. Y harto más querible.
Se llama Roberto Jauregui, es escritor y es mi amigo. Acaso debería decirlo al contrario, por orden de importancia para mí: es mi amigo, es escritor y se llama Roberto. Porque si no escribiera igual lo querría por amigo. Y si se llevara cualquier otro nombre también mataría por tenerlo cerca.
Acaba de sacar su primer libro de poesía, bajo el sello de Diablura Ediciones, con el seductor título En los bordes del silencio. Es mi invitado de lujo en la ancha vida y también hoy, en el #MiércolesDePoesía, con este espléndido texto como cuchillito que se hunde en la carne y te deja sin defensa alguna ante ti mismo. Porque todos sabemos leer los recordatorios en las agendas, pero pocos queremos entender el idioma de una espalda plena. Ay.
Mensajería
Hay muchísimos mensajes:
notas pegadas en la heladera
listas de compras
tarjetas de cumpleaños o de navidad
recordatorios en las agendas
cuadernos de comunicaciones
boletines, avisos, propagandas,
noticias de última hora
notas de suicidas, panfletos.
Pero también están aquellos
que no necesitan letras de molde
para llegar hasta nosotros:
besos, miradas de frente
o de soslayo, sonrisas,
espaldas por brazos abiertos,
silencios, gemidos, cenas frías,
caricias casuales, miradas desviadas,
sonrojos, aplausos, lágrimas,
botellas vacías, vasos volcados,
píldoras en la mesita de noche.
El mundo es un lugar maravilloso
si uno se niega al analfabetismo
del corbarde, a la tibia nada
de la muchedumbre.

Ay, diablos… qué lindo todo esto. Me alegra, claro, que antepongas la amistad a todo lo demás; así debe ser y así es sentido desde la otra orilla. Luego, que te haya gustado un poema es algo que halaga, pero que no deja de ser secundario (en este, tu caso personal, obvio). Gracias infinitas, querida.
Besos de frente.
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No me ha gustado «un» poema sino muchos, pero por no discutirte sólo lo apunto de pasada.
Gracias a ti, nomás por ser y por estar ahí.
Otros muchos.
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