Existen paisajes internos más contundentes que los que incluyen árboles, montañas y una cierta tensión en el aire. Algunos son incluso más decisivos que la casa apartada del mundo por esa cinta amarilla estirada por la policía, para marcarla como zona de tragedia.
Esos paisajes-de-costillas-adentro son escurridizos cuando se les trata de fijar en palabras, por eso me emociono cuando un poema es capaz de pintar una atmósfera de esas con el pincel y las acuarelas precisas.
Hernán Bravo Varela, poeta mexicano con vocación de luces, se plantea desafíos y se crece a ellos: tradujo con Fortuna uno de esos poemas que «acaparan el dolor por completo». Tanto la versión en inglés de Tony Hoagland como la traducción de Bravo Varela aparecen en una rica plaquette publicada por Parentalia Ediciones, dirigida por Miguel Ángel de la Calleja y con el arte plástico de Gerardo Torres. Aquí está, para el #MiércolesDePoesía.
Ojalá uno nunca necesitara poemas así para explicarse la inteligencia del dolor, pero dado que los va a necesitar, es de veras bueno que existan.
La historia del padre
«Esta es otra historia en la que pienso a veces:
en la historia del padre
después del funeral de su hijo, el suicida,
que llega a casa para quemar las fotos del muchacho ya muerto;
que se coloca junto al asador del patio
y arroja las imágenes al fuego; que mira levantarse
y desaparecer el humo pálido al interior del bochornoso cielo de Mississippi;
consciente de que está parado al borde de una inmensa frontera,
sin saber que acapara el dolor por completo.
Qué tranquilos se encuentran los suburbios en medio de una tarde
en la que un hombre está destruyendo evidencias,
aspirando la química de Polaroids quemadas,
observando los árboles a través de la cerca
desvencijada, cómo parecen levantarse y asentir en señal de reconocimiento.
Poco después, lo habrá de sorprender
la ira de los suyos:
la esposa que se cubre el rostro con los manos
y la hija insultándolo.
Pero él, por ahora, está seguro de lo que hace; ahora
parece como un hombre que destruyera alguna religión
o hachara las raíces de algún árbol.
Sin parar, he llegado justo a tiempo
para verlo tomar un alambre oxidado
y, con él, empujar la última foto
del muchacho a la parte naranja de la llama:
el rostro que se tiñe de café, el recuerdo que acaba en negativo.
No la bastarda lógica del padre,
no la piedad por una juventud truncada,
sino la inteligencia antigua del dolor,
es eso lo que admiro:
cómo se mueve en torno y dentro suyo, como el humo;
cómo sabe qué hacer exactamente con los seres humanos
y así permanecer en ellos para siempre».
Hernán Bravo Varela, Ectoplasmas. Cuatro elegías estadounidenses, Parentalia Ediciones
Gracias por compartirlo. Me gusta mucho la selección que haces. De nuevo gracias.
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Yo soy quien te agradece que pases por aquí Johnjar. Te mando un saludo cariñoso.
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El hecho de quemar los recuerdos , bajo la mirada de las hermana y la madre da el clima de undolor mudo e intenso, que hace temblar, excelente Julia como siempre. Abrazos y rosas
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Es un limón exprimido en la herida. Te abrazo, querido Rubén
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extraordinario
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Hernán es un poeta muy notable y como traductor de poesía también es fuera de lo común. Un abrazo.
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Sin palabras.
Como sin palabras me deja siempre ésto: https://goo.gl/CkMHMx que tan violentamente ha venido a mi cabeza leyendo este prodigio. Tendría hasta una anécdota sobre Tony Hoagland, pero la decencia me lo impide. Gracias.
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Es un pellizco al corazón. Gracias por sumar la canción a la lectura, hacen un combo tremendo.
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