Por qué celebro a las Viciosas (así, con mayúscula)

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Para mi entrañable Javier, desde la certeza renovada
de que «la eternidad por fin comienza un lunes»

En este México tan sufrido y sufridor siguen flotando en el ambiente lamentables lugares comunes. Uno dice que las mujeres no sabemos estar juntas, que el jugo de hormonas hace imposible la convivencia, cuantimás la colaboración. Soberana estupidez. Tengo una madre admirada, hermanas generosísimas y amigas entrañables que son mi familia por elección, soy mamá de una adolescenta de luz con quien tejo a diario una amistad irrompible, he trabajado hombro con hombro con mujeres excepcionales. Creo que no es un tema de género ni de tetas, sino de fuerza e inteligencia conscientes, de mirar hacia el mismo lado, dejar de creer que estamos programadas para darnos pellizcos y convencernos de que lo mejor que podemos hacer es levantarnos las manos (con o sin barniz de uñas). Sí, tengo la esperanza de que a fuerza de miradas limpias y trabajo conjunto desterremos esa idea fósil que algunas siguen repitiendo como si fuera chiste, cuando el verdadero chiste es reunirnos nosotras y nosotros para hacer algo con este país querido que se nos cae a pedazos.

Lo cuento porque en estos días tuve la emoción de celebrar desde las entretelas una sociedad de mujeres provocadoras, brillantes. Son Chulas y se hacen llamar Reinas. Son las que desde hace 10 años crearon El Vicio, cabaret y teatro, antro y espacio creativo, epicentro de desobediencia, desacato y arrebato, lugar que sostiene la bandera necesaria de la diversidad, foro de inteligencia y buenas borracheras, casi todo y sin medida. Son Marisol Gasé, Ana Francis Mor, Cecilia Sotres y Nora Huerta. Están celebrando el décimo aniversario de ese Vicio mío y de muchos, en el cual se han presentado más de 15 mil artistas y donde varias noches por semana se construye un México más igualitario y justo. La semana pasada, por invitación de la abrazable Marisol, me desbordé de puritito gusto de brindar con las Viciosas por los logros de ese espacio imprudente e indispensable para el país, donde lo mismo se presentan obras de teatro infantil inteligente (lo subrayo por romper el oxímoron), funciones de cabaret político y culebrones espléndidos de nombres como Directo al despeñanieto, Rivotrip, Las reformas torcidas de Dios, Fraudestein Gregoria, la cucaracha.

En el festejo etílico se dio cita todo el mundo, porque vaya que las Reinas Chulas son queridas. En escena estuvieron artistas de primer nivel como Fernando Rivera Calderón, Regina Orozco, Horacio Franco, Pedro Kóminik y Astrid Hadad. Desde la cuatitud del Weso llegó el lúcido Enrique Hernández Alcázar, acompañaron también los moneros Trino y Helguera, los periodistas Lydia Cacho, Epigmenio Ibarra y Verónica Maza, gente de la cultura como Sandra Lorenzano, Eduardo Limón y Alejandro Rosas, más el fantasma de Salvador Novo, dueño en otro tiempo de ese enclave coyoacanense y comprometido padrino del Arte, de la irreverencia. Y hasta el espíritu de Buda rondó el lugar, como atinadamente hizo notar Fer Rivera en un fragmento de su intervención:

«En este sexenio me siento en el precipicio

y tengo un severo desorden alimenticio.

Sólo una cosa me salva de perder el juicio:

que gracias a Buda tenemos un Vicio».

Pues sí, gracias a Buda y a los dioses inspirados y transpirados tenemos la realidad incuestionable de El Vicio, espacio de arte creado por Viciosas, mujeres fuertes y amigas solidarias que en vez de lamentarse se la mientan a quien hay que mentársela, que desde el cariño inteligente nacido de los ovarios destierran prejuicios, que rearman la fe de quienes sabemos que este país será un poco mejor por estas Chulas. Por estas Reinas.

Publicado por Julia Santibáñez

Me da por leer y escribir. Con alta frecuencia.

21 comentarios sobre “Por qué celebro a las Viciosas (así, con mayúscula)

    1. Así es, Verónica querida. El Vicio es un espacio divertidísimo lleno de gente ídem, que ratifica que el humor es hermano de la inteligencia.
      Qué belleza lo del planisferio equivocado. Besos desde el ecuador ese mismo planisferio que resulta a veces absurdo

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  1. Para ser sincero, internet, poco a poco, me está cansando tanto como la TV. No se puede entrar a casi ningún sitio sin que la estupidez se haya hecho presente de manera tajante y evidente. Lo digo en referencia a esos lugares comunes de los que hablas, los cuales –soy consciente de ello– provienen del trato diario, no de la red en sí; pero es que es en éste medio donde esas estupideces se ponen en evidencia más y más cada día y se esparcen creciendo de manera exponencial. Cada día que pasa siento más y más ganas de limitarme a los libros y la música y poco más.
    Desmonto el potro indómito en el que estaba subido y las felicito a todas y cada una por la tarea, por el festejo y por la difusión. Y a olvidarse de los idiotas.

    Cariños.

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    1. La estupidez que campea se manifiesta, claro, en el mundo digital, pero también le agradezco a Internet diálogos con gente como tú, físicamente lejana pero cercanísima gracias a la Web. A olvidarse de los idiotas suena como lo que me apetece hacer por los siguientes 50 años.
      Abrazos

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      1. Me hiciste reír con lo último que dijiste y lo comparto en un cien por ciento. Por supuesto que internet sigue siendo el gran vehículo comunicacional y cultural; pero insisto en el punto que tocamos hace unos días: lo que hacemos nosotros no es lo que se hace de manera general. Y no voy a decir «modestia aparte» ni nada por el estilo, estoy cansado de andar excusándome por lo que soy (sea esto lo que fuere). Sí, internet nos permite conocer personas riquísimas que de otro modo nunca habríamos oportunidad de encontrar. Me permitió conocerte y sólo por eso agradezco el que esté aquí, formando parte de nuestro día a día.
        Abrazos.

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        1. No te disculpes, que si ser quien eres demanda pedir perdón, entonces en efecto el dedo flamígero de las alturas existe y nos debe consumir.
          Sigamos caminando, leyéndonos, conectándonos. ¿Hay algo más que valga la pena?

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  2. Me recuerda tanto al espíritu de otro sitio que conociera hace tanto tiempo por aquellas tierras. El legendario «hábito» de la Jesusa y la Liliana. ¿No tendrá nada que ver?

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