«El impulso de crear una obra de arte surge cuando, en ciertas personas, el sobrecogimiento pasivo que provocan los seres y acontecimientos sagrados se transforma en un deseo de expresar ese sobrecogimiento mediante un rito de veneración u homenaje; y, para ser un verdadero homenaje, ese rito debe ser bello. […] En el caso de la poesía, el rito es verbal: rinde homenaje nombrando». -W. H. Auden, El arte de leer, Lumen
Esto que dice Auden es justo el tema, el intento: ¿cómo pongo en palabras la inminencia de esa ola monumental que me envolvió, de manera que quien lea el poema sienta, efectivamente, que se le viene encima la pared de agua, que el azul más azul se multiplica encima y a los lados y abajo y más, que no puede sino cerrar los ojos y dejarse llevar?
Acaso lo procuro para tratar de decirme yo misma el miedo. El delirio. La adrenalina.
¡Qué cita la de Auden, por favor! Y tu comentario no se queda atrás en cuanto a lo certero de la búsqueda de un sentido en lo que hacemos (o en lo que haces, yo no puedo meterme en el mismo club). Me quedo, aun así, con el final: tal vez no hagamos otra cosa que escribirnos a nosotros mismos.
Abrazo.
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¡Bella cita! ¡Bellas palabras!
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Gracias por pasar, Adazol. Un saludo…
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