
Anaïs Nin pasó de visita por la Feria Nacional del Libro de León, en Guanajuato. Estuvieron sus palabras y su affaire con la vida en exceso, con la sobreabundancia del arte.
Cinco mujeres escritoras nos encontramos allá para hablar de ella y del imán brutal que tienen su vida y su obra, a 40 años de su fallecimiento. Ana Clavel, Paola Tinoco, Verónica Maza, Carmen Rioja y yo participamos en una mesa sobre las implicaciones de la pluma de quien dejó líneas como éstas: «Es a Henry a quien amo de esta manera criminal. Locamente. Cometería crímenes por él. Otra vez la locura […] el desbordamiento de una extravagancia indisciplinada. Al diablo con el buen gusto y el arte, con todos los frenos y barnices […] Amar es lo primero… amar, perder, rendirse […] Solo creo en el fuego» (Diarios amorosos, Siruela).
Abordamos su coraje de exponer fuerza y fragilidad por sobre la buena conciencia. El rigor quemante de no quedarse con las ganas. Su convicción de que las vivencias alimentan la literatura, la hacen vestirse de cuerpo y alma.
Me pareció curioso que, como ha ocurrido otras veces, apareció entre nosotras la palabra «envidia». Esta mujer nacida en 1903 fue capaz de vencer en su escritura y su día a día lastres que todavía nos cobran factura a nosotras, de la segunda mitad del siglo XX.
Qué gozadera hablar de Anaïs con colegas queridas. Hacerla, de nuevo, propia.



Aquí en España no se la conoce mucho a Anaïs… Pero yo soy Fuego, como ella. Qué bueno leer esto.
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Recomiendo mucho los Diarios y su libro de cuentos Pajaritos. Leerla implica un tremendo viaje, que no deja a nadie indiferente.
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Me parece una lectura incómoda para algún tipo de hombre… conozco a varios que no podrían soportar reflejarse en tanto honestidad femenina…
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Cierto, porque los Diarios resultan zumo espeso. Me encantaría que varios ellos y ellas les hincaran el diente.
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Lo digo porque su sinceridad incómoda; muchos «ellos» no nos imaginan así. A mí Anaïs me encanta.
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Es una maravilla, tanto en vida como en obra.
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Me quedo con lo de esa aparición, la de esa palabra: «envidia». Conociéndote y, por extensión, conociendo a tus compañeras, sé que ese término sólo puede ser positivo. Sé de tu amor por Anaïs, así que no puedo menos que imaginarte emulándola (en el correcto sentido del término).
Abrazos ígneos.
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La envidia tiene su costado rico, sabroso. Y en ese sentido la invocamos.
Imitemos a la gente fregona (propongo como bandera y lema).
Muacs.
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Por desgracia como ha dicho María, en España no es muy conocida, yo como mucho la he visto en listas de libros eróticos, siempre ponen el de Delta de Venus y yo que lo he leído, es de lo que menos me gusta de ella… pero en fin.
Ahora me estoy leyendo sus diarios y qué bendición haber encontrado a esta mujer! me siento muy identificada con ella en tantas cosas! y a pesar de leer mucho, eso sólo me había pasado con otra escritora: Alejandra Pizarnik.
Anaïs tiene todo lo que me gusta en una escritora/mujer/persona… es un gustazo leerla , yo también siento que me encuentro a mí misma cuando la leo.
En fin, una pasada de mujer en todos los sentidos y más si piensas que es alguien que vivía de esa manera hace un siglo, si es complicado en este tiempo ser así no me quiero imaginar en el pasado…
Y yo también opino que Anaïs es demasiada honestidad femenina para muchos hombres (y para algunas mujeres que no sean como ella también).
Por cierto, me encanta tu blog y me quedo por aquí sin dudarlo, de hecho te encontré buscando fragmentos de su diario y veo que tenemos gustos parecidos.
Besos!
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Hola, Luna María, qué rico tu comentario. Coincido totalmente en que es un gustazo leer a Anaïs, tengo subrayados mil pasajes de sus diarios donde me veo reflejada en dudas, entusiasmos, intensidades. Y sí, como dices, hace 100 años de verdad fue un salmón nadando a contracorriente. Su fuerza vital, que se desborda, me fascina.
Muchas gracias por pasearte por mi blog, eres muy bienvenida. Te mando un abrazo fuerte y seguimos con el diálogo.
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