Pues no, no pude ir a la FIL, muchas circunstancias lo impidieron. Me hubiera encantado conocer a Almudena Grandes (con quien he pasado muchas horas), encontrar un título que buscaba sin saberlo, meterme a una presentación y descubrir a un autor que quiero hacer mi amigo, darle el golpe a la literatura alemana, pasear entre libros, acercarlos a mi nariz, llevarlos y hacerlos mis amantes, oír decir a Juan Gelman:
«Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche
con dolor, con amor
bajo la lluvia, en la catástrofe
cuando se abren los brazos de la ternura del alma
cuando la enfermedad hunde las manos.
A este oficio me obligan los dolores ajenos
las lágrimas, los pañuelos saludadores
las promesas en medio del otoño o del fuego
los besos del encuentro, los besos del adiós
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre».
Y como no pude hacer todo ello, me lancé a Gandhi y armé mi modestísima no-FIL con una antología de poesía de Gelman, una noveleta de Colette, la primera que voy a leer de Milorad Pavic y la última de Rosa Beltrán, más dos libros para mi hija…