«[…] había tomado en préstamo las cuatrocientas voces de un cenzontle; era un mago […] cuya mejor suerte consistía en aparecer y ocultar mundos con el mero instrumento de su voz«. -Rosa Beltrán, La corte de los ilusos, Alfaguara.
Conozco una voz como la que menciona la magnífica novela de Betrán, un cenzontle metido en la garganta a ratos oscuro, la angustia de un grito contenido, otras terso, tibio, casi un temblor de tan inseguro. En todos los casos, capaz de armar y desarmar universos a golpe de sonidos.
Qué hago con esa voz, cómo la resisto si en ella no caben todos los silencios.
Interesante dilema… si en su voz no caben todos los silencios, quizás en el silencio si caben todas sus voces… o quizás no.
Besos silentes
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No caben y sin embargo vieras cómo a veces le salen tan bien los silencios que me dice pegado a mi oreja.
Abrazos y besos sin volumen.
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