Me sustraigo del caos para refugiarme impunemente en una canción. Pasa con frecuencia que busco la frontal. La adolorada. Entre mis tangos favoritos cuento «La última curda», cuyo inicio plantea la desolación que de pronto me urge subrayar, casi con la petulancia de un perro que se regodea en el lodazal: «Lastima, bandoneón, mi corazónSigue leyendo «OIGO TANGOS PARA ENTENDER QUÉ SIENTO»