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El español cuenta con muchas más palabras para designar aspectos negativos que positivos de la vida… ¡Cuántas hipótesis se pueden tejer al respecto! Antes de desviarme termino de contar: los hispanohablantes estamos sesgados hacia lo negativo, entramos en más detalle para nombrarlo, requerimos de más vocablos para explicar sus matices. En tanto, lo positivo nos interesa menos, pues a lo largo de los siglos hemos creado menos voces para hablar de él. Incluso comparado con el latín y con otras lenguas romances, el español es «más negativo». Este es un planteamiento de Concepción Company, lingüista notable e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Surge como resultado de estudiar, en el corpus de diccionarios de varias lenguas emparentadas, el porcentaje de léxico positivo y negativo. Aquí el resultado:
LENGUA LÉXICO POSITIVO LÉXICO NEGATIVO
español 29% 71%
catalán 38% 62%
portugués 38% 62%
italiano 37% 63%
francés 43% 57%
¿A qué se debe? Company señala posibles razones: 1. la tendencia a esperar lo positivo y cuando no sucede requerir más palabras para explicar la realidad; 2. la naturaleza humana, que suele sobreenfatizar lo malo; 3. (más interesante pero que ella expuso con «cautela», dado que requiere mayor investigación) la cultura católica que es «bastante flexible con la transgresión social, lo que permite que surjan fenomenos negativos que es necesario nombrar».
Va otra posible hipótesis, ésta de mi ronco pecho: quizá la cultura judeocristiana se enfoque más en lo negativo porque es el léxico que nombra este «valle de lágrimas», la cotidianeidad del dolor, la tentación y el pecado, en tanto lo positivo constituye la promesa de la vida tras la muerte, menos interesante para la hegemonía religiosa que nos dominó/domina. Por otro lado, me encantaría conocer las diferencias que en este punto presentan los varios españoles, es decir, el argentino, el chileno, el peruano, el colombiano, el venezolano, el mexicano. Seguro aprenderíamos mucho.
Sólo una nota más: se me llena la boca de orgullo de decir que por dos años fui alumna de Concepción Company en el curso de Filología Española, en la carrera de Letras en la UNAM. Gracias a ella aprendí a amar la lingüística histórica, por las luces que arroja sobre la cultura. Celebro que siga iluminándonos a muchos.
http://www.elcastellano.org/ns/edicion/2012/septiembre/company.html
Querida mía, fíjate tú si es atinada esta entrada que el idioma castellano, o español, acepta la palabra «negatividad», pero no así «positividad», con eso lo decimos todo.
Besos ojito.
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No lo había pensado, tienes razón. Y seguro que si le pensamos un poco se nos irán ocurriendo otros mil ejemplos de lo mismo…
Saludos
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Pues a partir de ahora pasaré a llamarme Borgeasi. Qué cosas se descubren (y esta vez gracias a D.). Como si a la cultura judeocristiana no se le pudiesen colgar más sambenitos, ahora esto. ¿Pero es que esta gente no hacía nada bien? Por lo visto…
Sería interesante, como dices, saber cómo funciona esto en los diferentes localismos, aunque no creo que vayan a variar mucho los porcentajes. La base del idioma, el fundamento, es el mismo.
Cariños.
Borgeasi.
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Perdona, perdona pero debo estar poco lúcida: no entendí lo de Borgeasi! Y sí, creo que no habría muchas variaciones regionales pero sin duda algunas significativas. En fin, a esperar a ver si alguien «nos hace» ese estudio por encargo, no?
Abrazo
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Menos lúcido estuve yo con el chiste. Borgea-no / Borgea-si. ¡Por favor no hagas comentarios al respecto!
Cariños.
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Jaja, ok, no diré nada!!!
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Así es, hay algo de negatividad en nuestros genes. Vale más tenerlo presente y aprender a jugar con ello.
Saludos
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megusta
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el bolg no me gusto
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